La vicepresidenta María Jesús Montero está sorprendida. No da crédito. No se explica que le pidan explicaciones sobre el acuerdo fiscal con Esquerra que permitió la investidura de Salvador Illa en Catalunya. El texto del pacto se hizo público y de momento parece que no hay más que contar. Tampoco Pedro Sánchez concretó más de lo que se sabe en su discurso del sábado en el Comité Federal. Page y Lambán estaban muy cabreados. Pues vale, pues bueno, pues me alegro. No pregunten más, porque ya llegará el día en que haya que discutirlo en detalle como proyecto de ley en el Congreso.
Hasta que llegue ese día, el Partido Popular tiene la pista libre para decir lo que quiera y describir el acuerdo en los términos más hirientes. El Gobierno ha adoptado la vía del desarme unilateral a la espera de saber en qué consiste la compensación que se ofrecerá a las demás comunidades autónomas para que no parezca que es un traje hecho a la medida de la Generalitat. Habrá dinero para todos, ha anunciado Pedro Sánchez. Pero las comunidades gobernadas por el PP no quieren pasta, sino otra cosa. Bueno, sí quieren más dinero, pero sobre todo pretenden que el Gobierno sangre por la herida.
Lo más preocupante para el Gobierno es que a día de hoy tiene que saber que el acuerdo que concedería a la Generalitat la capacidad de recaudar todos los impuestos no saldrá adelante en el Congreso. Por si había alguna duda, que no la había, Míriam Nogueras dejó claro y cristalino que la gran concesión obtenida por Esquerra no vale nada.
Lo de llamarle “concierto económico” es una broma para Junts. “El debate real es el poder. O lo tiene Madrid o lo tiene Catalunya. Recaudar y enviar el dinero a la caja española no es un concierto ni es tener la llave de la caja”, dijo Nogueras en el pleno.
Por eso, antes había dicho: “Después de tantas semanas aún nadie entendemos qué es lo que se ha acordado”. Algo sí que entiende, porque ya ha mostrado su rechazo más explícito. En todo caso, la ministra de Hacienda no entiende que se le pidan más datos: “Es curioso que un acuerdo político necesite tantas explicaciones”. Como si eso fuera una novedad en política.
Mientras las cosas no estén más claras, el PP puede continuar con su forma de vida favorita: la hipérbole dramatizada con gritos desgarradores. A eso se puso Cuca Gamarra, que elaboró una lista de damnificados del terremoto fiscal. “Este cuponazo se financia con los profesores de los andaluces, los médicos de los extremeños, el transporte de los manchegos y los riojanos, la dependencia de los asturianos. Así van a financiar el procés”, dijo.
Parecía una lista de cadáveres de honrados trabajadores, exprimidos para que a los pérfidos catalanes les salga el dinero por las orejas y ya no sepan en qué maldad gastarlo.
La respuesta de Montero fue apuntar a los beneficiados por las reducciones de impuestos puestas en marcha por los gobiernos autonómicos del PP. “Ustedes están perdonando 6.000 euros de promedio a la gente más rica de este país en Madrid y Andalucía y en las comunidades donde ustedes gobiernan”. Así que mientras tanto lo que toca es que cada uno muestre las vergüenzas del otro en público para que el coro griego se escandalice y se eche las manos a la cabeza.
Félix Bolaños optó por el cachondeo. El portavoz del PP, Miguel Tellado, le preguntó si considera a Maduro un dictador y si reconocerá a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. El ministro pasó de responderle directamente, más allá de decirle que “la posición de España es la de la Unión Europea, Naciones Unidas y los observadores”. Antes había dicho algo de ir a la peluquería junto a Tellado, que ya era bastante calvo antes de conocer a Feijóo.
Tellado respondió con la difamación en forma de pregunta, un truco extendido en el Congreso y que en general se recomienda no emplear en el centro de trabajo: “¿Hay líderes del socialismo corrompidos por el dictador Maduro?”. En la siguiente frase, mencionó a Zapatero no sea que alguien no pillara la intención. Y el que quiera pruebas que las busque en la prensa amarilla, que para eso está.
El ministro de Presidencia venía preparado con el gag del PP catalán de 2012, que en Twitter conocen ya hasta los bots, pero parece que no tanto el grupo parlamentario del PP. Leyó una frase con una petición de propuesta de financiación “singular” para Catalunya. Preguntó si algo así rompía “la unidad del país”. Unos cuantos diputados del PP no lo pudieron resistir y dijeron al unísono en un bonito homenaje al perro de Pavlov: “¡Síííí!”. Estaban convencidos de que la unidad de España estaba amenazada una vez más por los sedicentes separatistas. “Pues es el programa electoral del PP catalán de 2012”, les anunció Bolaños.
La candidata popular en esa campaña fue Alicia Sánchez Camacho, hoy acogida por Díaz Ayuso y refugiada en un escaño de la Asamblea de Madrid. Para que nadie dude de la capacidad que tiene el partido de perdonar a herejes, brujas y hechiceros.
La jornada terminó con la derrota del Gobierno en la votación que reclamó el reconocimiento de Edmundo González como presidente de Venezuela, que se daba por hecha desde que el día anterior el PNV anunció que votaría a favor. Puede ocurrir lo mismo cuando se vote por segunda vez el techo de gasto, rechazado en julio a causa de Junts, que no ha dado muestras de cambiar de opinión. Por no hablar de los presupuestos. El acuerdo con ERC para reformar el sistema fiscal catalán puede correr la misma suerte, por lo que se deduce del discurso de Junts.
Si es verdad eso que dicen que lo peor de perder es la cara de tonto que se te queda, el Gobierno ha decidido que lo más conveniente es no poner ninguna cara. Como si hubiera comprado un bono de cincuenta derrotas parlamentarias y le quede tiempo de sobra antes de gastarlas todas. Con eso le dará para llegar a finales de año. Más allá de esas fechas, cada uno puede hacer su apuesta. Habrá que confiar en que no se pasen media legislatura hablando del pelo de Tellado.