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La legislatura de las promesas rotas... antes de empezar

8.547.478 votantes vieron este sábado cómo sus partidos incumplían su promesa electoral más firme: no hacer presidente del Gobierno a Mariano Rajoy. “En ningún concepto”, “bajo ninguna circunstancia”, repitieron durante dos campañas electorales eternas y más de 300 días los principales líderes de PSOE y Ciudadanos, sin que nadie advirtiese antes de las elecciones que ese compromiso pudiese variar.

Los socialistas, sumidos en una furibunda crisis que ha roto a la mitad el partido y se ha llevado por delante a su secretario general Pedro Sánchez, han optado por abstenerse y ni siquiera todo el grupo parlamentario ha seguido la instrucción: 15 de los 85 diputados decidieron votar no. La formación de Albert Rivera ha acabado en el sí, tras un breve paso por la abstención y un acuerdo de 150 medidas firmado con el PP. El salto dado por su candidato Rivera es sideral: repitió en los dos debates televisivos del último año, primero ante la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, y luego ante el propio Rajoy, que no contasen con ellos para perpetuar en La Moncloa “al dirigente que mandó mensajes a Bárcenas”. 

La contundencia de los mensajes lanzados en campaña por los portavoces y candidatos de estos dos partidos hacen muy difícil que los electores puedan recuperar la confianza en ellos, coinciden los politólogos y expertos en demoscopia electoral consultados por eldiario.es.

Los vídeos de diferentes líderes negando lo que al final hicieron sus partidos inundan la Red. Como ejemplo, Albert Rivera, aseguró el 18 de diciembre de 2015, último día de la campaña electoral durante un foro patrocinado por Europa Press, El Periódico de Cataluña y el Banco Sabadell a una pregunta sobre si podían apoyar a Rajoy: “Si es muy sencillo, si ya hubiesen pasado las elecciones dirían 'este tío va a engañar a sus electores', pero es que lo estoy diciendo aquí y soy el único candidato de España que lo habrá contestado unas 200 veces, entonces, que tomen nota, sí, nosotros creemos que si no podemos gobernar, estaremos en la oposición”.

Tras aquellas elecciones, en las que Rivera intentó sin éxito sacar adelante un Gobierno de Pedro Sánchez, el líder de Ciudadanos ha vuelto a repetir al menos otras “200 veces” que no había ninguna posibilidad de que avalase a Rajoy. 

El “no es no” del PSOE estuvo a punto de convertirse en la canción del verano en boca de todo tipo de dirigentes, principalmente del portavoz parlamentario de ahora y antes, Antonio Hernando.  

El coste de incumplir promesas

La socióloga Belén Barreiro, presidenta del CIS con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y directora del gabinete de estudios MyWord, pronostica que quien más difícil lo tiene es el PSOE, dado que según los últimos sondeos, solo el 9% de sus votantes aceptan la abstención. El 12% se conforma con acudir a otras elecciones y la amplísima mayoría opta por un Gobierno alternativo que Sánchez solo se atrevió a explorar en el final de sus días.

Barreiro, que ha estudiado la influencia del incumplimiento de las promesas electorales en los partidos, asegura que lo relevante no es cambiar el discurso sino poder justificarlo: “Tiene más coste incumplir las promesas cuando menos capacidad tengan los partidos para argumentarlo. El problema respecto a lo dicho en esta última campaña es que hubo otras elecciones meses antes y ya era evidente que no iban a producirse grandes cambios electorales. Es poco creíble para los ciudadanos decir que este escenario no estaba previsto. No me atrevo a pronosticar cómo reaccionarán los votantes de Ciudadanos, una formación con poca historia y que a fin de cuentas ha pactado con un partido de su mismo ámbito ideológico. En el caso del PSOE, quitar un líder para incumplir un compromiso es difícilmente digerible. Se puede reconstruir con el tiempo pero ya viene de una trayectoria de desgaste y mantiene una relación emocional con su electorado muy difícil”. 

Sol Gallego Díaz, exdirectora adjunta de EL PAÍS, carga con más de 40 años de oficio a sus espaldas en los que ha visto todo tipo de escenarios políticos. Asegura que en ningún momento como ahora se ha dado “tal desprecio por la verdad” pero no lo circunscribe a España, recuerda lo que ha pasado en Gran Bretaña con el Brexit o la estrambótica campaña de Donald Trump en Estados Unidos y lo vincula al concepto de “postverdad” que desarrolló en un reciente artículo la directora de The Guardian, Katherine Viner. La idea central del texto es que la realidad no importa tanto si uno logra conectar con las emociones de sus votantes. 

Explicar la ruptura del contrato 

Volviendo a casa, Gallego-Díaz defiende que una promesa electoral “es un contrato con los ciudadanos” y requiere de una explicación convincente para saltársela. Sostiene que ni Ciudadanos ni PSOE han justificado su posición: “La explicación de la gobernabilidad del Estado no pasa por que sea Rajoy presidente, podría haber sido otro, incluso dentro del PP, menos vinculado con los casos de corrupción. Él no ha demostrado ninguna vinculación a esas redes, era responsable de las campañas electorales y tiene una responsabilidad política clara. ¿Por qué lo aceptan de candidato? Es difícil de saber. Ciudadanos es un partido liberal y apoya a un gobierno conservador para gobernar. No es infrecuente en Europa. ¿Por qué no piden que el candidato sea otro? Los votantes de Ciudadanos pueden sentirse decepcionados. No sé hasta qué extremo pero los del PSOE se sienten engañados. Y la reacción de los votantes de izquierdas suele ser más virulenta. El partido cuenta con que no haya elecciones hasta dentro de tres años. El calendario electoral es decisivo”.

Pero que no haya elecciones dependerá sobre todo de Mariano Rajoy, el hombre que tiene en sus manos el botón nuclear y que puede volver a convocarlas si la mayoría en contra del Congreso porfía en impedir su Gobierno. Así que el PSOE tiene ante sí un escenario diabólico con dos riesgos graves: servir de muleta al PP para apoyar sus presupuestos y ajustes que exige Bruselas (el primero, de 5.500 millones de euros) o enfrentarse a unos nuevos comicios con el partido hecho trizas. 

Es otra de las consecuencias de la carambola que permitirá a Rajoy seguir en La Moncloa. De las alianzas tejidas en el Congreso estas últimas semanas no hay antecedentes. Ni siquiera es comparable a 1996, cuando el líder del PP, el más votado en aquellas elecciones que destronaron a Felipe González, José María Aznar, tuvo que pasar de oír desde el balcón de su sede en Génova 13 cómo su parroquia gritaba “Pujol, enano, aprende castellano”, a admitir qué el mismo lo hablaba “en la intimidad” para ganarse el apoyo de CiU y llegar a la presidencia del Gobierno.

“El fracaso de la nueva política”

Rajoy no ha tenido que someterse a la humillación de la hemeroteca. Incluso se ha permitido durante el discurso de investidura hacer chascarrillos con los sms que envió para dar apoyo a su extesorero Luis Bárcenas cuando ya todo el mundo conocía la existencia de sus cuentas en Suiza y su multiimputación judicial. 

Le ha bastado con esgrimir la amenaza de unas terceras elecciones y sentarse a esperar, acentuando esa imagen de dirigente impasible que tanto explotan sus caricaturistas. Los guiñoles de Canal Plus lo presentaban ya a finales de los 90 cuando era ministro de Aznar como un jubilado en bata de casa leyendo el Marca.

Toni Martínez fue el padre de aquella serie y ahora dirige Todo por la Radio en la Cadena Ser, otro espacio de humor satírico. Martínez defiende que la investidura del sábado no es solo “el fracaso de la nueva política” sino de los tres partidos –incluye también a Podemos– que concurrieron a dos elecciones consecutivas en seis meses con el primer objetivo de desalojar a Rajoy del poder. 

“Los nuevos partidos han fracasado estrepitosamente, traían un mensaje de cambio personalizado en Rajoy. Un año después, su aportación a la credibilidad de la política es cero. El presidente sigue siendo el mismo y lo que se va a aplicar lo desconocemos. Hace menos de un año hubo 16 millones de españoles que votaron a partidos que planteaban explícitamente el cambio en la presidencia del Gobierno. Un año después ha ganado la persona que con 7 millones de votos planteaba su continuidad. El fracaso es poco discutible”.