La lenta agonía de las radios comunitarias
En un sótano del distrito de Hortaleza, junto a un parque al que dan la espalda los clásicos edificios colmena de Madrid, se encuentra el local, compartido con la asociación vecinal La Unión, en el que trabaja Radio Enlace desde hace 32 años. Están grabando como cada miércoles un programa con la fundación APROCOR, con personas de diversidad funcional. Con la llegada del COVID pasaron de una parrilla de 80 programas semanales a conseguir mantener unos quince, todos desde casa. “No contábamos con la pandemia y teníamos problemas de ventilación y espacio”, explica Paco Aragón, representante de la emisora. Ahora han podido recobrar parcialmente esa presencialidad y el trabajo personal que tanto caracteriza a las radios comunitarias: locutor, técnico, redactor y guionista, todo la misma persona.
Radio Enlace es una de las trece federadas a la Unión de Radios Comunitarias de Madrid (URCM) que pueblan las ondas de la capital. “Son una reclamación del derecho que tenemos a la comunicación y a ser escuchados”, sostiene Candela Rossi, presidenta de URCM y participante de Radio Almenara (Tetuán) desde hace más de 16 años. Son espacios completamente abiertos y accesibles a la participación del barrio, para que individualidades y colectivos tengan voz y formen parte del tejido del distrito al que pertenecen, retroalimentándose con asociaciones barriales y vecinales. En palabras de Rossi, “nuestro objetivo es que la gente conozca estos espacios y los viva como propios”, por lo que los socios realizan una labor de autogestión para contar sus historias y hacer de la emisora una “herramienta de integración social”.
Equipos, local, luz o limpieza necesitan de financiación. Las radios comunitarias se hacen con fondos a través de dos vías: cuotas por parte de los socios y subvenciones ofrecidas por la Comunidad de Madrid, además de pequeñas sumas por talleres formativos en algunos casos. Radio Enlace, por ejemplo, prima el primer modelo. “De socios podemos recibir unos 23.000 euros al año, de subvenciones de la Administración unos 8.000 o 9.000 euros y los talleres serían unos 6.000”, señala Paco Aragón. Radio Almenara, sin embargo, se apoya en las subvenciones, buscando poner por encima las necesidades de sus socios y adaptándose a las capacidades económicas de cada uno: “Hay que priorizar el acceso a la comunicación antes que poderlo financiar”, declara Rossi.
Un tercer canal sería el que utiliza OMC Radio (Villaverde), que además implementa inyecciones de capital provenientes de fundaciones privadas. “Los socios hacen su aportación para poder usar el espacio y también tenemos financiación tanto pública como privada, subvenciones del Ayuntamiento de Madrid para realizar estos proyectos de igualdad, juventud, empleo, salud…”, indican Alicia Barba Baños, presidenta de la entidad, y Marta López, una de las seis trabajadoras en plantilla.
Diferente es el caso de Radio Vallekas, que decidió abandonar la vía institucional y no pedir ayudas. “Abandonamos este camino porque vimos que exige un esfuerzo y dedicación que, si las personas que están aquí no están a sueldo, puede generar más problemas que solucionarlos”, afirma Álvaro Lorite, representante de la emisora, que se vio obligada a cerrar el 1 de marzo tras ser desahuciados por impago del alquiler del local. Llevaban once años sin atender a las cuotas. “Se dejó de pagar porque el alquiler iba asociado a una estructura de funcionamiento” que requería inyección de capital público debido a la subida de la renta, justifica. Aún así, trataron de negociar con el IVIMA (organismo arrendador) ya que entendían que estaban “dando un servicio comunitario contemplado por la Constitución”, pero no obtuvieron respuesta.
Almeida, a la sombra de M21
Pese a que muchas de estas emisoras ya emitían en el siglo pasado –por ejemplo, OMC se fundó para escapar del servicio militar obligatorio y tener una ocupación social para amparar a los objetores de conciencia–, durante la etapa de Carmena en el Ayuntamiento de Madrid parecían vivirse los años de oro de las radios comunitarias. Se creó M21, que, si bien tenía figura municipal, se dejaba entrever un ambiente más aperturista hacia el tejido barrial y asociativo. Sin embargo, esto no fue así para Radio Enlace, que la califica esta etapa como “un error muy grande” y considera que se “engañó a la gente”. De hecho, niegan que se apostase por ellos entre 2015 y 2019: “A nosotros no nos dieron nada, no hemos conseguido salir de este sótano con ningún partido”.
Onda Diamante (Canillejas) comparte la misma opinión. Aseguran que no notaron diferencia con Ahora Madrid en la Casa de Correos: “Pedimos un local que estaba a disposición para llevar la radio y uno de los motivos de rechazo fue que éramos alegales”. Y es que ninguna comunitaria puede tener una forma jurídica definida, emiten sin licencia. Esta es una de las reclamaciones de OMC, que, a diferencia del resto, sí notó algún cambio con el anterior Ejecutivo, al menos en el plano social. Existe un anteproyecto para la Ley General de Comunicación Audiovisual que contemplaría a las comunitarias como medios legales y con el que, tal y como explica Alicia Barba, cada comunidad tendría que regular y otorgar licencias de emisión.
Nada tiene que ver con la situación actual. “El cambio con la administración de Almeida es abrumador, nos tiene ahora mismo en una situación de peligro de existencia”, asegura la presidenta de la URCM. La representante de Radio Almenara acusa al actual consistorio de quitarles los espacios de participación. Desde varias centrales no solo señalan al PP de Almeida, sino también a la influencia de la ultraderecha: “Aunque no está en una posición de ventaja en el Ayuntamiento, Vox entra a combatir a todo el movimiento vecinal y asociativo”.
A pesar de todo, las historias siguen llegando a través de sus micros. Las lideresas de Villaverde continúan, como cada martes, grabando sus conversaciones para OMC Radio; un espacio en el que un grupo de mujeres mayores se reúnen para tratar desde una perspectiva feminista sus problemas. En Enlace, durante un programa realizado con el Centro de Primera Acogida de Hortaleza, un joven contó cómo estuvo durante siete meses en un CIE en Canarias sin más recursos que comer y dormir, sin distracciones ni métodos para favorecer el desarrollo. Y en Vallecas, en mitad del confinamiento, mujeres maltratadas que convivían con su agresor encontraron en sus emisiones una forma de apoyarse las unas a las otras a través de canciones. “Decía Bertolt Brecht que lo importante no es el número de oyentes, sino el de mensajes”, sentencia Aragón, en el pequeño estudio subterráneo.
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