Jesús Ceberio desgrana las teorías de la conspiración del 11M: “El Gobierno de Aznar miente desde el primer minuto”
El 11 de marzo de 2004 la ciudad de Madrid fue testigo del atentado más sangriento de la historia de España. Varias bombas colocadas por un grupo de yihadistas segaron 192 vidas y sacudieron un país entero a pocos días de unas elecciones generales. Dos décadas después, nadie con un mínimo de conocimiento cuestiona la autoría del ataque terrorista de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia, pero durante años el Partido Popular y varios medios de comunicación difundieron la conocida como 'teoría de la conspiración': una versión en la que, de una manera o de otra, aparecía ETA como ejecutor o instigador de las explosiones para echar a los conservadores del gobierno 48 horas después. Jesús Ceberio era el director de El País y ese jueves de 2004, pocos minutos después de la una del mediodía, recibió la llamada de José María Aznar que puso en marcha la obsesión de la derecha por buscar la mano de ETA detrás de la tragedia. Lo cuenta en 'La Llamada' (Debate), donde traza la línea desde la primera gran 'fake news' de la historia moderna de España hasta nuestros días.
11 de marzo de 2004. ¿El día más difícil de sus 13 años dirigiendo El País?
Sin duda fue el momento más dramático, más difícil. Sobre todo, para hacer una edición especial como nos propusimos ese mismo día. En las primeras horas que siguen a un atentado la información disponible es muy escasa y este era un atentado de unas características inusuales de los que había padecido este país, que tenía una larga trayectoria. En ese sentido, sí, fue el momento más difícil.
¿A qué fuentes se podía acudir en un momento como ese?
Los periodistas que habitualmente se ocupan de la información del Ministerio del Interior son el primer recurso disponible para un periódico. Estar presente en el lugar de los hechos, además, te da elementos, pero no te conduce hacia la autoría de los hechos. Llamé a nuestro delegado en el País Vasco, Ander Landaburu, y en muy poco tiempo me devolvió la llamada y me dijo que, por la información que a él le habían transmitido, ETA no tenía nada que ver con el atentado. El Gobierno activó, sin ninguna duda, las escuchas, los micrófonos con los que tenía horadada a esa organización. Lo que realmente percibieron fue una reacción de estupor ante los hechos que habían ocurrido en Madrid, no tenían ninguna información al respecto. Esto se tradujo en un informe de la Guardia Civil que al mediodía de ese jueves ya descartaba la participación de ETA.
¿Qué buscaba Aznar con esa primera llamada, a usted y a otros directores de periódicos?
Desde luego, tratar de convencerme de que ETA estaba detrás del atentado. El propósito de Aznar desde el primer minuto fue transmitir a la sociedad española que era un atentado de ETA. ¿Por qué tenía este interés tan especial? Porque con la otra alternativa del terrorismo islamista, el público que iba a votar tres días después podía establecer una conexión entre el atentado y la política seguida por Aznar en Irak y su alianza con Bush.
La conclusión que establecieron desde el primer momento los estrategas políticos del PP es que un atentado de ETA les favorecía frente a la hipótesis contraria. Yo creo que, en ese sentido, Aznar asumió en primera persona la obligación de convencer a los directores de los principales periódicos de España de que se trataba de un atentado del terrorismo etarra.
¿En qué momento empieza a mentir el Gobierno de Aznar? ¿Cuándo tienen información de que no ha sido ETA?
Yo creo que el Gobierno miente desde el primer minuto. Desde el momento en que empieza a tener –y los tiene muy pronto– indicios de que no es ETA, el Gobierno insiste en la autoría de ETA. Mi libro es la historia de dos senderos que se bifurcan muy pronto. Uno es el relato del Gobierno que, contra viento y marea, contra la realidad, contra todo, insiste en la participación de ETA. Primero, lo hace diciendo que es ETA la autora. Al final del trayecto, admite que hay una participación del terrorismo islámico, pero mantiene la hipótesis de un acto realizado en cierta medida en comandita entre ETA y los terroristas.
Otro es el relato de la investigación policial. Desde muy pronto, al menos la tarde del mismo día 11, ya dirige su investigación principal hacia el yihadismo. Y esos días, Ángel Acebes, ministro del Interior, en todas sus comparecencias mantiene como opción preferente la investigación sobre ETA, según le dicen los mandos policiales, cosa que es radicalmente falsa. Desde el día siguiente, sobre todo una vez desarticulada la mochila de Vallecas, ya hay pruebas físicas que conducen hacia el terrorismo islámico. Ya no son solamente deducciones o hipótesis: ya hay pruebas, evidencias, que conducen en esa otra dirección.
Yo creo que es incuestionable, desde mi punto de vista, que el Gobierno miente sabiendo que son los islamistas los que están detrás.
¿Qué diferencia hay entre la primera y la segunda llamada que hace Aznar al periódico ese 11 de marzo?
La primera llamada se produce pocos minutos después de la una de la tarde del día 11. La segunda es pasadas las ocho de la tarde. Aznar tiene especial cuidado. Él no quiere quedar como un mentiroso compulsivo ante la historia. Él está actuando como actúan los presidentes del Gobierno: lo que les preocupa es, por un lado, la respuesta inmediata –y se iba a producir tres días después en la jornada electoral–, pero les preocupa también la versión que va a dar la historia sobre su comportamiento.
Aznar decide repetir la ronda de llamadas a los directores de los periódicos el día 11 por la tarde, una vez que han analizado los materiales encontrados en la furgoneta Kangoo. Ahí, en esa furgoneta, aparecen restos de material explosivo que era Goma 2-ECO y detonadores de fabricación española. Y unas cintas coránicas en la guantera, que Acebes dice que son cintas dedicadas a la enseñanza del Corán, pero que son cintas de los textos que los terroristas suicidas suelen declamar antes un atentado.
A la luz de esas pruebas, él decide volver a llamar a los directores de los periódicos para informarles de este hallazgo, decirles que han abierto una segunda línea de investigación y reiterar que, en cualquier caso, el Gobierno sigue creyendo que la autoría de ETA es la pista fundamental.
¿Qué papel jugó Aznar en la difusión y pervivencia de la teoría de la conspiración?
Aznar asume desde el principio la dirección del Gobierno después del atentado. Saca del escenario a Rajoy, a su sucesor. Le ordena detener la campaña electoral. Y decide convocar manifestaciones en todas las capitales del país para el día siguiente, sin hablar con los demás partidos políticos. Manifestaciones con un lema –“Con las víctimas, con la Constitución, por la derrota del terrorismo”– que es el mismo que ha solido utilizarse en las manifestaciones contra ETA. Para que quede claro que el Gobierno está combatiendo el terrorismo de ETA, que es el que estaría detrás de ese atentado.
Y Aznar en ese momento no tiene ninguna prueba. Lo único que tiene son unas deducciones puramente teóricas, algunas coincidencias. Yo no tengo ninguna duda de que el Gobierno quiere mantener hasta después de la jornada electoral la convicción de la autoría de ETA. Y si no puede tanto, por lo menos, la duda sobre quién ha sido el autor de los hechos. Con el convencimiento de que todo lo que no sea ETA le perjudica y de que el terrorismo islamista puede llegar a ser muy negativo para el voto del PP del domingo.
En EEUU los atentados del 11S fortalecieron a Bush. El PP pierde las elecciones poco después del 11M. ¿Qué le costó el Gobierno al PP, el atentado o la mentira?
Hay diversas teorías. Desde mi punto de vista, fue la mentira lo que le costó las elecciones. 'Le Monde' tituló al día siguiente en su primera página: “España castiga la mentira de Estado”. Me gustó ese titular. Creo que era una descripción bastante certera de lo que había ocurrido en este país.
La mayoría de la gente empezó ya a expresar su disgusto, que no se creía al Gobierno, en la manifestación del día 12. Fue un día muy lluvioso y a pesar de todo salieron a la calle en España más de diez millones de personas. Muy pronto surgió al fondo de la manifestación el grito de “¿Quién ha sido?”. Evidentemente lo que expresaba era una desconfianza respecto de la versión que había mantenido el Gobierno. De ahí que Aznar exprese en sus memorias el desagrado que le produjo esa jornada, que iba en contra de todos sus planes.
Por un lado, por la mañana, la Policía había desmontado una mochila obteniendo las pruebas físicas que iban a dirigir la investigación policial y a conducir a las primeras detenciones que se producirían 24 horas después. Y por otro, en la manifestación, la inmensa mayoría de la gente le había expresado que no le creía. Que no se creía la versión de que había sido ETA. Es lógico que en sus memorias registre ese día como un día bastante aciago.
Poco después tomó forma la teoría de la conspiración, que abarcaba desde el papel de ETA hasta la responsabilidad del PSOE. Teoría surgida de un sumario que no solo manejaban los medios impulsores de esta teoría, sino también periódicos como El País. ¿Era una teoría viable?
Nunca tuvimos ninguna duda de que se estaba produciendo una especie de conspiración mediática, un complot mediático entre El Mundo, que fue el principal vocero de esa teoría; Federico Jiménez Losantos, que fue su altavoz en la COPE; y el PP. El partido, a través de su portavoz parlamentario, Eduardo Zaplana, convertía en una pregunta parlamentaria lo que por la mañana había sido un titular, a menudo descabellado, de El Mundo. Cerraba el círculo. Eso era una operación claramente auspiciada por el PP y el impulsor de esa teoría desde el primer momento fue el propio Aznar.
¿Cuándo suelta el PP el hueso de la teoría de la conspiración?
Durante la primera legislatura fue prácticamente el sostén de la actividad parlamentaria del PP, que convirtió al presidente Zapatero en un presidente poco menos que ilegítimo por haber llegado al poder en unas elecciones que, desde su punto de vista, habían sido manipuladas por el atentado.
Ahí nace una teoría de largo alcance que, en estos tiempos de populismos por doquier, no ha hecho sino engordar, crecer, hacerse más densa: la teoría de la ilegitimidad del contrincante para gobernar. Si Zapatero ya fue un presidente ilegítimo, en fin, Sánchez ya es el usurpador de la Moncloa.
Yo creo que Rajoy se baja de ese tren después de perder sus segundas elecciones contra el PSOE. Zapatero, en las dos elecciones de 2004 y 2008, obtiene el mayor número de votos que haya conseguido ningún presidente en la democracia española, más de 11 millones. Rajoy se baja de ese tren entre otras cosas porque asoma ya en el horizonte la crisis. En septiembre se produce el hundimiento de Lehman Brothers y, a partir de ahí, una crisis financiera que afecta a todo el mundo desarrollado. Entonces entiende que esa es una vía de oposición al Gobierno mucho más rentable, como realmente fue.
Zaplana, con quien he hablado en extenso para este libro, sigue ahí afincado en que ellos no mintieron, en que ellos fueron manipulados. Todo terminología para tratar de negar que se tratara de un relato manifiestamente falso y voluntariamente embustero.
¿Fue la teoría de la conspiración la primera gran ‘fake news’ de la historia moderna de España?
Sí que creo que fue la mayor operación de desinformación o intoxicación informativa que se ha producido desde la Transición en este país. En ese sentido, sin duda ninguna Aznar fue un auténtico pionero. Lo que ocurre es que, lamentablemente, los populismos de última generación han convertido la veracidad en algo perfectamente discutible. Todo es opinable y, por tanto, todo depende de la voluntad del político de turno para mantenerse en el poder. Pero este fue un aprendizaje en vena del 11M.
¿Cómo afectó a la sociedad una noticia falsa destinada a deslegitimar un gobierno electo?
Yo creo que ha dejado dos herencias muy pesadas en la vida política española. Una es haber introducido en el debate público la duda sobre la legitimidad del presidente del Gobierno. Son palabras mayores. Una democracia tiene muchas cosas, pero la base es la credibilidad de las elecciones como mecanismo de acceso al poder. Y eso se puso en cuestión en el año 2004 y en tiempos recientes ya forma parte del discurso de la oposición.
Esa es, quizá, la herencia más pesada. Y hay otra que afecta a los medios de comunicación: han tenido una pérdida generalizada de credibilidad al margen de cuáles sean los méritos de unos y de otros. Evidentemente, no todos los medios nos comportamos igual ante el 11M, pero la falta de credibilidad nos ha terminado afectando a todos. La veracidad, que es una condición esencial para el funcionamiento de los medios, ha dejado de ser una preocupación dominante, y eso permite que cada uno ajuste la realidad a sus propias opiniones sin que se pueda sostener sobre los hechos.
¿Qué ha supuesto para usted escribir un libro sobre lo que usted mismo define como el mayor error de su vida profesional?
Yo me sentí impulsado a poner en marcha este libro tras la lectura del segundo tomo de las memorias de Aznar. En ellas me cita en varias ocasiones con una versión, desde mi punto de vista, muy sesgada. Que mantenga que no retira ni una coma de lo que dijo, cuando el PP se proclama como un partido que defiende la Justicia mientras está negando la verdad judicial, bueno... me pareció que, desde mi punto de vista –y en la medida en que yo había sido protagonista de algunos de esos hechos–, exigía una respuesta. Y decidí ponerme a escribir con vistas al 20º aniversario, que es, por otra parte, el periodo en el que las acusaciones por los atentados prescriben ante la Justicia. Lo que trato de evitar es que prescriban también ante la opinión pública.
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