El 27 de agosto de 1936, el ejército franquista bombardeó por primera vez Madrid. Fue la antesala del sangriento mes de noviembre que vendría después, cuando los sublevados intensificaron los ataques que pasaron a ser diarios y dirigidos contra la población civil.
“Estos bombardeos tenían un efecto psicológico importante. Todos los días caía una bomba”, explica Enrique Bordes, arquitecto y profesor asociado de la Universidad Politécnica de Madrid. “Los más intensos fueron en noviembre. Pero, cuando vieron que no podían tomar la ciudad, pasaron más de dos años martilleando con artillería desde la Casa de Campo y el Cerro de los Ángeles. Sabías que en cualquier momento y lugar te podía pillar”.
Las imágenes de la guerra han quedado recogidas en diversos archivos -en el de la Biblioteca Nacional, el de la Delegación de Propaganda o el de la Agencia EFE- y exposiciones; las historias, en multitud de libros, películas y documentales. Pero las heridas que las bombas causaron sobre la ciudad no siempre están. Terminada la contienda e instaurada la dictadura, Madrid pasó a ser la capital de la victoria. Lo último que le interesaba a Franco era mostrar que aquello se bombardeó.
“Tras la guerra se instaló el franquismo, muy aliado con poderes económicos. Al tiempo que se producía una destrucción relacionada con el ladrillo y la especulación económica, había mucho interés en reconstruir. Nosotros habíamos estudiado la destrucción del patrimonio en el franquismo, no la destrucción del patrimonio de la guerra. En el fondo, una ayuda a la otra”.
Bordes es autor, junto a su compañero Luis de Sobrón, del primer plano que muestra dónde cayeron bombas en Madrid. Es el resultado de dos años de cuidadosa investigación, en la que los autores han examinado los libros de salidas de bomberos de la época -que anotaban a qué calle iban y por qué razón- y las fotografías disponibles. Con todo, han podido determinar los puntos y edificios concretos impactados.
El plano permite pasear la ciudad con otros ojos: detectando cicatrices de metralla o, mejor aún, construcciones que sustituyeron a las bombardeadas. “Hay muchas arquitecturas con las que, en cuanto ves la época en la que están construidas y el contexto, te salta la alarma”, dicen.
[Este pequeño mapa muestra los lugares mencionados en este artículo. Puedes leer sobre el plano completo aquí.]aquí
Arquitectura de posguerra
Vayamos, por ejemplo, a la Plaza de Isabel II, en la parada de metro de Ópera. Allí estuvo hasta 1936 el Cine de la Ópera, un edificio modernista de los años 20. Las fotografías de las bombas dejan ver su esquina curvada, que poco tiene que ver con la entrada actual al Real Cinema, que lo sustituyó.
Más sangrante es aún, si cabe, su fachada trasera, la que se ve desde la plaza de Santa Catalina de los Donados: un paredón amarillo plano y sin ventanas, que contrasta con los detalles del edificio anterior.
“Son edificios de los años 40, con un estilo franquista. Es un lenguaje muy clásico, aunque con toque moderno”, explica Luis. “Las ventanas suelen ser pequeñas: nos hablan de una posguerra con pocos medios, en la que el vidrio era caro. Si no estás iniciado en esto no te lo planteas, pero si lo ves con otra lógica… ¿cómo puede ser que esto tan feo esté tan cerca del Palacio Real?”.
El asedio al edificio Telefónica
En el número 28 de Gran Vía sigue en pie el Edificio Telefónica, el que fuera el primer rascacielos de Madrid. Terminó de construirse en 1930 y fue uno de los inmuebles más castigados por la guerra: por ser el más alto y verse desde el frente, en el Cerro Garabitas de la Casa de Campo, porque el ejército republicano lo utilizaba como observatorio militar y porque era el centro de telecomunicaciones más importante de España.
“Era un punto para ver y para apuntar”, explican los autores. “También sacudieron mucho al hotel Florida, en la plaza de Callao [hoy, el edificio de El Corte Inglés], donde se alojaban los corresponsales de guerra”. El edificio, obra de Antonio Palacios, no quedó totalmente destruido pero sí muy dañado. En 1964 fue derribado para construir Galerías Preciados.
En realidad, pocos edificios del tramo de Gran Vía que sube desde la calle Alcalá se libraron de las bombas. “Eran todos relativamente nuevos. Una parte de la Gran Vía se hizo antes antes de la guerra, así que lo que hacían era volver a llamar a los que lo habían hecho para reparar daños”.
En sitios como el Palacio de la Prensa, las marcas son sutiles pero se ven.
La plaza de Pedro Zerolo -durante la guerra, plaza de Ruiz Zorrilla; posteriormente y hasta 2016, plaza de Vázquez de Mella- recibía todos los impactos que iban al Edificio Telefónica y fallaban. “Se la terminó llamando 'plaza del Guá'”, apunta Luis. “En el juego de las canicas, el Guá es el pequeño agujero en el suelo en el que hay que meterlas. Caían tantos obuses que los madrileños, con su humor, la bautizaron así. También por las mañanas decían que venía el lechero por lo temprano que empezaban los cañonazos”.
Bombas para desmoralizar a la población
Noviembre fue el más duro, pero los bombardeos continuaron durante varios meses hasta estabilizarse el frente en marzo de 1937. “Había una teoría de un militar italiano que decía que bombardear una ciudad desde el aire era la forma de conseguir que se rindiera rápido: causabas un alto número de bajas, la gente se desmoralizaba y se evitaba una guerra a largo plazo”, continúan. El autor era Giulio Douhet; la obra en la que la desarrolla, 'El dominio del aire'.
La técnica se ensayó en Madrid y se copió en otras ciudades, como Londres, durante la Segunda Guerra Mundial, aunque resultó no ser tan efectiva: la gente se enardecía y resistía aún más.
Por su situación, Argüelles fue el barrio más dañado: las tropas sublevadas entraron por Ciudad Universitaria y situaron el frente justo delante, en la Casa de Campo, así que muchas bombas iban a parar allí. Quedó destrozado.
“Las partes más machacadas tienen 'look' franquista. Es la arquitectura de la época. Chamberí, con edificios de estilo similar, era un barrio en expansión: fue muy afectado y una parte ha sido reconstruida, pero la otra eran solares. El Ministerio de Sanidad (antiguo de Sindicatos en el Paseo del Prado) también es de esa época. La arquitectura fascista italiana es más esplendorosa porque está hecha con dinero y buen gusto, pero mucha de la arquitectura fascista española es cutre”.
Hay buenos ejemplos de edificios de viviendas de la época franquista en el número 9 de Preciados y en el 9 de la calle Estudios, cerca de la Plaza de Cascorro. A este último, por cierto, lo llamaban la Casa del Torreón porque tenía uno encima. En otra de las imágenes posteriores al bombardeo se puede ver entre los escombros.
Los bombardeos del centro - en los que hemos centrado este artículo - no tenían lógica militar, sino de desgaste, salvo en contadas excepciones como el Edificio Telefónica o ciertos edificios oficiales. También fue una de las zonas más masacradas.
Además de observar edificios restaurados o construidos durante el régimen, pueden detectarse heridas completas o vacíos urbanos: espacios donde antes de la guerra había algo y ahora no. Los profesores tienen fichado uno muy claro: el Pasaje de la Caja de Ahorros, al principio de la calle Alcalá, que antes de la guerra era parte de un edificio y, hoy, una calle.
El relato de los bomberos
“La calle Alameda fue una de las más perjudicadas”, continúan. “La excusa militar era que estaban atacando a los pilotos soviéticos, que se alojaban en el Hotel Savoy. Esta calle fue de las más dramáticas, uno de los sitios donde no querrías estar”. El hotel - que hace esquina entre la calle Moratín y el Paseo del Prado y actualmente alberga un restaurante en la planta baja - quedó tocado, aunque la puerta y su cubierta se mantienen.
Un número más allá, la fachada del que hoy es el hotel Radisson sí que muestra claras hendiduras, fruto de la metralla.
Los libros del cuerpo de bomberos contienen su propio relato de la masacre. A la calle Alameda acudieron tras el bombardeo, pero las tropas franquistas no les dejaron trabajar. En cada salida, los bomberos escribían el número de orden, la fecha del siniestro, la hora a la que empezó, el sitio en el que había ocurrido, sus causas y el personal que asistió. En la orden de Alameda quedó registrado que el servicio se retiró a las 23.30.
También que “durante el bombardeo, fue ametrallado el coche del parque 1º, resultando muerto el chófer Bienvenido Hernández”.
En la hoja de comienzos de noviembre se ve muy claro. Las causas por las que salían los bomberos hasta el día 7 eran normales: “inundación por rotura de cañería, hollín de chimenea, incendio..”. Pero a partir del día 8 a las doce del mediodía empieza el bombardeo. “Obús. Ídem. Ídem. Bombardeo de aviación. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem. Ídem”.