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Lilith Verstrynge, la negociadora que no pudo evitar el paulatino desgaste de Podemos

Lilith Verstrynge, en una imagen de archivo.

Alberto Ortiz

26 de enero de 2024 22:29 h

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Heredó uno de los puestos más delicados del partido. Se tuvo que sentar en una silla caliente que habían ocupado antes de ella tres personas en solo siete años. Lilith Verstrynge (Madrid, 1992) asumió la Secretaría de Organización de Podemos en plena transición de liderazgos tras la salida de Pablo Iglesias. Un paso al frente audaz que tomó con solo 28 años. Tres años después, la dirigente abandona la formación tras unos meses complicadísimos en los que ha tenido que encabezar las negociaciones para la coalición con Sumar y la ruptura posterior. 

La negociadora no consiguió evitar el paulatino desgaste de Podemos, que le ha sacado de prácticamente todas instituciones y que, tras su cese, deja al partido con solo cuatro diputados en el Congreso. Su sustituta en el escaño será, previsiblemente, Candela López, de los Comuns, que se integrará en el grupo de Sumar y no en el Mixto, como sus compañeros del partido de Ione Belarra.

La dirigente abandona todos sus cargos después de unos meses de extremo voltaje en la izquierda alternativa. Como ‘número tres’ del partido, ha afrontado en el último año negociaciones a múltiples bandas y niveles para articular primero las coaliciones en los diferentes territorios para el 28 de mayo, y después para la coalición electoral del 23 de julio, que se tuvo que gestar en apenas diez días de vértigo. Verstrynge deja el partido además en medio de un proceso de renovación de todos sus liderazgos autonómicos. 

La noticia llegó por sorpresa, con un tuit escueto en el que no daba muchos detalles sobre su marcha: “Las despedidas son difíciles y tristes. Dejo mis responsabilidades políticas y también el acta de diputada. Mil gracias a la militancia de Podemos y a las personas que habéis confiado en mí estos años”. Un cierre a una intensa carrera dentro del partido al que se acercó desde su lanzamiento. Estudiaba en París y comenzó a acudir, ya en 2014, a las reuniones del círculo de la capital francesa. 

Antes había estudiado en el Liceo Francés de Madrid. Con solo 17 años se fue a París para cursar historia en la Universidad Denis Diderot, que luego acompañó con un máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Sorbonne Nouvelle y luego de Estudios Europeos y Relaciones Internacionales. Su relación con Francia, pero sobre todo con la política, empezó desde la cuna. Su padre es Jorge Vestrynge, uno de los fundadores de Alianza Popular del exministro franquista Manuel Fraga, embrión del actual Partido Popular. Con los años, sus pensamientos virarían hacia la izquierda y llegó incluso a participar en los inicios de Podemos. 

Su llegada a Podemos

Lilith Verstrynge compaginó sus estudios en Francia con diferentes incursiones en revistas de contenido político. En 2014 participó en la fundación de Dispara Magazine, un pequeño fanzine nacido de las oleadas del 15M. También trabajó en otra revista, Le Vent se Lève, donde llegó a ser jefa de la sección política y con la que mantuvo relación durante muchos después. En esas páginas entrevistó a quien luego la elegiría para entrar en la arena política nacional. Fue sin embargo su participación en un foro en la capital francesa, en 2015, al que acudieron algunos miembros de Podemos, su puerta de entrada al partido. Tania González, entonces eurodiputada, le propuso hacer en el Parlamento Europeo las prácticas del máster que estaba terminando.

Desde entonces, el patrón se ha repetido. Su capacidad de trabajo le ha ido llevando en cada puesto a ir asumiendo mayores responsabilidades. Quien fuera una de sus jefas en Bruselas, la exeurodiputada Estefanía Torres, dice que “es imposible trabajar con ella y no darse cuenta” de las cualidades que tiene: “resolutiva, eficaz, minuciosa”, recordaba en este perfil Aitor Riveiro. Cuatro años después, Idoia Villanueva contó con ella en el nuevo equipo de Bruselas salido de las urnas de aquellas elecciones de 2019.

No duraría mucho tiempo allí. Era enero de 2020. Podemos entraba en el primer gobierno de coalición desde la vuelta de la democracia y Pablo Iglesias necesitaba una persona para su equipo en la Vicepresidencia Segunda. Unos meses después iría en las listas del secretario general para el Consejo Ciudadano, en la tercera asamblea del partido. Se encargó a partir de entonces del área de Transición Ecológica, pero sin entrar a la ejecutiva. 

'Número tres' de un partido desarmado

La salida de Pablo Iglesias del partido abrió una nueva etapa en la que Verstrynge pasaría a ser una pieza fundamental. Fue en las listas para el Consejo Ciudadano de Ione Belarra y cuando la actual secretaria general ganó la votación de la IV Asamblea Ciudadana pensó en ella para una de las tareas más difíciles en cualquier partido político, pero más en una fuerza articulada a marchas forzadas, al calor de los éxitos electorales. El despliegue territorial siempre fue una de las debilidades de Podemos. 

Los antecedentes no eran buenos. El primero, Sergio Pascual, fue destituido por Iglesias en medio de su mandato por participar en una operación para hacerse con el partido en Madrid; Pablo Echenique tuvo que lidiar con multitud de peleas internas en los territorios, que se acabaron saldando con la creación de numerosas gestoras. Y a Alberto Rodríguez le pilló la pandemia. 

Vestrynge asumió esa tarea con apenas 28 años y se convirtió en la primera mujer que ocupaba esa responsabilidad en la historia del partido. Era la ‘número tres’ de una nueva dirección encabezada por mujeres: allí estaban, además de Belarra, Irene Montero, Isa Serra, Noelia Vera. Unos meses después, en plena bronca por las negociaciones para la coalición electoral en Andalucía, Belarra prescindió de Enrique Santiago, de IU, que manejaba desde 2020 la secretaría de Estado de Agenda 2030 y la dirigente pasó a compaginar sus tareas orgánicas con las de esa cartera en el ministerio. 

Si la gestión de sus antecesores fue tortuosa, lo que ha vivido desde entonces Podemos no se queda a la zaga. Con su salida, Pablo Iglesias quiso armar una bicefalia, con Belarra al frente del partido y Yolanda Díaz liderando la coalición Unidas Podemos. Pero el camino en solitario que inició la vicepresidenta segunda dio al traste con los planes iniciales del exlíder. Díaz comenzó a pensar en un proyecto diferenciado, que más tarde se llamaría Sumar, y la creación de esa nueva plataforma empezó a generar unas asperezas en el partido de Belarra que con los meses devendrían en grietas profundas.

2023, unidad y ruptura

Y quien tuvo que empezar a conducir la gestión orgánica de esas diferencias era la secretaria de Organización. Uno de los primeros momentos críticos lo vivió con la negociación para la coalición de las andaluzas, que terminó con Podemos fuera de la plataforma Por Andalucía porque los representantes de la marca no llegaron a tiempo al registro. Las relaciones entre Podemos y Yolanda Díaz se irían tensando con el paso de los meses hasta llegar a 2023, el año que consolidó la ruptura. 

El año empezó con una serie de negociaciones a múltiples niveles. Desde su despacho, Verstrynge coordinaba el mapa de coaliciones para las elecciones autonómicas y municipales de mayo. El partido lograría una cantidad de alianzas con Izquierda Unida y otras formaciones inédita, que no serviría sin embargo para remontar unos resultados muy malos para esas coaliciones y en concreto para Podemos, que perdió prácticamente todo su poder territorial. 

Al mismo tiempo, mantenía diversas reuniones con los negociadores de Yolanda Díaz, Josep Vendrell y Rodrigo Amírola, que habían comenzado las conversaciones con los diferentes partidos para empezar a preparar una candidatura de unidad para las generales, con la vista puesta en unos comicios que se celebrarían en septiembre. En esas negociaciones, Podemos trataba de hacer valer su peso con la defensa de unas primarias abiertas para decidir el peso de cada partido en la futura coalición. Llegó la semana de la presentación de la candidatura, en abril, en el polideportivo Magariños de Madrid, y las diferencias entre ambos lados de la negociación motivó que los de Belarra decidieran no acudir. Podemos faltó a la foto y el camino de la unidad comenzó viciado. 

Más tarde llegaría el primer varapalo para Podemos, con las elecciones del 28M. Desaparecieron de seis gobiernos al calor del avance de la derecha y la extrema derecha y salieron de los parlamentos de Madrid y Valencia. Pedro Sánchez adelantaba las elecciones generales. Sumar tenía diez días para articular una coalición a contrarreloj y Verstrynge volvía a los despachos, a las salas de reuniones y a las videollamadas para tratar de sacar las mejores condiciones para Podemos en la negociación. 

El acuerdo de unidad se selló en el último minuto, entre las críticas de Podemos al veto a Irene Montero de las listas. Los de Belarra hicieron campaña, pero tras los resultados comenzaron la senda que les llevaría a la ruptura unos meses después. Las elecciones dibujaron un nuevo mapa en la izquierda. Podemos pasaba de 23 a cinco diputados, los mismos que IU o los comunes y cinco menos que el partido de Yolanda Díaz. Ese retroceso y los malos resultados obligarían al partido a realizar un ERE en las semanas consecutivas. El partido se achicó casi un 90% a nivel territorial y un 70% a nivel estatal. 

Verstrynge ha pilotado desde entonces el partido a la par que se hacía cargo de las negociaciones con Sumar para articular el grupo parlamentario. Una tensa convivencia en el núcleo duro del grupo dejó a los cinco de Podemos sin portavocía adjunta y tampoco les dejó espacio de intervención en los plenos que se sucedieron en los primeros meses de la legislatura. Una última negociación, la del reparto de ministerios en el Gobierno, fue el último argumento del partido para abandonar el grupo parlamentario e iniciar un camino en solitario. 

La dirigente deja un partido muy mermado, que no ha resuelto sus problemas de arraigo territorial –el proceso de renovación de liderazgos en la mayoría de direcciones autonómicas acaba de ponerse en marcha– y que busca ahora remontar a partir de la candidatura de Irene Montero a las elecciones europeas. La marcha de Verstrynge, a la luz de los mensajes de Belarra y Montero en redes, se produce por motivos personales. Y la formación tendrá que recomponerse después de unos meses en el que ha acusado numerosas bajas, aunque motivadas por decisiones políticas: la de Nacho Álvarez, Alejandra Jacinto o más recientemente Roberto Sotomayor y Jesús Santos. 

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