El cineasta Michael Haneke, maestro de lo truculento y afiliado a sacudir conciencias, ha representado involuntariamente en Madrid las contradicciones de haberse convertido en una estrella del cine minoritario, arrastrando a las masas y cruzando los dedos para los Óscar, donde compite con “Amor”.
“Cualquiera de los cinco Óscar me haría ilusión”, ha dicho ante los medios en una rueda de prensa este director que ha colocado su desoladora y a la vez cálida visión del ocaso vital entre las favoritas al máximo premio de la industria cinematográfica.
La rueda de prensa de hoy, en principio, tendría que haber versado sobre la ópera que estrenará el sábado en el Teatro Real de Madrid, “Così fan tutte”, de su compatriota Wolfgang Amadeus Mozart.
Pero Haneke no ha querido desvelar nada de su segunda experiencia en la ópera, y Gerard Mortier, director artístico del Coliseo madrileño, ha decidido abrir las puertas hasta llenar aforo, que finalmente se ha desbordado y ha convertido el acto en una extrapolación del fenómeno pop adolescente a la alta cultura.
La diferencia, aunque parezca mentira, no era tanta. Algún actor y director famosos, admiradores que ya le habían asaltado a la salida de un teatro. Gente de todas las edades y hasta una mujer con su marido y su bebé se han presentado ante el director de “La cinta blanca”, quien se ha mostrado entre orgulloso, cohibido y displicente.
“A la mayor parte de los directores nos incomoda estar delante de una cámara. Eso es cosa de los actores”, ha dicho ante tal “fenómeno fan”, que acentuaba ese contraste entre el rictus severo, el “look” de pastor protestante y la melena blanca del director con el fervor desatado de alguno de los asistentes.
La rueda de prensa ha transcurrido entre declaraciones como “mi lenguaje es una reacción al 'mainstream'” y su imagen cruzando los dedos para la noche de los Óscar el domingo, evento mediático por antonomasia que, además, le hará ausentarse del estreno de su última creación.
Y recordaba a ese encuentro curioso que se produjo en los Globos de Oro, cuando Sylvester Stallone y su antítesis austríaca, Arnold Schwarzenegger, le entregaron el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, o a otros fanatismos del colectivo cinematográfico más intelectual, como las colas y los aplastamientos para ver “El árbol de la vida” en el Cannes de 2011.
Hoy Haneke, ganador de dos Palmas de Oro con sus dos últimas películas (la citada “Amor” y “La cinta blanca”) y responsable de títulos tan perturbadores como “La pianista”, no ha ocultado, sin embargo, que su meta es “causar emoción en el espectador”.
“'Amour' es una película que, si eres joven. te afectará porque pensarás en tus abuelos; si no eres tan joven, te afectará, porque pensarás en tu padres y, si eres mayor, pensarás que es algo que te puede suceder a ti”, ha explicado.
Su vocación de que ese mensaje inquietante pueda llegar a esa cultura a la que se opone, la mayoritaria, quedó patente en la nueva versión, casi exacta, que hizo de su propio filme, “Funny Games”, pero con las estrellas Naomi Watts, Tim Roth y Michael Pitt. Entonces fracasó.
Después, ya optó a dos Óscar con “La cinta blanca”, a la mejor fotografía y a la mejor película de habla no inglesa, categoría en la que perdió contra todo pronóstico contra la argentina “El secreto de sus ojos”, de Juan José Campanella.
El domingo, todo parece indicar que no habrá disgustos en esa categoría para Haneke, e incluso que “Amor” podría imponerse en las de mejor película, director, actriz (para Emmanuelle Riva) o guión. En Madrid, negándose a dar entrevistas y vetando preguntas sobre la ópera, se ha mostrado listo para ser todo un “divo” a la altura de las estrellas de Hollywood.
Por Mateo Sancho Cardiel.