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Mauricio Wiesenthal dice que “se necesitan muchísimos años para escribir un verso”

EFE

Sevilla —

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Mauricio Wiesenthal ha dicho a Efe que “se necesitan muchísimos años para escribir un solo verso, porque la prosa exige vivencia y sentimiento; mientras que la poesía obliga a madurar la experiencia en el recuerdo, hasta que rebrota en el alma, dispuesta en belleza, arreglada en medida y ajustada en música.”

Nacido en 1943 en Barcelona, autor de un centenar de libros entre novelas, obras memorialísticas, de viajes, reportajes y hasta un “Gran diccionario del vino”, Wiesenthal se ha decidido a publicar en un volumen su producción poética de cincuenta años con el título “Perdido en poesía”, que publicará a fin de mes la sevillana Isla de Siltolá.

Pregunta.- ¿Por qué su poesía dista tanto de la de su generación?

Respuesta.- Buena parte de la estética maldita del arte del siglo XX me parece completamente irreal, a pesar de su pretensión de realismo. Las cosas no son más reales porque sean más inhumanas, más angustiosas o más feas; ni tampoco porque se cuenten en lenguaje vulgar. Y el intento de imponer en la literatura la lengua hablada es un propósito que conduce a la decadencia del idioma y al empobrecimiento del estilo. Nunca eludo en mis versos una rima consonante ni una forma clásica, ni hago concesiones a la naturalidad ni a los diablos de la comodidad. “Quien aspira al placer -escribió Byron- no debe buscar comodidades”.

P.- Su poesía contiene el endecasílabo de Garcilaso y sonoridades de San Juan de la Cruz...

R.- En este tiempo en que todo el mundo quiere ser original, sólo existe un medio de ser distinto y auténtico, seguir el camino propio, ajeno a las modas intelectuales, y aprender la disciplina del arte en los maestros clásicos. No creo en la poesía intelectual. “No se hace la poesía con ideas, sino con palabras”, escribió Mallarmé.

P.- No utiliza el verso blanco y, sin embargo, pocas veces, salvo en el soneto, utiliza las estrofas clásicas...

R.- La RAE llama verso libre al que no tiene métrica ni rima. No puede justificarse, así tan lindamente, el capricho intelectual de llamar “verso” a lo que no tiene medida. No hay que olvidar que la poesía nació para ser recitada y cantada. Por eso es absurdo hablar de un verso sin medida. Es la estrofa lo que permite buscar acordes y medidas nuevas.

P.- Curiosamente, en su prosa oculta rimas y cadencias que no disimula ni siquiera cuando escribe novela, incluso en el tono tolstoiano y realista que distingue su narrativa...

R.- El alma nos habla muchas veces en verso, mezclando la prosa con la rima.

P.- ¿Hay que leer la poesía en voz alta?

R.- También la prosa. Hemingway decía que hay que leer moviendo los labios. Se evita así la lectura mental y rápida -“racionalista”- que destruye lo que la literatura tiene de sentimiento, de instinto y de arte. Y en la poesía es aún más importante. Recito mis versos en voz alta, a la vez que los escribo. Y trato así de evitar que el ejercicio reflexivo de la métrica me haga olvidar la sensualidad de la palabra. La armonía es un orden en el espacio y en el tiempo. La fuerza de la respiración y el ritmo del aliento distinguen a cada poeta, igual que el fraseo es tan importante en el canto. La literatura tiene, como todas las artes su materia carnal; se trata, nada menos, que de la palabra pronunciada con emoción por la voz humana. Nadie puede comprender un verso sin recitarlo -en su ritmo exacto- en voz alta. Y leer rápido es tan ridículo como bailar un tango 'deprisita'...

P.- ¿Su obra combate el racionalismo moderno?

R.- No sé por qué el racionalismo pedante de nuestro tiempo nos lleva a olvidar que nuestro cuerpo goza en el arte, precisamente porque quiere ser redimido en gracia. Mientras los profesores hablan, los artistas deben volver a cantar en la calle.

P.- Este poemario está firmado “en las Ínsulas Extrañas”. ¿Qué significado tiene?

R.- Mi novela “Luz de Vísperas” y mis libros “Siguiendo mi Camino” y “El esnobismo de las golondrinas” están escritos en clave mística, para idealistas y románticos. Por eso me divierto cuando algún disparatado sospecha que son las memorias de un aristócrata decadente en su castillo. ¡Genial! ¡Así se vive en las Ínsulas Extrañas! .

Alfredo Valenzuela.