María Eugenia R. Palop: “El feminismo apela a la ética del cuidado frente a las violencias y el conservadurismo político”

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

Profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III, analista política en diferentes medios, entre ellos eldiario.es, donde ha ido analizado el momento presente. Y, desde hace menos de un mes, cabeza de lista de Unidas Podemos al Parlamento Europeo. María Eugenia Rodríguez Palop (Llerena, 1970) acaba de publicar su último libro, la Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha (Icaria), en el que viene a recoger una buena parte de esas reflexiones que se entrelazan y tienen un hilo conductor: la defensa de los derechos civiles, la alerta ante las involuciones democráticas, la bandera del feminismo como potencia transformadora de la sociedad y el método democrático y solidario para resolver los retos sociales, económicos y ecológicos derivados de las diferentes crisis y de la amenaza de la extrema derecha.

¿Por qué crece la extrema derecha en España y en Europa? “Porque explotan las contradicciones del neoliberalismo globalizador y porque se han favorecido de las connivencias de partidos socialdemócratas, socioliberales, democristianos y conservadores”, responde Palop, ahora número uno de Unidas Podemos para el Parlamento Europeo, en conversación con eldiario.es: “Entre los 28 Estados miembros de la UE, hay 39 partidos políticos clasificados como partidos populistas de extrema derecha, que en algún momento de su historia han conseguido representación institucional. Con la excepción de Finlandia, estos partidos han incrementado su representación parlamentaria en el resto de países. En algunos casos, como el de Alemania, Italia, Polonia o Suecia; el crecimiento es alarmante, y tienen un grado elevado de influencia en las políticas migratorias de sus gobiernos, incluso cuando se trata de partidos políticos minoritarios”.

En su libro, Palop también señala la crisis de los partidos socialdemócratas, muy acusada en importantes países europeos como Italia, Francia o Alemania. ¿Por qué cree que ha ocurrido? “Porque se han convertido en partidos aparato”, responde, “conformados por cúpulas autoritarias y cuadros obedientes. Son partidos cartel obsesionados por la estabilidad, el pragmatismo, el tacticismo y la TINA que decía la exprimera ministra británica Margaret Thatcher: ”There is no alternative“.

“La mentalidad de los partidos socialdemócratas”, explica Palop, “es promercado, contraria al paradigma emancipatorio y tendente a la desmovilización social, porque se reivindican como gestores de lo posible, lo cual les lleva a acometer ajustes en paralelo a la mundialización financiera y capital especulativo. Todo ello ha conducido a una crisis del Estado social y a un capitalismo plutocrático”.

Su tesis, publicada hace dos décadas, La nueva generación de derechos humanos: origen y justificación, da idea de lo que siempre le ha preocupado: los derechos humanos y su defensa.

Esa preocupación se percibe en la Revolución feminista y políticas de lo común frente a la extrema derecha, y es el hilo que discurre por las diferentes reflexiones recogidas de los últimos años, ya sean escritas o en las dos entrevistas recopiladas en el libro, la que le hizo Pablo Iglesias en Otra vuelta de Tuerka y Anna Ramos en Radio Web MACBA. ¿Por qué? Pues porque, como explica Palop, la extrema derecha supone una amenaza para los derechos humanos: por las fronteras ante quienes huyen del hambre y la guerra; por el freno a las aspiraciones feministas; por la criminalización del diferente; y por el patriotismo de bandera, entre otros asuntos.

Y ante todos los retos de la crisis de régimen de la que se alimenta la extrema derecha, Palop receta “revolución feminista y políticas de lo común”. Revolución feminista, “el leve aleteo de las alas de una mariposa” que “se siente en cualquier parte del mundo y se multiplica como un eco”, como describe Palop. “El feminismo”, explica Palop, “asume las violencias sistémicas que sufrimos, la necesidad de redes y vínculos comunitarios y da respuesta a los nacionalismos excluyentes y el conservadurismo político; entiende que las necesidades insatisfechas y la necesidad de cuidado es la base de la comunidad y no los intereses de unos pocos. Por eso apela a una cultura de la responsabilidad, no a una cultura narcisista basada únicamente derechos individuales”.

Para Palop, “el feminismo relacional apela a una ética del cuidado y tiene que ver con la responsabilidad derivada del consentimiento y la reciprocidad, y se extiende a las deudas de vínculos derivada de nuestros bienes relacionales. Por eso es importante la justicia generacional: lo que le debemos a otras en un deber de memoria, y lo que debemos a nuestros hijos, y tiene su traslación práctica en permisos de paternidad y maternidad. El feminismo entiende también de deudas contraídas con la naturaleza, porque la civilización no es la dominación de la naturaleza. Además, no plantea la comunidad nacional como refugio, sino la vivencia de la interacción, las prácticas relacionales, los vínculos de afecto”.

Así, prosigue Palop, “lo importante no es lo que hemos sido o lo que somos, sino lo que queremos ser aquí y ahora con aquellos con los que compartimos un espacio o una acción común. La pertenencia de una comunidad política viene determinada por la actividad compartida”.

Y, junto al feminismo, también “lo común, los comunes, los bienes comunes, el bien común, el procomún, lo comunal”. ¿Por qué? “La comunidad política de los comunes”, responde Palop, “es sinónimo de profundización democrática y nueva institucionalidad, paritaria y resistente a toda forma de involución democrática. Además, supone la defensa de la redistribución de la riqueza, el incremento del gasto público, la descentralización, el reconocimiento al otro y la feminización no en el sentido de feminizar la jerarquía social, ni en la paridad con los varones de la misma clase”.

Pero, ¿cómo se combate a la extrema derecha? “Comprendiendo bien las causas por las que se ha robustecido en estos años, que también tienen que ver con la violencia sistémica a la que hemos sido sometidos, la fragmentación social, el desarraigo, la soledad, el miedo. El miedo al otro y el miedo a la incertidumbre. Y después, asumiendo que ese miedo es racional, que tiene que ver con la experiencia cotidiana de la vida de muchas personas, hay que ofrecer una alternativa. Que no pasa por negar el diagnóstico, como han hecho los partidos socialdemócratas, ni por ofrecer más de lo mismo”

“La pregunta que tenemos que hacernos”, continúa Palop, “es cuáles son las emociones a las que tenemos que recurrir para contrarrestar las monstruosidades que prefiguran las derechas, las sociedades cerradas y excluyentes. En un contexto de pobreza e individualización, la opción descafeinada por una mera gestión administrativa del neoliberalismo y por el centrismo ideológico, combinada con un discurso desapasionado, hiperracionalizado y frívolo, no puede presentarse como una opción electoralmente atractiva para quienes tienen poco que perder”.

Así que, frente a la alternativa que proponen las derechas, Palop defiende “encontrar el modo de fortalecer emociones positivas, vínculos liberadores y relaciones incluyentes que resulten atractivas a una clase trabajadora aislada y empobrecida, para la que el empleo ya no es una fuente de integración ni de socialización. Y hay algún motivo de esperanza. Hoy hay fuerzas que movilizan la voluntad popular con un signo reaccionario y xenófobo, como en Austria, Inglaterra, Holanda. Pero también hay fuerzas que lo hacen con un signo democrático y progresista, como en España, Grecia, Portugal”.

¿Cómo ve la Unión Europea quien está a punto de llegar a las instituciones europeas? “Bueno, el proceso de integración europea ha llegado a verse como un proyecto elitista basado en la des-democratización acelerada del sistema de Estados europeos. De alguna manera, se ha convertido en un lugar en el que, paulatinamente, los derechos de los ciudadanos han ido cediendo, y se sufre de un cierto déficit de legitimidad y de legitimación. Esa desafección explica, aunque no justifica, tanto el Brexit como el crecimiento de una extrema derecha eurófoba. Ante la crisis de acumulación que padecemos lo que se ha propuesto muchas veces desde la Europa institucional ha sido una moderación de la democracia; una democracia que ha de subordinarse a las posibilidades del sistema. O sea, su impermeabilización frente a las reivindicaciones sociales y su reducción a una mera elección entre las propuestas técnicas elaboradas por las élites políticas”.

“En esta nueva fase postindustrial de capitalismo financiarizado”, prosigue Palop, “los trabajadores, además, no gozan de estabilidad, nada es seguro ni a largo plazo para ellos. Y esta inseguridad, que ya es endémica, resulta electoralmente rentable para las derechas que encuentran en el nacionalismo, la xenofobia y el proteccionismo una expresión de pertenencia alternativa”.

En ese contexto, surgen gobiernos que levantan muros para quienes huyen del hambre y las guerras. “La política migratoria europea”, defiende Palop, “ha sido solo una política de control de fronteras; una política reactiva, que ha funcionado a base de parches en momento electoralmente relevantes, y que no se ha apoyado en ninguna estrategia común de resolución de conflictos y postconflictos. Tristemente, l a ciudadanía se ha articulado como un privilegio. La condición de extranjero, de inmigrante, de irregular, de sin papeles, de asilado, de apátrida, es la condición gracias a la cual hemos logrado conservar ese privilegio”.

Entonces, ¿qué hay que hacer con Europa? “No podemos abominar de Europa, de ninguna de las maneras, Para volver al Estado-nación, no es una alternativa, aunque estemos frente a una sociedad mundial dividida políticamente. La crisis del Estado-nación es una evidencia desde hace años, y, de hecho, una muestra de esta crisis es el modo xenófobo y excluyente en que se gestiona la multiculturalidad y los procesos migratorios en el seno de los propios Estados”. ¿Y con las instituciones? “La clave ahora es fortalecerlas para romper con el neoliberalismo, impulsar otras políticas para atacar a fondo las causas de la actual crisis que están en el aumento de las desigualdades, tomarse en serio la democracia, reforzar mucho más los vínculos supranacionales a nivel europeo, conectar con los perdedores, atreverse a regular los mercados e impulsar la redistribución”.

Y así, quien se siente feminista y ecologista, defiende una nueva forma de organizar la vida en todos los sentidos, incluida la economía: “El capitalismo no reconoce límites al crecimiento, se apoya en un aumento indefinido de la demanda y el consumo y la búsqueda del incremento de los beneficios en el menor tiempo posible y con el menor coste. Todo ello, unido a la externalización de los costes para evitar asumir la deuda ecológica con la exportación de residuos, por ejemplo, y la deuda del trabajo, recurriendo a la explotación”.