A las 14:02 —hora española— del 20 agosto de 2023 la colegiada Tori Penso hace sonar el pitido final. La selección española femenina de fútbol acaba de lograr algo inédito: son campeonas del mundo. Apenas unos minutos después, durante la entrega de medallas, el entonces presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, va saludando una por una a las jugadoras del equipo. En un momento dado, coge con las dos manos la cabeza de una de las estrellas del mundial Jennifer Hermoso y le impone un beso en la boca. Y, a partir de entonces, se empieza a hablar de casi todo menos de fútbol.
Cuatro meses después, este 2 de enero, Hermoso se sentará por fin ante un juez para ofrecer su versión de unos hechos que dieron la vuelta al mundo y evidenciaron el machismo en el futbol. La jugadora ejerce la acusación particular en la causa abierta en la Audiencia Nacional contra Rubiales —que dimitió de su cargo el 10 de septiembre acorralado por la suspensión de la FIFA y este proceso— y tres de sus subordinados, a los que se investiga por participar supuestamente en las coacciones a la futbolista y a varios de sus allegados para que saliera públicamente a restar importancia a ese beso.
Es lo que Hermoso sostuvo en su declaración ante la teniente fiscal de la Audiencia Nacional, Marta Durántez, que se querelló contra Rubiales tras escuchar el relato de la jugadora. Tras recibir esa querella, el juez Francisco de Jorge acordó abrir una causa. Y, antes de escuchar a la víctima —como es habitual en los procedimientos sobre violencia sexual, según fuentes jurídicas— acordó citar a los investigados y a casi una veintena de testigos, incluidos trabajadores de la RFEF y varias jugadoras. Primero interrogó a Rubiales y, después, conforme avanzaron las pesquisas, imputó al director de la selección masculina, Albert Luque; al director de Marketing, Rubén Rivera; y al exseleccionador Jorge Vilda.
Ante el juez, Rubiales defendió ese beso como “algo natural” entre dos personas que han convivido mucho tiempo y negó haber presionado a la jugadora, según extractos de su declaración publicados por El Español. “¿Cómo le voy a pedir perdón si estábamos los dos super contentos?”, dijo durante el interrogatorio para tratar de justificar ese acto, que fue retransmitido en directo por televisiones de todo el mundo. Tras esa declaración, el juez le prohibió acercarse a menos de 200 metros de la deportista y comunicarse con ella mientras avanza la investigación. Los otros tres investigados también negaron las coacciones para convencer a Hermoso y su familia de que saliese en defensa de Rubiales en mitad del escándalo.
Por contra, el Ministerio Público considera que ese beso que Rubiales impuso en la boca a la futbolista es constitutivo de un delito de agresión sexual, que en su modalidad leve está penado con multa. Pero, además, defiende que cometió también un delito de coacciones por la “presión constante y reiterada” a la que él mismo y su entorno sometieron supuestamente a Hermoso y sus familiares y amigos para que justificara y aprobara públicamente un hecho cometido “contra su voluntad”. La fiscal, basándose en el testimonio de la víctima, entiende que ésta sufrió “una situación de hostigamiento, en contra del desarrollo de su vida en paz, tranquilidad y libremente”.
A la espera de su declaración ante el juez Francisco de Jorge, la futbolista ya ha dejado claro en varios pronunciamientos públicos que el beso no fue consentido. Minutos después de que se produjera, expresó en un vídeo grabado en el vestuario que no le había gustado. Y en un comunicado posterior afirmó que se había sentido “vulnerable” y “víctima de una agresión” como consecuencia de “un acto impulsivo, machista, fuera de lugar” y “sin ningún tipo de consentimiento” por su parte.
Es una versión que han apuntalado ante el juez su hermano, una amiga y cuatro jugadoras de la selección que han comparecido estos últimos meses como testigos. Estas últimas relataron en el juzgado con bastante detalle cómo fueron los momentos vividos por el equipo tras la entrega de medallas y en los días siguientes, cuando el escándalo del beso impuesto a Hermoso copaba la prensa nacional e internacional.
Los tres “hitos” de las coacciones
Fuentes de la investigación hablan de tres “hitos” para desentrañar la existencia de esas supuestas coacciones: lo ocurrido en el autobús que trasladó a las jugadoras al aeropuerto de Sídney, los hechos que tuvieron lugar dentro del avión que trajo a la comitiva de vuelta a España y lo acontecido en los días posteriores en Ibiza, donde una decena de jugadoras disfrutaron de unos días de vacaciones pagados por la RFEF.
Precisamente algunos de vídeos grabados en el autobús han formado parte de la estrategia de defensa de Rubiales ante la FIFA, a donde remitió imágenes en las que se ve a las jugadoras —Hermoso entre ellas— celebrando la victoria y haciendo algunas bromas sobre el beso forzado a la futbolista que ya había expresado en el vestuario que no le había gustado y que explicó después en un comunicado que la situación le había supuesto un “shock” por el contexto de celebración.
Ante la fiscal, según desveló en exclusiva el programa Código 10, de Telecinco, Hermoso aseguró que dirigentes de la RFEF la hicieron bajar de ese autobús, donde le mostraron un comunicado exculpatorio para Rubiales que la entidad federativa acabó enviando a los medios. Según la versión de la jugadora, ella no dijo ninguna de las palabras que se le atribuyen en ese escrito y se limitó a afirmar “haced lo que queráis”.
Respecto al avión, el exseleccionador negó las coacciones aunque sí reconoció ante el juez que, durante el vuelo, fue por iniciativa propia a hablar con el hermano de Hermoso, pero sólo con la intención de ayudar a “bajar el suflé” porque no veía bien a la jugadora. Es una versión que fue confrontada por varios testigos. El hermano de la futbolista aseguró que en esa conversación Vilda le dijo que pensara en las “consecuencias personales y profesionales” que esos hechos podían tener para su hermana, mientras que el responsable del Comité Nacional del Fútbol Femenino, Rafael del Amo, afirmó haber visto cómo Rubiales pedía a Vilda que hablase con el hermano de la jugadora.
Otro de los escenarios clave para desentrañar las presuntas coacciones es el citado viaje a Ibiza que la RFEF pagó a las jugadoras. Allí se trasladaron los dos hombres a los que señala la jugadora como participantes en la supuesta trama urdida en el organismo para exculpar a Rubiales: Albert Luque y Rubén Rivera. Ambos lo niegan. El primero reconoció que estuvo en la isla, aunque justificó que él se encontraba ya en la Ibiza cuando llegaron las jugadoras. Sí admitió que allí trató de hablar con Hermoso pero para saber cómo se encontraba y que, como no lo consiguió, abordó a una de sus amigas, también citada en la causa como testigo. Rivera, por su parte, insistió que su presencia en la isla era la de una especie de conseguidor o recadero y que estaba allí para realizar gestiones como comprar bikinis para las jugadoras o entradas para las discotecas.
Estos extremos formarán parte con toda seguridad del interrogatorio a Hermoso, que comparece como testigo y, por tanto, con la obligación de decir la verdad y de responder a todas las partes. Cuatro meses después de ese beso retransmitido en directo a la vista de millones de espectadores, la jugadora dará por fin su versión en la Audiencia Nacional.