Nostálgicos al tren. La última gira europea de Texas, la banda de la incombustible maquinista Sharlene Spiteri, es un expreso que ha arrancado esta noche en Madrid con destino a Detroit, transitando por todos los palos de la música negra, emparentada con el genio y la elegancia musical de estos británicos.
El primer trayecto, realizado sin salirse de La Riviera y con todo el aforo completo, lo ha cubierto la banda de Glasgow en poco más de una hora, con un caro pasaje llamado “The conversation”, su nuevo disco y el primero tras ocho años de silencio desde el lanzamiento de “Red book”.
“Ha pasado mucho tiempo desde la última vez”, ha recordado Spiteri, la auténtica estrella y reclamo de la velada, que publicó dos álbumes en solitario en este tiempo, flanqueada por su querido compañero, el guitarrista Ally McErlaine, recuperado del grave aneurisma que sufrió en 2009 y retrasó aún más la salida del disco.
“Detroit city”, la canción que prendió la llama a partir de la cual brotaron el resto de los temas nuevos, ha encendido también hoy el concierto, seguida de los grandes éxitos “Halo” y “Once in a lifetime”, ambos con sus características resonancias orientales.
Esa ha sido más o menos la dinámica del show, la alternancia de cortes nuevos con clásicos, recibidos con calor y ganas por ese público más o menos talludito que hace más de tres lustros se dejaban seducir por álbumes como “White on blonde” (1997) o “The Hush” (1999) o, retrotrayéndose aún más lejos, por el seminal “Southside” (1989), que incluía la sugerente “I don't want a lover”.
Los rasgos y el look andrógino de Spiteri se han endurecido con el tiempo, no así su voz, que sigue sonando melosa en temas reposados como “If this isn't real”, pero también vital y sólida en otros más festivos como en “When we are together”, en la línea de aquellos grupos femeninos de la Motown.
“¡Jesus Christ, de puta madre!”, gritaba la carismática vocalista, quien, con vis cómica y un talento vocal que permanece incorrupto, ha llevado el concierto de menos a más, de agudos a graves, sobre todo tras “Prayer for you”, que ha desbocado el tren entre aplausos.
Ese ha sido solo el primer aviso, porque, después de un receso blues, ha llegado el momento de alimentar máquinas con el combustible que parecía destinado al cierre, empezando por “Summer son”, eléctrica y urgente en las guitarras, aunque su carismático arreglo asiático sonara enlatado.
Le ha seguido la que es considerada por muchos como su mejor canción, “Say what you want”, claro ejemplo del empuje de Spiteri, que ha aportado al tema el brillo del que carecía en el arranque, estableciendo un fluido diálogo con el público que ganaba enteros al salirse del guión estipulado.
Todavía faltaban por sonar otros dos clásicos, la funky “Black eyed boy” e “Inner smile”. A su término, los ensordecedores “oé, oé, oé” lo decían todo del sentir de los asistentes.
A los bises, el expreso de Texas ha enfilado la región estadounidense con la que comparten nombre (en realidad, su alias artístico procede de la película “París, Texas” de Wim Wenders).
En esos lares se han marcado una “I don't want a lover” sorprendente, en clave rockabily, seguida de una versión del tema country “Jackson”, de Johnny Cash y June Carter, donde Spiteri era Cash.
Igualmente inesperada ha sido su versión del clásico soul de Marvin Gaye “I heard it through the grapevine”, interpretada después de la inevitable canción “The conversation”, en una segunda tanda de bises con la que el expreso ha echado el freno, al menos por hoy.
Mañana, la locomotora volverá a circular, esta vez en la sala Razzmatazz de Barcelona, antes de emprender camino hacia más de una treintena de paradas por Europa, con la vista puesta -como siempre- en Detroit.
Javier Herrero