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La Justicia confirma que el marido de Aguirre “inventó” la donación del Goya para librarse de la ruina pero descarta el delito

Goya

Marcos Pinheiro

3 de marzo de 2023 22:57 h

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La familia del marido de Esperanza Aguirre, Fernando Ramírez de Haro, “urdió” la donación falsa de un cuadro de Goya para que la pareja de la expresidenta de Madrid pudiera venderlo y salvarse de la quiebra económica. En realidad, la operación salvó al matrimonio porque el matrimonio convive en régimen de gananciales. Lo confirma la Audiencia Provincial de Madrid en un auto de 27 páginas, en el que hace un minucioso recorrido por el caso. Eso sí, los jueces concluyen que no hubo delito, entre otras cosas, porque todos los hermanos de la familia Ramírez de Haro dieron su conformidad a esa “donación inventada”.

La causa se abrió a raíz de la querella de Íñigo Ramírez de Haro, hermano de Fernando, que acusaba a este de simular la donación del cuadro, del que era propietario el padre de la familia, y de no repartir el dinero que recibió con su venta. Aguirre y su marido vendieron el cuadro al empresario Juan Miguel Villar Mir por 5.115.600 euros cuando las deudas con Hacienda amenazaban con llevar a Fernando Ramírez de Haro ante la Justicia. Habría arrastrado a Aguirre, porque están casados en régimen de gananciales.

Íñigo sostenía en la querella que su hermano Fernando, el marido de Aguirre, le engañó, diciendo que vendería el cuadro en nombre de todos los herederos, pero que a la muerte de su madre repartiría su precio por partes iguales, unos 850.000 euros a cada uno. Ese reparto nunca se produjo. La querella relata cómo se urdió la simulación de la donación gracias a que una de las hermanas dejó constancia del proceso en una grabación de audio, años después.

Tras dos años de proceso judicial, la Audiencia de Madrid cierra definitivamente el caso y descarta todos los delitos que investigaba por diversas razones: que hay eximente de parentesco porque son hermanos, que no hay indicios suficientes, que la Fiscalía no aprecia delito fiscal o que los documentos no son falsos, son verdaderos aunque nazcan de un invento acordado por todos.

Pero lo más relevante de la resolución es que confirma que la donación del cuadro de padre a hijo jamás ocurrió. Fue un invento de la familia, que formó un “gabinete de crisis” para tratar de salvar a Aguirre y a su marido de las deudas económicas.

La confesión de la hermana

El auto basa su conclusión en el relato que hizo de Beatriz Ramírez de Haro. Grabó esta nota de voz, a la que ha tuvo acceso elDiario.es en abril de 2019 relatando a sus sobrinos –los hijos de Aguirre– “una historia muy bonita” de la familia: cómo se inventó la donación falsa del cuadro de Goya cuando la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid alertó a su familia política de que sus números rojos eran insostenibles.

Beatriz cuenta que la familia descubrió en aquella época que el cuadro que había colgado siempre en el salón familiar era en realidad el retrato de Valentín Belvís de Moncada y Pizarro, marqués de Villanueva del Duero, y que había sido pintado por Goya, lo que situaba su valor entre los siete y los ocho millones de euros. Suficiente para salvar a Fernando y a Aguirre. La familia fabricó un documento en el que se decía que el cuadro había sido legado por el padre solo a Fernando, con una fecha falsa, y poco después el matrimonio vendió el cuadro a Villar Mir, un empresario que recibió adjudicaciones millonarias por la Comunidad de Madrid durante los años anteriores, por más de cinco millones de euros.

El análisis de la grabación y el cotejo de las fechas llevan a los jueces a concluir que la familia Ramírez de Haro “decidió inventar una donación inexistente”. “Beatriz Ramírez de Haro Valdés relató la verdad a sus sobrinos acerca de tal inexistente donación”, insiste el auto en varios momentos, que detalla cómo el “gabinete de crisis” familiar para salvar a Aguirre y a su marido urdió esa estrategia y elaboró unos documentos falsos.

Una “falsificación ideológica”

Sin embargo, en el prolijo repaso de los hechos, los jueces se detienen en cada delito denunciado para descartarlo. Por ejemplo, el de la falsedad documental de la donación inventada. La Audiencia Provincial señala que hay una “una falsedad ideológica”, pero que los documentos son “genuinos y auténticos”. Es decir, se elaboran bajo una premisa falsa, pero su elaboración es auténtica y están firmados por un notario. La falsificación ideológica, dicen, solo la pueden cometer las autoridades y funcionarios, “condición de la que carece D. Fernando Ramírez de Haro Valdés.”

El auto además hace hincapié en que el proceso de invención fue avalado por el denunciante: “Íñigo Ramírez de Haro Valdés mostró su conformidad, exigió documentar tal figurada donación con objeto de que D. Fernando Ramírez de Haro Valdés dispusiera de un título de propiedad sobre la obra que le permitiera venderla a terceros”.

La defensa del querellante argumenta que Íñigo quiso ayudar a su hermano y firmó lo que el notario de Fernando le puso delante –sin entregarle copia, ni mostrarle las escrituras simuladas de 2012 sobre la inexistente donación, añaden–. Cuando se dio cuenta de la manipulación, se querelló e incluyó al notario.

Las maniobras de Aguirre

Los jueces descartan los delitos fiscales denunciados por Íñigo y también los delitos societarios relativos a la gestión de las empresas familiares, estos últimos por la relación de parentesco entre los hermanos, que impide a Íñigo acusar a Fernando, tal y como establece la ley española.

El auto repasa algunas de las maniobras de Aguirre, pero también libra a la expresidenta regional de cualquier reproche penal. Por ejemplo, la reducción desde la Comunidad de Madrid del 95% del impuesto de sucesiones tres días antes de que muriera el padre de su marido.

Los jueces ven solo “una coincidencia de fechas” y descartan que el Gobierno de Aguirre buscara modificar un impuesto “especialmente en beneficio” de su marido. “La realidad es que la modificación legislativa benefició a una pluralidad de herederos”, concluyen.

Tampoco ven delito en que Aguirre vendiera el Goya a Villar Mir, con quien mantenía una relación de amistad; es decir, que el empresario hubiera ayudado al matrimonio en la comisión de un delito al comprar el cuadro que había obtenido mediante una donación falsa: “Al derivar de la amistad la comisión del delito es una conjetura”.

La bonita historia familiar que Beatriz Ramírez de Haro relató a sus sobrinos en abril de 2019 añade así un nuevo capítulo: la justicia confirma que todo fue una farsa, pero concluye que no hubo delito.

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