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El Matrix español: las derechas crecen hablando de 'sanchismo' mientras fuera de España se alerta sobre el 'antisanchismo'

Andrés Gil

24 de junio de 2023 22:29 h

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“El sanchismo o España”. España vive un Matrix en bucle, es una realidad alternativa en la que gobierna ETA, mientras Catalunya se independiza y se crean soviets por todas las provincias a la mayor gloria del dictador Sánchez. Es un país en el que hay que firmar un contrato para poderte acostar con una mujer y en el que los hombres se cambian de sexo para poder cometer violaciones en los baños de mujeres, cosa que nunca había pasado hasta ahora. España, en definitiva, es un país cuya economía va fatal, aunque cada español le diga al CIS que la suya va bien; un país en el que, si te descuidas, se comete un pucherazo para que no suelten la poltrona los amigos de Nicolás Maduro.

Por eso hay que “derogar el sanchismo”, dicen las derechas políticas y mediáticas. Mientras, en Europa, lo que se teme es precisamente a quienes abanderan la derogación del sanchismo. Esto decía recientemente The Guardian: “El Gobierno de Sánchez tiene una historia económica positiva que contar, habiendo capeado la crisis energética y las presiones inflacionistas mejor que la mayoría. El apoyo parlamentario de un partido nacionalista vasco de línea dura, con vínculos históricos con el grupo terrorista ETA, ha demostrado ser profundamente impopular. Pero unas elecciones anticipadas han puesto a Vox en el punto de mira. Tras las inesperadas y contundentes derrotas del pasado fin de semana en toda España, Sánchez ha dicho a los votantes 'cuidado con lo que deseas'. Ha sido una apuesta arriesgada”.

Y sentenciaba el editorial del periódico británico: “A Europa le interesa mucho que le salga bien”.

Este miércoles, Politico, el influyente medio de la burbuja bruselense, decía, tras hacerse eco de las primeras decisiones homófobas del nuevo ayuntamiento del pueblo valenciano de Náquera: “Después de que pueblos polacos introdujeran zonas libres de personas LGTB, la Comisión Europea reaccionó recortando los fondos de la UE, lo que hizo que muchos dieran marcha atrás. Otro recordatorio: Vox podría gobernar pronto España en coalición con el Partido Popular. ¿Quizás ya sea hora de que los europeos dejen de obsesionarse con Trump y miren hacia la propia polarización de Europa?”

Alertas en Bruselas

Y aunque los portavoces de la Comisión Europea evitan salirse del guion y pronunciarse sobre lo que todavía son meros anuncios, lo que sí han recordado es que las manifestaciones contra la violencia machista son un derecho. “Las manifestaciones pacíficas son un derecho fundamental en todos los países democráticos”, ha contestado el portavoz de Justicia, Igualdad y Estado de Derecho, Christian Wigand, a una pregunta sobre la sustitución de las concentraciones contra la “violencia machista” por otras genéricas como “No a la violencia” o “Condenamos toda violencia” que organizan los consistorios cuando se produce un asesinato machista, por ejemplo.

A pesar de todo, el lema del sanchismo tiene tanto éxito, que le ha valido a la derecha y la extrema derecha para ganar las elecciones municipales del 28M y dar un vuelco político merced a la alianza entre el PP y Vox.

El problema es que el razonamiento tiene tanto éxito como lagunas. Y el éxito es sólo en España, porque al otro lado de los Pirineos el sanchismo, el Gobierno español, goza de muy buena salud: la Comisión Europea no deja de avalar las políticas españolas, al tiempo que el presidente Sánchez es recibido en la Casa Blanca y por el presidente chino, por ejemplo.

Fondos para España

La Unión Europea acordó en verano de 2020 un fondo de recuperación de dimensiones inéditas –750.000 millones de euros– para la reconstrucción económica y social tras la crisis sanitaria de la COVID. Y se aprobó que ese fondo fuera creado con emisión de deuda comunitaria. Si bien el monto era más corto de lo pedido por España, lo cierto es que el concepto del fondo encajaba con lo que había defendido España desde el inicio de la pandemia y que se ensayó con otro instrumento inspirado en los ERTEs españoles: el SURE.

Pero no sólo eso. Se consiguió otra cosa por la que había peleado España: que ese fondo no estuviera condicionado a ajustes económicos, como había pasado con las inyecciones económicas de la anterior crisis. Y así fue, la condición del fondo tiene que ver con reformas estratégicas europeas: transición verde y digital, fundamentalmente.

Pero, claro, en el Matrix español, la derogación del sanchismo pasa por dejar de construir carriles bicis con dinero europeo, como ya han anunciado PP y Vox en algunos ayuntamientos.

Las condiciones para esos fondos de recuperación también pasan por recomendaciones recurrentes del Semestre Europeo, el mecanismo de gobernanza europea: en el caso de España, por ejemplo, eran claves las reformas del mercado laboral y de las pensiones.

De los alrededor de 160.000 millones adjudicados a España –unos 70.000 en subvenciones y el resto en préstamos blandos– más de 20.000 millones dependían de las reformas laboral y de las pensiones.

Aval europeo a las reformas rechazadas por el PP

Primero se pactó la reforma laboral, entre Gobierno, sindicatos, patronal y Bruselas. La primera reforma laboral de la democracia que recupera derechos en lugar de suprimirlos. La Comisión Europea, cuya presidenta es del PP europeo, valida la reforma y libera 12.000 millones de euros por ella. Y el PP vota en contra –junto con EH Bildu y ERC, ¿pero no gobernaba el Gobierno con Bildu y los independentistas catalanes?–. Gracias a la reforma laboral, España está a punto de alcanzar la cifra soñada por Rajoy de 21 millones de afiliados a la Seguridad Social, y está en máximos de empleos fijos y en mínimos de temporales. ¿Derogará Feijóo la reforma laboral si llega al Gobierno, a pesar de estar pactada con Bruselas y de estar siendo exitosa?

¿Y cómo la Comisión Europea convierte a España en el primer país al que aprueba su plan de recuperación y en el primer país al que desembolsa los tramos del plan de recuperación? ¿No era un gobierno ilegítimo, lleno de ruido y sin capacidad de gestión? Una vez más, la versión internacional del sanchismo no se compadece con la española.

Más tarde, se pactó la reforma de las pensiones. De nuevo, se llega a un acuerdo con Bruselas para, primero, revalorizar las pensiones con el IPC y, después, un mecanismo para hacerlas sostenibles que, por primera vez, no pasa por recortar derechos, sino por aumentar los ingresos por la vía de las cotizaciones de las nóminas más altas. La Comisión Europea volvía a desembolsar otros 12.000 millones de euros. Y el PP volvía a votar en contra: votaba en contra del aval de la Comisión Europea, de aumentar las pensiones y de los miles de millones europeos. Y todo ellos mientras hablaba de derogar el sanchismo.

Bruselas también ha impulsado una directiva de salarios mínimos, subidos por el Gobierno como nunca, de 730 euros mensuales hasta los 1.100, y el comisario europeo de Trabajo, el luxemburgués Schmitt, a menudo ha recurrido a la ministra española, Yolanda Díaz, para impulsar directivas como la de los riders, inspirada en la ley española.

¿Pero no habíamos quedado en que España era un Gobierno socialcomunista? ¿Y si eso es así, por qué se avalan reformas españolas y se usan leyes para inspirar directivas? ¿Y si eso es así, por qué la vicepresidenta Nadia Calviño se quedó cerca de presidir el Eurogrupo? ¿Y si España no es de fiar, por qué los frugales holandeses firman con España un documento de posición para la reforma, nada más y nada menos, que las reglas fiscales europeas, aquellas que controlan las rebaja de la deuda y el déficit?

Críticas al bloqueo del PP al CGPJ

En efecto, la visión del Gobierno de España fuera de las fronteras no tiene nada que ver con el significante flotante “sanchismo” acuñado por las derechas españolas. Tan es así, que en uno de los conflictos centrales de la legislatura, la negativa de la derecha política, mediática y judicial a renovar el Poder Judicial, que lleva cuatro años caducado, Bruselas se ha alineado con el Gobierno y no con el PP: ha dicho que primero hay que renovar y luego hay que reformar el sistema de elección. Pero el PP, que presume de constitucionalista, se niega a cumplir la Constitución. Y lleva así un puñado de años.

Pero no ha sido solo esto. Es que el Gobierno ha conseguido algo impensable en Bruselas: que la Comisión Europea aprobara la excepción ibérica para el precio del gas, lo que ha sido fundamental para bajar la factura de la luz y contener la inflación hasta el punto de que España es uno de los países de la UE con la tasa de inflación más baja. Y no se ha quedado ahí la cosa, también ha conseguido que se ponga un tope al precio del gas en Europa para evitar una escalada como el año pasado y ha logrado que se aborde la reforma del mercado eléctrico europeo, marginalista.

¿Y cómo se logra eso si estamos ante un Gobierno ilegítimo y de pacotilla? Porque fuera de Pirineos la concepción del Gobierno es muy distinta.

Tanto es así, que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido recibido por los presidentes Biden y Xi en sendos viajes oficiales. ¿Y Maduro? Pues no, Sánchez no se ha visto con el presidente de Venezuela en todos los años de su presidencia.

En ese Matrix en el que se vive en España, tan pronto las derechas llaman a derogar el sanchismo como colocan a Sánchez en algún puesto internacional. Lo cual es otra paradoja: ¿Cómo se puede considerar a Sánchez al mismo tiempo un horror para España y pensar puede ser colocado por la comunidad internacional al frente de una alta institución? ¿En qué quedamos?

Es más, incluso con leyes aprobadas por el Ministerio de Igualdad, de Irene Montero, la comisaria europea no ha dudado en aplaudirlas, al igual que lo ha hecho el Grevio, del Consejo de Europa.

Ni el Gobierno es ilegítimo, ni hay ministros de Bildu ni Catalunya se escinde ni Sánchez es un dictador –el Gobierno necesita negociar para sumar una docena de partidos cada vez que quiere ganar una votación– ni el Gobierno es una ruina, tal y como demuestran la Comisión Europea, el Consejo de la UE, la Casa Blanca y Pekín; ni se están nacionalizando los medios de producción.

Sin embargo, el concepto “sanchismo” hace mella en un Gobierno que goza de muy buena salud fuera de España.

Lista de la compra

George Lakoff escribía: “Lo que nos une son nuestros valores. Tenemos que aprender a expresarlos con firmeza y claridad. Para que los demócratas puedan ganar en el futuro, el Partido tiene que ofrecer al país una visión moral clara, una visión común a todos los progresistas. No puede presentar sus programas como si fueran una mera lista de la compra. Debe ofrecer una alternativa moral más tradicionalmente americana y que represente todo aquello de lo que los americanos están orgullosos”.

En efecto, la lista de la compra es interminable: reforma laboral, de las pensiones, salario mínimo, ingreso mínimo vital, reforma de la ley del aborto, prohibición de la publicidad de apuestas en televisión, transición verde... Y no resulta suficiente para pinchar el globo del sanchismo: “Al presentar una lista de cuestiones importantes como si se tratara de la lista de la compra, Davis y algunos otros demócratas no fueron capaces de ofrecer una visión moral —una identidad coherente con un estereotipo cultural potente— que pudiese definir la verdadera identidad de los votantes a los que trataban de llegar. Una lista de cuestiones importantes no es una visión moral. De hecho, muchos demócratas estaban enfurecidos porque Schwarzenegger no hacía campaña sobre cuestiones importantes. No lo necesitaba. Su propia personalidad activaba el modelo del padre estricto —el núcleo de la visión moral de los republicanos conservadores y la respuesta habitual frente al miedo y la incertidumbre”.

¿Por qué vota la gente, entonces? “La gente no vota necesariamente por sus intereses. Votan por su identidad. Votan por sus valores. Votan por aquellos con quienes se identifican. Es posible que se identifiquen con sus intereses. Puede ocurrir. No es que la gente no se preocupe nunca de sus intereses. Pero votan por su identidad. Y si su identidad encaja con sus intereses, votarán por eso. Es importante entender este punto. Es un grave error dar por supuesto que la gente vota siempre por sus intereses”.

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