Jon Iñarritu, el diputado de Bildu que siempre condenó la violencia de ETA se hace hueco en Madrid como azote del rey
El 28 de noviembre de 1999 ETA anunció la ruptura de la tregua que había decretado un año antes tras no ver consumado el intento de crear una institución única que aglutinara a los siete territorios que para el nacionalismo vasco conforman Euskal Herria –Euskadi y Navarra, en España, así como tres provincias del sur de Francia–, a lo que según la organización terrorista se habían comprometido EA y el PNV con la firma del Pacto de Estella de 1998.
Ante la decisión de la banda, que precedió a algunos de sus años más duros, con decenas de asesinatos, un joven Jon Iñarritu (Leioa, Bizkaia, 1979) de 20 años que comenzaba entonces sus estudios de Derecho decidió entrar en política precisamente para luchar contra el terrorismo de ETA desde sus convicciones izquierdistas e independentistas, pero con un contundente rechazo a la violencia y en favor de los derechos humanos.
Iñarritu fue uno de los fundadores de Aralar, la formación surgida en 2000 por parte de independientes y de disidentes de Herri Batasuna contrarios al terrorismo, que en 2011 –apenas unos días antes de que la banda anunciara el fin definitivo de su actividad armada– se alió con la izquierda abertzale, EA y Alternatiba para, siempre desde el desmarque de la violencia, crear Amaiur, primero, y EH Bildu, más tarde.
Nueve años después de ese hito de la política vasca y cuando ya se han cumplido dos desde la disolución de ETA, Iñarritu, actual diputado de EH Bildu en el Congreso de los Diputados, acaparó esta semana titulares por mostrar públicamente su “solidaridad personal y profunda” a un diputado de Vox, Antonio Salvá, padre de Diego Salvá, un guardia civil asesinado por ETA en 2009. Junto a su compañero, Carlos Sáenz de Tejada, ambos fueron las últimas víctimas mortales de la banda terrorista en un atentado con bomba, el que tuvo lugar en el cuartel de Palmanova, en Mallorca.
“Yo cuando ocurrió ese terrible asesinato, esa injusticia, que el señor Salvá sufrió en su familia y que nunca tenía que haber sufrido, expresé mi condena, mi rechazo con mi partido, y aquello que sostuve hace once años lo sigo sosteniendo igual. Toda víctima de cualquier violencia merece todo mi respeto, solidaridad y pésame. Y usted, señor Salvà, independientemente de lo que yo piense de su formación, que seguramente sea lo mismo que usted piensa de la mía, tiene mi respeto como persona, pero como víctima tiene también mi solidaridad personal y profunda”, aseguró Iñarritu.
La trayectoria internacional
Su mensaje de rotunda condena a la violencia de ETA, que no sorprendió en el País Vasco pero sí en Madrid, llegaba en plenas negociaciones de los Presupuestos Generales del Estado que, el jueves, la militancia de EH Bildu aprobó apoyar con una abrumadora mayoría del 91%. Las palabras de Iñarritu adquirieron una especial relevancia ante la durísima campaña lanzada por las tres derechas –PP, Vox y Ciudadanos– contra el Gobierno de Pedro Sánchez por recibir ese apoyo de la formación independentista. Le acusan de pactar con “los herederos de ETA”. Y dentro de ese grupo las tres derechas meten todo: a Otegi, pero también a quienes entraron en Bildu procedentes de Aralar o de Eusko Alkartasuna.
En la última sesión de control al Gobierno, la del pasado 18 de noviembre, el líder del PP, Pablo Casado, llegó a reprochar a Sánchez el recibir el apoyo de EH Bildu a los Presupuestos al considerar que los integrantes de la formación abertzale “son los de Hipercor” –en alusión al atentado perpetrado por ETA en 1987 en Barcelona, en el que fueron asesinadas 21 personas– y “los chivatos” que facilitaban las matanzas de la banda terrorista.
La trayectoria política de Iñarritu, sin embargo, ha estado marcada precisamente por el rechazo y la condena a la violencia. Su entorno destaca de él su interés prácticamente genuino por la política, los derechos humanos, el derecho a la autodeterminación y los pueblos y civilizaciones pequeñas.
Nacido en Leioa (Bizkaia), su infancia y adolescencia la pasó en Getxo (Bizkaia) –una de las localidades más ricas del País Vasco–, aunque por estudios y trabajo el hoy diputado de EH Bildu ha vivido en Francia, Italia, Turquía, Reino Unido, Suiza y hasta Israel. Desde sectores de la izquierda se le ha reprochado en muchas ocasiones su posicionamiento ante el conflicto palestino-israelí por apostar, según su entorno, “por los dos estados, los derechos humanos y la autodeterminación”. Él, de hecho, reniega de la etiqueta de “sionista” que le han puesto desde algunos sectores, aunque reconoce abiertamente su lucha contra el antisemitismo.
Iniciativas sobre la monarquía y la memoria antifranquista
Iñarritu se especializó en Derecho Internacional, domina seis idiomas –castellano, euskera, inglés, francés, italiano y hebreo– y trabajó para una de las empresas de la Corporación Mondragón (MCC), cuyos proyectos le llevaron por todo el mundo. Una vez metido en política, el hoy diputado también ejerció como asesor en el Parlamento Europeo. Fue antes de su llegada a Madrid, en 2011, tras lograr un inesperado escaño por Bizkaia en el Congreso con la coalición Amaiur. En la siguiente legislatura (2016 y 2019) y ya dentro de EH Bildu, fue senador por designación del Parlamento Vasco. Es allí donde logró una notable repercusión como azote de la monarquía y firme defensor de la memoria antifranquista.
Sus preguntas e iniciativas parlamentarias más sonadas han tenido que ver, desde entonces, con la petición de exigencias al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) por llevar varios lustros sin preguntar por el rey y la Casa Real, el intento por crear comisiones de investigación sobre la monarquía –siempre rechazadas por las mayorías de PSOE y PP en las Mesas de Congreso y Senado–, o exigir el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica en lo referido a la retirada de los símbolos franquistas.
Iñarritu se siente cómodo en Madrid, donde lleva viviendo gran parte de la semana desde hace nueve años. Su entorno asegura que en la capital ha hecho “muchos amigos” y que pone en valor que haya “de todo”. Asume, además, la permanente crítica que se hace a EH Bildu en toda España por la resistencia de algunos sectores de la coalición a utilizar la palabra “condena” frente a ETA. En todo caso, él siempre defiende su pertenencia a la formación independentista porque todos sus miembros “tienen en común el rechazo a todas las violencias” o la “defensa de los derechos humanos”.
Según su entorno siente una cierta desazón por el permanente “intento de estigmatizar” a EH Bildu desde distintos sectores y lamenta que lo que se pide a la formación abertzale “no se les pide a otros ante situaciones similares”, en alusión al terrorismo del GAL o a los abusos policiales.
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