Nunca antes la información internacional había hecho tanto daño al Partido Popular. Liz Truss ha sido la mayor damnificada de la fantasía fiscal que hizo que su estancia en Downing Street no pasara de 49 días. Fuera del Reino Unido, es el PP el que ha tenido que pegar el frenazo más brusco a causa del fracaso de la exprimera ministra británica.
El marrón se lo comió Cuca Gamarra el miércoles cuando subió a la tribuna para defender la enmienda a la totalidad de los presupuestos. Hace un mes, hubiera dicho que hay que bajar todos los impuestos y rapidito. Ahora tocaba plegar velas a tal velocidad que estuvo a punto de darse un cabezazo contra el mástil.
A finales de septiembre, la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP estuvo presidida por un eslogan proyectado en el videowall situado a la espalda de la dirección: “Menos impuestos”, decía. Alberto Núñez Feijóo lo reclamó, como ya había hecho en ocasiones anteriores. Donde está mejor el dinero es en el bolsillo de los ciudadanos, había dicho. Hasta que Liz Truss le dejó colgando del eslogan.
Para suerte de Feijóo, pasó el día en su despacho viendo el debate. Gamarra tuvo que concentrarse en reclamar la deflactación del IRPF, una alternativa mucho menos sexy que la fiesta anunciada con una rebaja fiscal masiva. Al menos, le quedó la opción de exigir descensos del IVA en el caso de “los productos básicos de la cesta de la compra”. Y algo más. También pidió que la rebaja del IVA del precio de la luz se prolongue más allá de diciembre.
Ese fue uno de los momentos en que el corazón de la ministra de Hacienda latió más rápido. María Jesús Montero lo tuvo fácil en el duelo y en ese tema entró a matar. Montero pudo recordar en su respuesta que el PP votó en contra de la ratificación del decreto que permitió esa rebaja temporal.
Le exijo que haga lo que yo rechazaba con mi voto es una extraña forma de hacer oposición. Pero se puede hacer si se pone cara de estar muy enfadado.
Montero disponía de un cálculo en su favor. Para un salario bruto anual de 18.500 euros –“el más frecuente en España–, la rebaja fiscal que promete el Gobierno supone ”un ahorro de 746 euros“. La deflactación que propone el PP permitiría a esas rentas un ahorro de entre 30 y 35 euros, según la ministra.
Gamarra tenía que conformarse con el tremendismo. “Los españoles son los europeos con mayor presión fiscal de la OCDE”, dijo con una pulla desinformadora de la que son expertos economistas neoliberales como Daniel Lacalle y Juan Ramón Rallo. Es eso que han llamado el “infierno fiscal” español, un término que provocaría las risas de suecos, noruegos o franceses. Montero respondió que la presión fiscal en España es inferior a la media de los países de la eurozona.
Montero estaba con ganas de aprovecharse de la duda fiscal existencial en que los tories han metido al PP. En realidad, se estaba relamiendo de gusto. Se había ido a buscar el programa electoral del PP, donde se pedía “una rebaja fiscal del IRPF que afectará a todos los ciudadanos” y un tipo máximo “por debajo del 40%”, que es lo que pretendía Truss, recordó la ministra. Y lo mismo en el caso del impuesto de sociedades, “por debajo del 20%, al igual que en Reino Unido”.
Los escaños del PP tuvieron que encajar esos golpes y algunos más. Para las acusaciones tradicionales de unos presupuestos derrochadores –se ha hecho de forma frecuente en esta legislatura–, Montero contaba con algunas cartas guardadas. Como tenían que ver con Isabel Díaz Ayuso, los diputados socialistas hicieron fiesta.
La ministra dijo que los presupuestos prevén una subida del gasto público de un 1,1%, que sería del 1,9% si se incluyen los fondos europeos. Pasó a comentar que los presupuestos del Gobierno de Madrid, conocidos ese mismo día, estiman un crecimiento del 11% del gasto. Ahí faltó el toque de batería típico de la 'stand up comedy'. Los diputados del PSOE y Podemos recibieron con grandes risas la información. ¿Y ahora quién es el derrochador?
Hasta Gamarra se reía. Mejor eso que lanzar juramentos como el capitán Haddock.
“Me deja la pelota botando”, presumió Montero, que ya se estaba llenando de balón. A la acusación de que la previsión de crecimiento que hace el Gobierno de la economía española en 2023 está fuera de la realidad y no se la cree nadie, la ministra recordó que los presupuestos de Díaz Ayuso esperan un crecimiento del 1,8% el próximo año. Los de Moreno Bonilla en Andalucía, entre el 1,8% y el 1,9%. Así que lo que es imposible para la economía española, es viable para la andaluza. Economía 'for dummies'.
Tamaño vapuleo hizo que por momentos se vieran caras largas en los escaños del PP. Pero son fáciles de alegrar. En su última réplica, le tocaba a Gamarra hacer algo, lo que fuera, para compensar. Eran sólo cinco minutos y ya estaba muy castigada. Había que ir a lo seguro y para eso sólo hay un tema en cartera.
Efectivamente, los ERE. Ahí sus diputados despertaron de repente y batieron palmas alborozados. Los ERE son como la canción del verano para el PP. Alegría y bailoteo garantizados.
Gamarra tuvo tiempo después de sacar a colación el asunto de la ausencia de invitación a Alfonso Guerra a la celebración del aniversario de la victoria electoral del PSOE en 1982. Un tema de clara relevancia presupuestaria.
Lo hizo con una gran sonrisa en la cara. Dientes, dientes. Hay que echarle mucha cara a la política en las situaciones más deslucidas. Esto no está 'pagao', pensaría Gamarra. Que le envíe la factura del sofoco a esa listilla de Liz Truss.