En 'El traje nuevo del emperador', Hans Christian Andersen contaba la historia de un rey que, cegado por su obsesión con el lujo, llegaba a presentarse en calzoncillos ante sus súbditos sin que nadie se atreviera a decirle que no solo no llevaba una fantástica tela invisible, sino que iba desnudo. En 'King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I' (Libros del K.O) los periodistas José María Olmo y David Fernández relatan cómo durante décadas en España decenas de personas supieron que Juan Carlos de Borbón llevaba una vida paralela, tanto personal como institucional y fiscal, pero la gran preocupación fue taparlo, nunca frenarlo.
Fueron un parche tras otro colocados por el Estado, los servicios de inteligencia o grandes empresarios para que Juan Carlos I pudiera seguir recibiendo millones de euros en paraísos fiscales mientras lamentaba la crisis económica en sus mensajes navideños por televisión.
A lo largo de 19 capítulos, los autores sazonan su extensa investigación periodística propia con otras obras y detalles de Rebeca Quintáns, José García Abad, Álvaro de Cózar o elDiario.es para rodar la película completa de la vida alternativa del hoy rey emérito. Una aleación de crónica rosa, relaciones de poder, pasión por la riqueza e ingeniería financiera que permite ver la trayectoria del monarca desde otra perspectiva.
El libro aplica un filtro de realidad a lo que, a ojos de los españoles, fue una vida entregada a España aliñada con rumores amorosos, de esos que todo el mundo sabía pero no se publicaban. Detrás de muchos de esos cuchicheos, además de una relación personal, había un trasiego de millones o incluso un intercambio de favores con algún mandamás de Oriente Medio. Resulta que el rey conocido por campechano padecía una fiebre del oro que, explica el libro, rivalizaba con la que experimentó Thorin Escudo de Roble cuando pudo, por fin, zambullirse en los tesoros de Erebor en una versión acorazada del Tío Gilito.
Mientras mantenía unidas las costuras de un país recién salido de cuatro décadas de dictadura, Juan Carlos de Borbón “se rodeó de los prohombres del pelotazo”, explica la obra. Puso en marcha un entramado financiero de funcionamiento similar al de una célula yihadista para evitar levantar sospechas. Cada foto oficial escondía una historia de tratos, maletines y transferencias bancarias mientras, a espaldas de los españoles, alguien bautizaba una sociedad offshore como “K.Legacy”, asimilable al legado del rey.
La crónica social se mezcla con una película de espías y reyes y algo parecido a un informe policial, plagado de nombres de sociedades, testaferros y cifras astronómicas. Algunas conocidas, otras inéditas. No se salvan ni los Bribones, la sucesión de barcos usados por el monarca en este cruce de informe de la UDEF con un especial de Lecturas. Y refleja que detrás del término “amiga íntima” que la prensa española acuñó para Corinna Larsen, en su momento pareja del rey, se escondía una historia de millones y paraísos fiscales que cruzó sus caminos con el comisario José Villarejo.
El libro de Olmo y Fernández también sirve para descubrir a los escuderos del rey. Personas ubicadas en lo más alto de la cadena trófica social y económica española que accedían a ser los secundarios en la historia de Juan Carlos de Borbón, cuyo poder se unió al de discretos colaboradores del monarca expertos en evitar las cámaras. Nombres de sobra conocidos como Félix Sanz Roldán, Juan Miguel Villar Mir, Arturo Fernández o Álvaro de Orleans se suman a una nómina de colaboradores como Allen Sanginés-Krause, José Mestre, Josep Cusí, Nicolás Murga, Manuel Prado de Colón y Carvajal o Vicente García-Mochales.
'King Corp' explica también cómo el monarca emérito acabó en Abu Dabi. Desde su despliegue de habilidades diplomáticas en oriente medio hasta su salida de España, acorralado por unas investigaciones de la Fiscalía que sirvieron para desnudar parcialmente al rey, pero no para sentarle en el banquillo. Una historia que tiene todo lo que se le puede pedir a la trayectoria de un monarca: un castillo en Irlanda, un convento de Capuchinos en Sanlúcar de Barrameda y riquezas, muchas riquezas, cuya gestión offshore ha quedado impune.