Mario Gómez, el político murciano que desató el efecto dominó de las mociones de censura
Ambicioso, paciente y vehemente, el vicealcalde de Murcia, confeso admirador de D’Artagnan y de Robin Hood, fue el detonante de la ruptura de Ciudadanos con los populares por las sospechas de corrupción
“Una mariposa bate las alas en Pekín y en Nueva York llueve”, enunciaba Jeff Goldblum al definir la teoría del caos en la película 'Parque Jurásico' mientras los dinosaurios eran aún solo animalitos en sus jaulas. En esta historia un niño abre los ojos en un pueblo de Murcia y en Madrid se desata un escándalo político sin precedentes. Y ni siquiera en la misma línea temporal. Mario Gómez, de pelo y piel morena, despierto y extrovertido, tiene ocho años cuando ve a su padre Pedro, fontanero de profesión, luchar por su pueblo. Su pueblo se llama Los Alcázares, lo baña el mar Menor, tiene entonces menos de 3.000 habitantes y está casi en tierra de nadie, sin identidad propia y dependiente de dos ayuntamientos de municipios vecinos, Torre Pachecho y San Javier. Como dos hermanos mayores que no comparten, los dos pueblos nunca invierten en Los Alcázares. Hasta que los vecinos, como Pedro, se plantan, exigen la segregación administrativa, pelean por ella y logran que se convierta en municipio por sí mismo.
Aquel momento se le quedaría al pequeño Mario grabado. Después creció y se olvidó de ello, o lo dejó en cuarentena en la memoria, porque estudió para ser ingeniero técnico industrial y como tal trabajó hasta 2011. Entonces se liberó el recuerdo de aquel año en que su pueblo fue por fin su pueblo. “Me cansé de quejarme en las reuniones de amigos o familiares y me dije: ¿por qué en lugar de quejarte no das un paso y comienzas a trasladar esas quejas vecinales desde la administración?”, recuerda él que se dijo. Y decidió meterse en política. Lo hizo con UPyD como candidato a alcalde de Los Alcázares, que había crecido ya hasta los 15.000 habitantes, aunque él vivía ya en la capital. Cuatro años más tarde había cambiado de partido y se presentaba por Ciudadanos en el Ayuntamiento de Murcia. Volvería a hacerlo en 2019.
Hoy es el vicealcalde de la ciudad y el hombre cuya particular lucha política ha desatado esta semana un terremoto político de consecuencias todavía imprevisibles. El hombre que tiró la primera pieza del dominó que ha provocado cinco mociones de censura a gobiernos del Partido Popular.
Desde que entró en el gobierno del Ayuntamiento, aliado con el Partido Popular del alcalde José Ballesta, Gómez asumió la concejalía de Fomento y se puso al frente de la mesa de contratación del consistorio. Planeaba controlar los contratos de la administración que desde la oposición había criticado previamente. La sombra de la corrupción oscurecía desde hacía años la política murciana y quería asegurarse de que los contratos que se adjudicaban cumplían la ley. Un año después, la situación empezó a hacerse insostenible. Gómez iba descubriendo, poco a poco, que tanto los contratos menores como las grandes adjudicaciones eran, cuanto menos, dudosos. Hoy, como confiesa a elDiario.es, cree que todos los contratos eran sospechosos.
– “¿Todos?”
– “To-dos”, responde, remarcando las sílabas.
Gómez explica que trató durante meses de hablar con sus socios de gobierno y con el alcalde Ballesta para atajar el problema pero sus demandas fueron todas rechazadas. Durante ese tiempo pidió que relevaran al jefe de servicios de su área en el Ayuntamiento y el técnico, con el apoyo del alcalde, terminó denunciándolo a él por acoso. La demanda terminaría archivada, pero la guerra soterrada ya estaba abierta. Desde entonces ha sufrido, como lo definía el miércoles en la rueda de prensa en la que Ciudadanos explicaba las dos mociones de censura en el ayuntamiento y en la comunidad –que, si se confirman, expulsarán al PP de ambos gobiernos después de más de 25 años en ellos–, un “linchamiento que jamás ha sufrido un cargo público”. Gómez revela que le seguían, que le enviaban fotos y vídeos de lugares en los que estaba y que se presentaban en su casa y llamaban a su telefonillo. Hasta que una mañana de octubre se desbordó su paciencia. Al salir de su vivienda se encontró una pintada insultándolo. Iba acompañado por su hija de 11 años.
Esa misma mañana denunció a la Policía el acoso y tres días después acudía a las oficinas de la UDEF, la unidad de delitos económicos y financieros de la Policía Nacional, para denunciar también a sus propios socios de gobierno por corrupción, como publicó en exclusiva este periódico el pasado viernes. La denuncia, y la noticia, fueron el punto de no retorno en el pacto con el Partido Popular. El lunes se tomó la decisión: se rompía el acuerdo; habría moción de censura. “Ciudadanos ha hecho todo lo imposible y lo imposible para mantener el compromiso y el acuerdo de gobernabilidad”, aseguraba Gómez en la rueda de prensa, nervioso bajo su traje marino y su corbata a juego con todos los botones de la americana abrochados. La actualidad de Murcia había sobrepasado las fronteras regionales. Su imagen iba a salir en las televisiones de todo el país. “Nosotros no podemos ser cómplices de la corrupción”, añadía.
De Gómez han dicho los periódicos en Murcia que es “el hombre que pacta con todos y con nadie”. Un político que “despierta recelos y suspicacias”, como lo describe un periodista de la región. De él dicen sus compañeros y rivales políticos que es “vehemente e intenso”, que ataca con demasiada fuerza algunas decisiones de otros partidos. También que es un político “coherente” con el que se puede negociar y hablar. “Y ambicioso”.
Mario Gómez quería ser alcalde. Por eso se presentó como cabeza de lista con Ciudadanos. Y por eso casi lo fue. El Partido Socialista se lo ofreció tras las elecciones. Ciudadanos dirigiría el Ayuntamiento, con él al frente, y el PSOE, la Región, con Diego Conesa, justo al contrario que el acuerdo alcanzado ahora con las mociones de censura. Pero el pacto se vetó desde Madrid, Ciudadanos se alió finalmente con el Partido Popular y Gómez se convirtió sólo en vicealcalde.
No entendía entonces, y así se lo confesaba a otros políticos en el Ayuntamiento, que no se hubiera permitido el acuerdo con el PSOE cuando en otros municipios sí se había hecho. Incluso mostraba las discusiones por WhatsApp que tenía con los dirigentes nacionales de su partido para que se hiciera. Desde entonces, en alguna ocasión los socialistas le han ofrecido, como hicieron tras las elecciones, que rompieran con el PP y que fuera alcalde. “Creo que después, con el paso del tiempo y según fue agudizándose la lucha en el Ayuntamiento, se olvido de esa ambición. O eso dice él. Incluso se desencantó con la política”, cuenta un amigo suyo. Gómez se plegó a la disciplina de partido y “tragó”, como lo definen desde la oposición, con el pacto con el Partido Popular, “a pesar de que se veía claramente que es quien más en contra estaba”. Sus rivales reconocen también que, desde entonces, el político “ha aguantado lo que no está escrito”.
Gómez dice de sí mismo que tiene “tenacidad, capacidad de trabajo y aguante”, pero evita confesar sus defectos cuando se le pregunta. Por esa resistencia, porque ha descubierto que tiene más paciencia de la que pensaba, dice también que nunca pensó en abandonar. Se acordaba entonces no sólo de sus padres, que son, confiesa, sus referentes, sino también de sus adorados D’Artagnan y Robin Hood, sus personajes de ficción favoritos. Y se consolaba pensando que lo que le sucedía daba para hacer una serie como las que ve en Netflix o HBO. Hoy ya nadie piensa que su vida es de película, sino de serie.
Aficionado a los deportes acuáticos y a los aviones, herencia de su abuelo materno, mecánico de aviones, Gómez se ha convertido en el protagonista imprevisto, sino de una serie, sí de una trama política explosiva. Y todo en unos tiempos de pandemia que no le permiten, como a todos, ni siquiera escaparse de viaje, a Argentina, adonde quiere regresar, o a Chile, país que desea conocer.
El suyo ha sido el detonante de un terremoto con réplicas. O de un efecto dominó, una reacción en cadena, que nadie se atreve aún a prever cómo terminará. O de ese efecto mariposa que hace que un niño abra los ojos en Los Alcázares en 1983 e Isabel Ayuso convoque elecciones en Madrid en 2021. A su hija, Gómez, cuando le explica en qué consiste su trabajo, le dice que intentan “hacer más fácil la vida de la gente”, como que “ella pueda ir segura al colegio”. Y en ello está. De momento, se la ha hecho más difícil al Partido Popular.
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