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Entrevista Politólogo

Lluís Orriols, politólogo: “Da miedo pensar en la reacción de PP y Vox si Sánchez gobierna sin ser el más votado”

Marcos Pinheiro

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A la hora de votar, ¿se comporta usted más como Jorge Javier Vázquez o como Belén Esteban? La pregunta puede parecer una frivolidad, pero encierra todo un conjunto de estudios de teoría política sobre cómo tomamos la decisión de introducir una papeleta en la urna, en función de nuestras identidades, nuestros sesgos o nuestras emociones. Hay quien se siente más vinculado a un partido, y le vota casi de manera recurrente –como Jorge Javier–, y quien varía su voto de elección a elección en función de lo que haya pasado en una legislatura –como Belén Esteban–. Y en el equilibrio entre los perfiles que representan ambos se sustenta la estabilidad democrática.

Eso es lo que sostiene el politólogo Lluís Orriols, que acaba de publicar 'Democracia de trincheras: Por qué votamos a quienes votamos' (Península), donde analiza los tipos de votantes y cómo influyen en la composición de un sistema democrático. Repasa, además, el estado creciente de polarización del debate público y advierte de que la democracia española está peor que hace dos décadas.

Este profesor, habitual de las tertulias políticas de la televisión, hace además un pronóstico para las elecciones generales de final de año: cabe la posibilidad de que gane el PP, pero no logre sumar para formar gobierno, y se repita un Ejecutivo de Pedro Sánchez pero habiendo quedado segundo en los comicios. Con la vista puesta en lo ocurrido en EEUU y Brasil, advierte: será un test fundamental para la democracia española.

En su libro empieza explicando cuál es la diferencia entre el votante Jorge Javier y el votante Belén Esteban, ¿es mejor que haya de los primeros (absolutamente fieles) o de los segundos (cambian su voto en función de cómo lo haga el partido)?

Intento reivindicar que ambos son necesarios, pero no doy la receta concreta de cuántos necesitamos. Lo que sí que está claro es que no puede haber en la totalidad de un grupo o de otro, porque ambos son necesarios para que el sistema funcione. Desde la teoría democrática, incluso desde los medios de comunicación, se tiene la visión de que todos deberíamos ser como Belén Esteban. Y que, por tanto, deberíamos tener una aproximación racional, aséptica, sin vínculos emocionales. Ese ideal de votante es ilusorio. En otras facetas de la vida no se le pide a la gente que se les quite emociones, identidades.

Todos tenemos algo de Jorge Javier dentro. El libro parte de una necesidad, digamos, de domesticar nuestras partes emocionales identitarias, que si bien son inevitables, son necesarias. Pero un exceso de ellas o en un proceso de polarización, de privatización de la política, sí que es necesario que hagamos un esfuerzo para reducir esa faceta.

¿Hay un partido que tenga más 'Jorgejavieres'?¿Y cuál más Belenes Esteban?

Lo que ya sabemos es que una vez que una persona establece un vínculo emocional con un partido, que suele ser el partido al que vota, esos vínculos son siempre igual de intensos. Es verdad que en los viejos partidos estas identidades son más resistentes y en cambio las nuevas formaciones políticas son menores. Los votantes, aún sintiéndose identificados, en un momento, pueden darles la espalda más fácilmente. No existen los mismos anclajes. Eso explicaría por qué Izquierda Unida y UPyD, los dos sufriendo una crisis muy profunda en 2015, uno desapareciera y el otro no. A la mínima que hubo una crisis interna en el partido, la gente se fue a borbotones.

Luego volveremos sobre la fidelidad a unos partidos u otros, pero antes quería preguntarle por el concepto de polarización política que desarrolla en el libro. ¿Qué implica que haya más polarización?

La polarización en el fondo es la variedad del menú. La variedad es buena en cierto sentido. Pero existe otro tipo de polarización que es más agresiva, más nociva, y es la que más preocupa últimamente a los sociólogos y politólogos. Hay una polarización más de carácter emocional, una polarización de rechazo al adversario, de considerar que el adversario no tiene posiciones legítimas, que no debería estar en el debate público, debería ser expulsado y no tiene legitimidad para gobernar. Ese tipo de polarización sí que es lesiva y es decisiva porque quiebra uno de los elementos fundamentales en las que se sustentan nuestras democracias, que es el consentimiento de los perdedores.

Eso lo hemos visto en Estados Unidos y en Brasil, cómo la oposición no acepta los resultados y sale a la calle. En España tenemos expresiones quizás de menor intensidad, pero cuando se habla de gobiernos ilegítimos, también estamos en un contexto similar. Esto sí que es una polarización nociva

¿Qué podemos hacer para reducirla?

En el libro muestro algunos ejercicios, digamos domésticos o caseros, que puede hacer la gente, que consisten sobre todo en intentar no estereotipar al rival. ¿Cómo se hace eso? Intentando buscar los puntos favorables que tiene el rival.

Es el ejercicio que propone de escribir en un papel 10 cosas malas del partido al que votas, y 10 cosas buenas de su adversario político, ¿no?

Exacto, hay que buscar ese tipo de herramientas. Ahora bien, no podemos olvidar elementos más estructurales. ¿Por qué los populismos han crecido? Porque, digamos, los grandes consensos se han roto. Ahora hay democracias que atraviesan crisis porque los ciudadanos consideran que les están fallando porque no están proveyendo las políticas que ellos desean. Y cuando esto ocurre empieza un proceso de desafección, de deterioro de los canales tradicionales de representación. Son elementos más estructurales: hay que repensar qué democracias tenemos y hay que intentar repensar hasta qué punto nuestras democracias se están adecuando de forma efectiva a los nuevos tiempos. Y para ello me refiero a la globalización y a la existencia de poderes contra mayoritarios o instituciones que no están sujetas a la rendición de cuentas, como es la Unión Europea o el Banco Central Europeo, poderes mayoritarios que los ciudadanos no controlan excesivamente.

Buena parte del libro se dedica a explicar cómo las “gafas partidistas” nos influyen a la hora de relacionarnos con la información, y como los sesgos políticos facilitan la expansión de las fake news. Como periodista, le pregunto, ¿hay forma de luchar contra eso?

Cuanto más hondas son las trincheras, más difícil es que una persona acepte información inconsistente con lo que piensa. Cuanto más alineados están los medios de comunicación con esas trincheras, más fácil también tienen los ciudadanos evitar exponerse a mensajes contradictorios. Yo creo que hay muchos elementos del sistema mediático que pueden cambiar para fomentar eso. En España hay un ecosistema mediático plural en muchos sentidos, pero lo que hay que fomentar es la pluralidad de sensibilidades y opiniones dentro de cada medio. Cuando la diversidad es interna, obligas a que las personas entren en contacto con mensajes que no son consistentes con lo que piensan, aunque no lo quieran, porque no tienen otra opción.

En el libro hila algunas teorías con asuntos de actualidad, y hay varios por los que me gustaría preguntarle. Si el nacionalismo, la negociaciones con Catalunya, son una grieta para el PSOE, como menciona, ¿cómo se entiende sus últimos movimientos sobre las reformas de los delitos de malversación y sedición?

El Partido Socialista siempre se ha encontrado muy incómodo en este debate e intenta rehuirlo o ponerse de perfil. La paradoja que estamos viendo es que ahora mismo está con una agenda que es poner la cuestión de identidad nacional en primer plano en la agenda política. Eso tiene una explicación. El Gobierno sabe muy bien que ganar votos no es el único objetivo que tiene un partido político, que muchas veces puedes perder votos y maximizar tus opciones de gobernar.

Estamos en una democracia parlamentaria en la que no solo cuentan los votos, importa conseguir mayorías parlamentarias. El Partido Socialista es consciente de que si no llegas a la mayoría absoluta, vas a tener que pactar y que los partidos nacionalistas van a decantar mayorías. Por lo tanto, si el Partido Socialista es capaz de tener buena sintonía con los partidos nacionalistas periféricos a pesar de perder votos, incluso quedando segundo en las elecciones, aún puede conseguir gobernar. Es una estrategia que tiene una racionalidad muy clara.

¿Y el PP qué busca con la propuesta de que Gobierne la lista más votada en los ayuntamientos?¿Cómo la ve un profesor de Ciencia Política?

Cuando los partidos hacen planteamientos de reforma del sistema electoral, que lo hagan de forma seria. Está claro que, si esto es lo que quieren cambiar del sistema electoral, se pueden generar distorsiones importantes. En cierto modo rompe el principio de representación si se plantea de esta forma tan alocada. Es un despropósito plantear reformas así.

Yo creo que eso se debe a que el PP tiene miedo de que no pueda gobernar solo con Vox. Ahí está la verdadera soledad del Partido Popular, que el PP, una vez que está con Vox, puede encontrarse que no haya más socios. Y ahí está la vinculación con la pregunta de antes. Es ese terreno el que está labrando el Partido Socialista para dejar que el PP se quede solo con Vox.

Por Vox le quería preguntar también, porque les hemos visto en las últimas semanas esta especie de disputa con el PP, tratando de arrastrarle a las posiciones más ultras sobre el aborto. ¿Es un intento de diferenciarse ante una misma bolsa de votantes?

El PP está en una situación complicada, pero mi sensación es que la verdadera agresión de Vox al PP será cuando entiendan que las coordenadas de la batalla cultural pasa mucho más por cuestiones relacionadas con el nacionalismo y la inmigración que con el aborto. Esa potencial batalla cultural puede dividir el electorado conservador, y también a parte del electorado de izquierdas, como vemos en muchos otros países. El Partido Popular no debería estar tan temeroso de estas cuestiones como de otras que pueden venir más adelante.

En ese bloque de la derecha del que hablábamos antes ya no se menciona a Ciudadanos, un partido al que las encuestas abocan a la desaparición. ¿Qué han hecho mal? ¿No han logrado hacerse en ese tiempo con una base suficiente de votantes 'jorgejavieres'?

Cuando se trata de partidos nuevos, las personas abandonan los lazos sentimentales más fácilmente. Eso le pasó primero a UPyD y le ha pasado ahora a Ciudadanos. Con el agravante de que Ciudadanos hizo una apuesta que le salió mal, una apuesta ideológica, de abandonar su posición de bisagra.

El problema es que no existe una ventana de oportunidad liberal ahora mismo. No es como la extrema derecha radical, o populista, donde sí que vemos que existen. Sí que me puedo imaginar un colapso de Vox y el resurgir de partido de esas características en España. En el caso de Ciudadanos, es un partido que surfeó la ola de la desafección y de la regeneración democrática en el 2015, pero que ahora quiere surfear una ola que no existe.

¿Y en el caso de Podemos? Es también un partido nuevo, y aunque pueda sufrir un desgaste, logra retener a una bolsa importante de votantes, según las encuestas. ¿Qué ha hecho bien en su caso?

Tenemos que primero pensar en el objetivo que perseguía. Si nos ponemos en la mentalidad más errejonista, de partido populista con capacidad de consolidar una mayoría, claramente es un fracaso. Es un proyecto que tuvo muchísimo éxito en 2014 y gran parte de 2015, y que a partir del 2016 entra en un proceso de recesión o de colapso, incluso aceptado por el propio Pablo Iglesias. Por tanto, si miramos desde esa perspectiva, Podemos fracasó como proyecto. Pero si lo miramos como partido de posiciones a la izquierda del Partido Socialista, que aunque minoritario, es influyente, en ese sentido es un éxito. Ha sido capaz de entrar en el gobierno e influir de forma determinante en las políticas públicas del país en los últimos años y por lo tanto, en comparación con la vieja Izquierda Unida, es la historia de un éxito.

En el libro hace un repaso a cómo ha cambiado la política en los últimos 20 años. ¿Es peor la política de ahora que la de antes, la de hace un par de décadas, o simplemente es distinta?

La política española ha empeorado. Ya estaba mal en la época de la crispación, pero yo sí que detecto un elemento de empeoramiento, sobre todo en cómo se percibe a los adversarios políticos. A mí afirmaciones como la de Pablo Iglesias, de que si gobierna Vox tendría que abandonar el país, me parece que denotan un estado de polarización importante, y que no es bueno para la salud democrática.

Otra cuestión que a mí me preocupa mucho, es qué puede pasar si el Partido Socialista no logra ganar las elecciones, es la segunda fuerza política, pero acaba mejor equipado para formar una mayoría parlamentaria. Si realmente esto ocurriera, y acaba gobernando Sánchez otra vez sin ganar las elecciones, va a ser un test importantísimo para ver el grado de polarización que tenemos en nuestro país. ¿Cómo reaccionarán los derrotados, PP y Vox, si esto ocurre? Te puedes imaginar lo que puede pasar. Esas son las cosas que me dan miedo.