José María Lassalle (Santander, 1966) es uno de los representantes de ese centro derecha moderado que se siente “huérfano” por la deriva del que hasta hace tres años fue su partido, el PP, hacia posiciones más extremistas, por el acercamiento de la dirección de Pablo Casado a Vox y por los vaivenes de Ciudadanos. Este cóctel se escenificará el domingo en la protesta de la Plaza de Colón de Madrid contra los indultos a los presos del procés que volverá a unir a las tres derechas en un emblemático espacio de la capital dos años y cuatro meses después de la conocida como foto de Colón, que reflejó por primera vez la unidad de acción de esas fuerzas políticas –que después se trasladaría a gobiernos autonómicos y municipales– y la normalización de la extrema derecha por parte de quienes batallan con ella por el mismo electorado.
Lassalle no asistirá, como tampoco lo harán otros exdirigentes populares –no irán tampoco los barones considerados más moderados– que, como él, repudian la connivencia de la actual dirección de Casado con el partido de Santiago Abascal. Tras ser diputado del PP durante cinco años y secretario de Estado (primero de Cultura y, después, para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital) durante los gobiernos de Mariano Rajoy, Lassalle dejó de militar en la formación conservadora en 2018, nada más conocerse la primera alianza de Casado con Vox para poder gobernar en Andalucía.
Ahora presenta El liberalismo herido. Reivindicación de la libertad frente a la nostalgia del autoritarismo (Arpa, 2021), un ensayo en el que pide una reflexión de la corriente política liberal para adaptarla a una sociedad plural y diversa. Lassalle atendió a elDiario.es este viernes, por teléfono.
En su ensayo, habla de la necesidad de “reconstruir” el liberalismo. ¿A qué se refiere?
El pensamiento liberal debe reconstruirse como una doctrina y un cuerpo teórico de ideas que permita a la democracia seguir estableciendo unas pautas de convivencia que concilie la defensa del individuo y su libertad con los principios éticos que deben acompañar la vida en comunidad. Y eso pasa evidentemente por un liberalismo que reconfigure ciertos planteamientos políticos.
El liberalismo debe resignificarse en torno a la defensa de los valores del pluralismo
¿Que se abra a avances sociales o a la integración de otras culturas?
El liberalismo tiene que reflexionar críticamente sobre su bagaje y, especialmente, sobre cuál ha sido su evolución en los últimos 50 años y, sobre todo, debe resignificarse con un pensamiento que evoque la emancipación del ser humano, la capacidad crítica para juzgar la política, o la defensa de los valores que sostienen una democracia liberal alrededor del pluralismo: la tolerancia, el respeto al otro, la empatía o la generosidad. Estas palabras quedaron olvidadas en el tiempo por la relación con un neoliberalismo que silenció esos elementos.
¿La socialdemocracia debe ser uno de esos nuevos aliados o forma ya parte del pensamiento liberal?
Es parte del pensamiento liberal desde finales del siglo XIX y comienzos del XX. De hecho, la democracia ha sobrevivido porque el liberalismo democrático y el socialismo democrático fueron capaces de pactar, de formar gobiernos.
Desde hace unos años se relaciona al liberalismo con una serie de dirigentes que dicen representarlo y que abogan por la iniciativa privada y la reducción del Estado, así como que apelan a ir en contra de otros pensamientos.
El neoliberalismo, que nace de la revolución conservadora que protagonizan Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y que es producto de una evolución ideológica que habría que retroceder en el tiempo, no es un pensamiento liberal en su sentido estricto. Todo lo contrario. Es el enemigo del liberalismo. Y ha ido desplazándole en los imaginarios, en la capacidad para hegemonizar el discurso en las democracias occidentales. Pero el neoliberalismo es una ideología que implica un análisis del individuo a partir de una interpretación estrictamente económica, lo cual supone dejar fuera todos los aspectos morales y éticos que acompañan al sentimiento liberal y que encarnan la idea del ser humano como un agente moral. Rechazan al Estado y lo consideran como un enemigo de la sociedad civil, cuando el pensamiento liberal ha defendido siempre que no puede haber mercado, sociedad civil o iniciativa individual si no es en el marco regulador de un Estado y una legalidad que garantice los derechos, establezca obligaciones y garantice un equilibrio entre la libertad y la igualdad.
Cuando Isabel Díaz Ayuso centró su campaña en hablar de la libertad para ir de bares o para hacer cada uno “lo que le dé la gana”, ¿eso fue liberalismo, neoliberalismo o populismo?
Es una hibridación de libertarismo y populismo. El pensamiento liberal lo que defiende, como lo hacía Montesquieu, es que la única libertad posible es la que se enmarque dentro de la regulación de la ley. Él consideraba que no hay libertad sin ley o sin regulación. El respeto al derecho a la salud que otros tienen debe conciliarse con el ejercicio de nuestra libertad. La libertad no puede confundirse con una libertad absoluta porque implica evidentemente un compromiso ético hacia los demás. Si no entendemos eso, no estamos hablando de libertad, sino de otra cosa, lo que Locke llamaba una mera y sencilla licencia para hacer lo que uno quiera. Eso nos coloca más en un plano de embrutecimiento moral que de excelencia cívica.
El pensamiento de Díaz Ayuso es una hibridación de libertarismo y populismo
Usted ha dicho que el liberalismo español se tiene que abrir al reconocimiento de otras identidades, e incluso abre la puerta a una reforma de la Constitución. ¿Esos mensajes tienen ahora cabida en el que fue su partido, el PP?
Tienen cabida en un perímetro intelectual de moderación y de respeto a la diversidad y a la diferencia. El pensamiento liberal es un gestor intelectual de la diversidad y del pluralismo. No puedes entender el liberalismo sin el respeto al otro y a la diversidad. Si eso sucede en el seno de la sociedad civil, debe suceder también en el seno del Estado. Alojar diversidad no debe ser un problema. Lo es para alguien con una mentalidad nacionalista. La moderación no casa bien con un nacionalismo excluyente.
¿Se está equivocando el PP con su política en Catalunya?
El PP en Catalunya tiene un problema desde hace mucho tiempo, y probablemente tenga que ver con la incapacidad de algunos para entender que la manera de ser española debe ser conciliable con la defensa de la diversidad cultural y lingüística. No puedes concebir al otro desde la exclusión. Y es evidente que si eso no opera desde el ámbito de la sociedad civil no puede operar en la configuración de una soberanía política que sepa arropar en su seno la diversidad.
La imagen del domingo en Colón en la que dirigentes del PP compartirán protesta con Vox en contra los indultos, ¿ayuda a la imagen de moderación del partido?
Un partido que aspira a ser alternativa de gobierno, que asume una visión de Estado y que se compromete con los valores de la moderación, del liberalismo o de la centralidad política, no puede ir de la mano de la extrema derecha a ningún sitio. Lo que debe hacer es lo que sucede en Francia, con Emmanuel Macron, o en Alemania, con la CDU, que es rechazar cualquier tipo de relación con la extrema derecha, porque esta cuestiona los planteamientos éticos que deben regir la convivencia dentro de una sociedad democrática. Decía Karl Popper que hay que ser intolerantes con los intolerantes. Es absolutamente imprescindible que cuando tienes delante a un partido político que está cuestionando una parte sustancial de los fundamentos éticos y morales de una democracia liberal no puede haber ningún tipo de proximidad, cercanía o complicidad. Todo lo contrario.
¿Usted es favorable al diálogo entre Gobierno y Generalitat? ¿Qué opina sobre los indultos después de que Oriol Junqueras los apoyara y decidiera renunciar a la vía unilateral?
Hay que trabajar en dar una oportunidad al diálogo dentro de la legalidad cuando hay voluntad de afrontar el problema catalán sin unilateralidad.
Habla en su libro de que el miedo moviliza ahora al pueblo. ¿También lo hace con los partidos? Cuando el PP se manifiesta con Vox, ¿es también por miedo a ser fagocitado por la extrema derecha?
Desde luego es una parte sustancial de la estrategia que anima a los partidos en un determinado momento. En estos momentos quien está conectando por desgracia con una parte importante de los imaginarios sociales, asociados al miedo y la incertidumbre, está alrededor de la extrema derecha. El hecho de que no haya una respuesta eficaz con capacidad para contrarrestar su avance hace que uno quiera conservar lo poco o mucho que tiene. En ese discurso no hay capacidad de respuesta y lo que alimenta todo es el miedo.
Tras dejar el PP, ¿se siente José María Lassalle huérfano en la política española?
Me veo huérfano como un liberal demócrata que defiende la moderación como estructura de vida y pensamiento, como alguien que no ve en el otro un problema ni un enemigo, sino una oportunidad y un amigo. La política española no aloja esta visión y se aleja de lo que representa la política europea. No entiendo por qué el adversario político ha de ser un enemigo necesariamente cuando los problemas globales sí son necesariamente de todos y necesitan urgentemente la colaboración de todos.