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Joan Navarro: “Solo llegan a ciertos puestos políticos quienes demuestran ser más tertulianos que gobernantes”

Desprivatizar los partidos (Gedisa, 2019) es el libro que acaban de presentar el sociólogo José Antonio Gómez Yáñez y Joan Navarro, socio y vicepresidente de Asuntos Públicos de la consultora de Comunicación Llorente & Cuenca, en el que se analizan los orígenes, la constitución, la regulación y el funcionamiento de los partidos políticos, instituciones que están a medio camino entre lo público y lo privado y que, a juicio de los autores, son la pieza clave de la salud de un Estado de derecho.

Navarro, que recibe a eldiario.es en su despacho, en un céntrico edificio madrileño donde se ubica la conocida agencia de comunicación, defiende que las formaciones políticas españolas aún tienen camino por recorrer para ser plenamente democráticas.

A las puertas del 28A, las encuestas apuntan a que existe una crisis de credibilidad de los políticos y de la política. Una de las teorías que defienden en su libro es que esto se debe a cómo se organizan los partidos. ¿A qué se refieren?

La organización de los partidos es uno de los elementos que menos hemos cuidado. No es posible que organizaciones estén descuidadas en su funcionamiento democrático y que luego pretendan que los candidatos que envían al sistema electoral para que la gente les vote tengan comportamientos acordes con la realidad del país. Es decir, el mecanismo, la maquinaria o la institución que tenemos democráticamente para la preselección de los candidatos, para formarlos y para crear cultura política no la podemos tener olvidada.

¿Considera que es un aspecto que los partidos han dejado de lado?

Lo que hay es un debate sobre privacidad. Los partidos funcionan como un club privado dado que ellos se auto organizan y, por lo tanto, son sus propias normas las que tienen que cumplir. Por eso consideramos que tenemos que pensar un poco en el funcionamiento de nuestros partidos. Hasta ahora no ha sido posible porque muchos de los partidos, sobre todo los de la izquierda, son anteriores al propio sistema democrático y a la Constitución. Siempre ha habido una cierta prevención a la hora de que el legislador regule la actividad de los partidos.

¿En qué medida afecta entonces la organización actual de los partidos a ese descrédito de la política entre la ciudadanía?

Si los partidos tuviesen un funcionamiento democrático transparente, que fuese reconocible por los ciudadanos, no serían percibidos como cajas negras. Si nadie se preocupa de que funcionen democráticamente las garantías de que nos faciliten un comportamiento democrático cuando sus candidatos llegan a cargos públicos tampoco existe. Muchas veces tenemos comportamientos por parte de nuestros políticos que no están a la altura de la calidad democrática porque la forma en la que han sido formados y seleccionados tampoco ha estado a esa altura. 

Sobre todo en el último lustro los partidos han tratado al menos de ser más transparentes y más democráticos. Ya prácticamente todos han adoptado las primarias para elegir a sus candidatos. Sin embargo, el descrédito persiste.

Porque el de la organización es solo uno de los muchos problemas de la clase política. El esencial es que la política y a los políticos les entregamos la esperanza de que nuestras vidas sean mejor. Vivimos en una democracia y estamos dispuestos a cumplir una serie de normas que son de carácter restrictivo con respecto a nuestra libertad a cambio de que los políticos gestionen nuestras vidas y garanticen que la vida de nuestros hijos va a ser mejor que la nuestra propia. Y ese principio de la creencia en el progreso la globalización y la crisis lo han roto por completo. Hay muchos ciudadanos que están convencidos de que no pueden garantizarle una vida mejor a sus hijos, y estos están convencidos de que no la van a tener. A quien se mira como responsable de esa situación es a aquellos que tienen la responsabilidad de haber gestionado el bien común.

¿Considera que en ese hastío influye también que a diferencia de en los años 80 y los 90 del año pasado actualmente a la política ya no van los mejores en sus respectivos ámbitos profesionales?

De eso tenemos los ciudadanos una parte importante de la culpa. Hemos desprestigiado la función pública y el servicio público y solo vemos en los políticos algo a lo que criticar constantemente. Si los medios de comunicación exponen a los políticos en programas de celebrities al final la política se convierte en algo muy poco atractivo para la gente que no quiere estar permanentemente expuesta, que tiene ideas y que necesita tiempo políticos para poder ponerlas en marcha. Internet también ha roto los tiempos políticos y solamente llegan a ciertos puestos aquellas personas que tengan actitudes para ser más tertulianos que gobernantes. Primero tienen que superar la prueba de ser un buen tertuliano para poder llegar a un puesto de diputado. En todo esto tiene mucho que ver también el ritmo acelerado que la sociedad ha impuesto al escrutinio de lo público. En el desprestigio también tienen una parte de culpa los políticos que se han visto envueltos en casos de corrupción. Aquello de la transición democrática de que servir en lo público era una forma de prestigio personal y profesional ha desaparecido.

¿Hay algún partido que sea más transparente que otros, que tenga mayor democracia interna en este momento? 

No me atrevería a hacer un ránking, pero no hemos avanzado mucho ni en transparencia ni en democracia interna los últimos años. Ni siquiera cuando hay partidos que plantean la elección de todos sus cargos a través de primarias. Nuestra teoría es que ante el incremento de la complejidad social los partidos han reducido la complejidad interna a costa de reducir su pluralidad interna, centralizando las decisiones en torno a la dirección y al líder que es el que se la tiene que jugar permanentemente en debates de televisión, en tertulias, etc.. Los partidos se han convertido menos en organizaciones sociales y más en maquinarias electorales. Además, el incremento de la complejidad social ha ido acompañado de una exigencia de mayor participación. En España una de las consecuencias de la crisis no solamente ha sido la de culpabilizar de todo a los partidos sino también la repolitización de la sociedad, nuestra voluntad de participar en la política.

Los ciudadanos quieren más y mejor política y participar en ella si es posible. Esto es muy sano desde el punto de vista de país, tenemos una sociedad mucho más politizada que la que teníamos en 2004 o 2008, pero ahora los partidos han reaccionado con lo que nosotros hemos llamado una democratización aparente. Han diseñado sistemas de primarias para centralizar todavía más el poder, ya que primarias sin controles intermedios es cesarismo. Por lo tanto, no es más democrático que haya más gente votando siempre a lo que el líder decida. 

No se atreve, por tanto, a realizar un ránking de partidos en función de su forma de organizarse.

No, pero, por ejemplo, Podemos es el primer partido digital de la política española, es la primera organización completamente digital.

¿Eso es positivo? 

Lo es porque incorpora elementos de la tecnología en el propio funcionamiento de la organización. Podemos es por ello un partido muy fresco y dinámico, con una capacidad de generación de información muy buena, sin embargo, es el que más ha pervertido el sistema de primarias. Ha hecho un sistema de primarias de centralismo democrático estricto en las que solamente puede ganar las primarias lo que el líder del partido decida. No hay otras posibilidades ni alternativas. El PSOE se cree mucho más las primarias que Podemos y tiene un sistema muy poco criticable desde el punto de vista democrático, bien organizado por territorios. Pueden salir cosas distintas a lo que la dirección ha decidido y, de hecho, Pedro Sánchez es fruto de esa experiencia, pero también lo fue Borrell en su día frente a Almunia. El PSOE tiene primarias realmente competitivas y, sin embargo, la reacción de la última dirección del PSOE en las primarias fue la de eliminar los puestos y controles intermedios. De manera que es verdad que no podría volver a ocurrir lo que sucedió en el Comité Federal aquel famoso de octubre de 2016, pero también lo es que no existen en el PSOE los elementos de control y de rendición de cuentas de su dirección. Con lo cual, lo que hemos ganado en democratización por un lado lo hemos perdido por otro.

En el libro hablan de que los partidos tienen una serie de rasgos patológicos.

En nuestro análisis llamamos el Estado de partidos a la ocupación de espacios democráticos que no están diseñados para ser ocupados por los partidos y que éstos tienden a ocupar por completo. Ocupan parte del Consejo General del Poder Judicial u organismos intermedios que son precisamente de control como el propio Tribunal de Cuentas.

¿Considera que los partidos deberían ser más transversales a la hora de escoger los perfiles de sus dirigentes? ¿Hacen falta más mecánicos o fontaneros y menos abogados?

Una parte de la política necesita profesionales, sobre todo cuando se accede al Ejecutivo, donde los políticos deben ser menos representativos pero más eficaces. En esos momentos se necesita gente que sepa gestionar. Sin embargo, sí que se necesita un Parlamento con fontaneros o con enfermeros. Lo que ocurre cuando el partido coloniza las estructuras de representación es que se empobrece profundamente. Por ejemplo, se ha convertido en algo normal que los ministros tengan que ir en las listas. Deberían ir si son miembros del partido y tienen una carrera política, pero si lo que pretenden es hacer un trabajo de representación del territorio no tiene explicación. ¿Qué sentido tiene que el ministro que sea vaya por la provincia de Albacete si no conoce Albacete y no representa Albacete? La representatividad tienen que estar en el espacio que le corresponde que es el Legislativo. Y luego en el Ejecutivo lo que tenemos que potenciar es que haya personas que tengan capacidad de gestión. Mezclarlo deteriora todo. 

El hecho de que puestos de responsabilidad de la administración dejaran de estar ocupados por políticos y se cambiara el sistema de elección como proponen algunos partidos como Ciudadanos para que todos se elijan por méritos profesionales, ¿mejoraría el funcionamiento de de los partidos?

Un director general debe ser nombrado entre personas de capacidad y mérito. No hay que cambiar el sistema porque el sistema ya dice eso. Lo que ocurre es que no se cumple. Y si no se cumple es porque no se castiga el incumplimiento. La sociedad tiene que ser menos tolerante a la hora de permitir que se nombre a dedo a determinadas personas simplemente por el hecho de que vienen de la carrera política, que es para llegar al Legislativo. Ahí sí que tiene que haber carga política para los puestos, que son electivos.

En el libro también comentan que los partidos se resisten a ser regulados.

Hay partidos que defienden que su forma de elección es la correcta y que tienen derecho a auto organizarse. Pensamos que esto podía tener sentido en la Transición y probablemente en los primeros años de la democracia. Pero ya han pasado 40 años y debemos ayudar a los partidos a que incorporen en sus técnicas organizativas las mejores experiencias para defender un bien común que es para lo que entre todos tendríamos que ponernos de acuerdo que es el derecho a la participación política efectiva que tienen los ciudadanos. Y el sufragio activo y el sufragio pasivo. Si los partidos son una herramienta de la sociedad para organizar la participación política efectiva la tenemos que hacer con un funcionamiento democrático que opere dentro de unos límites que hagan que todos los partidos funcionen igual. 

¿Qué se podría hacer además de las primarias?

Fórmulas concretas de control interno a la dirección, congresos en fechas establecidas, órganos de control con poderes completamente blindados... Dentro de los partidos tiene que haber también división de poderes. En realidad más que división de poderes son sistemas de control. Nuestra propuesta es inspirarnos en la Ley de Partidos alemana que es muy garantista con respecto a los derechos de los afiliados frente a su dirección. Se trata de establecer sistemas de control de manera que el afiliado mande más en un partido que la dirección, que debe cumplir su función de dirigir. Por tanto, necesitamos una ley de partidos y una reforma de la ley electoral de manera que las primarias estén organizadas por y en los partidos pero bajo supervisión de la Junta Electoral.