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Pedro Duque, el ministro que cree en la ciencia y la tecnología

Pedro Duque en 2003, sentado en un simulador de la nave 'Soyuz' en la Ciudad de las Estrellas, Rusia

José Cervera

Hace falta un tipo muy especial de confianza en la ciencia y la tecnología para subirse a un caparazón de aluminio colocado sobre una montaña de explosivos controlado por millones de piezas casi todas experimentales y permitir que semejante engendro mecánico te lance a cientos de kilómetros de tu planeta, a un lugar donde el entorno está intentando matarte de modo activo y la vida humana se encuentra en el filo de la navaja de la supervivencia.

Hace falta conocimiento, sí, décadas de duros entrenamientos, enormes cantidades de estudio y una notable dosis de inteligencia simplemente para estar ahí. Pero sobre todo hace falta confianza en la ciencia y en la tecnología; en que los conocimientos, los cálculos y los trabajos de las decenas o centenares de miles de personas que han construido cada pieza de la montaña de explosivos que te propulsará sabían lo que hacían y lo han hecho bien. Pedro Duque, flamante nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades ha demostrado tener los conocimientos, la pasión, la disciplina y la confianza necesarias, porque ha abandonado dos veces nuestro planeta. Lo que queda por ver es si estas características le servirán para sobrevivir a su nueva tarea como político en la piscina de pirañas que es la política española.

Como muchos 'nerds', subespecie en la que cabe clasificarle, Pedro Duque coleccionó fósiles hallados por los terraplenes de San Blas cuando aquel barrio era casi territorio comanche en las afueras más remotas de Madrid; como muchos 'nerds' se interesó de niño por los ovnis y la ufología, esa droga blanda que acabó por lleva a tantos a la ciencia de verdad. Al fin y al cabo en aquellos años era más fácil encontrar en los kioscos 'Mundo Desconocido' o 'Karma 7' que 'Investigación y Ciencia'. Quizá por haberlo vivido desde dentro se opone con semejante firmeza a las conspiranoias y a las teorías esotericas con el plus de contundencia que da la experiencia propia. Como sus respuestas, típicas de astronauta, a los terraplanistas o a quienes insisten en preguntarle si ha visto algo raro alguna vez en el espacio.

Duque estudió ingeniería aeronáutica en la Universidad Politécnica de Madrid y tras obtener su título se incorporó inmediatamente a la Agencia Espacial Europea, donde pronto entró a formar parte del grupo de formación de futuros astronautas. Desde entonces su carrera ha estado fundamentalmente vinculada a la ESA con un par de excepciones: colaboraciones con su Escuela de Ingeniería Aeronáutica y un periodo en el que se incorporó y acabó dirigiendo la empresa española de microsatélites Deimos Imaging que puso en órbita el Deimos-1, diseñado para recoger y analizar datos de la cobertura vegetal terrestre. Conoce por tanto muy bien el ámbito de la cooperación científica y tecnológica internacional, así como la universidad española y la interacción empresa privada-universidad en nuestro país. Ha vivido en persona y como responsable las posibilidades y las dificultades de este tipo de trabajo conjunto, una experiencia que le será de incalculable valor en su nuevo puesto.

Pero lo que más destaca en su currículum son sin duda sus dos misiones espaciales como astronauta de la ESA: la STS-95 en 1998 en la lanzadera espacial Discovery estadounidense y la misión Cervantes en la Estación Espacial Internacional en 2003, a la que llegó en el Soyuz TM-2 ruso; esto y sus años de trabajo en oficinas de la ESO en Alemania implica que habla no sólo inglés, sino alemán y ruso. Además está completamente cualificado para regresar al espacio, al haber sobrepasado desde 2015 las pruebas anuales necesarias para estar en la 'bolsa' de potenciales astronautas con los que cuenta la Estación Espacial Internacional. Aunque un viaje ahora, por no citar el entrenamiento (de tres años mínimo) sería difícil de compatibilizar con su nuevo cargo.

El nuevo ministro ha recibido honores como la “Orden de la Amistad” concedida por el Presidente Yeltsin de la Federación Rusa en 1995, la Gran Cruz al Mérito Aeronáutico, impuesta por Juan Carlos I en 1999 y también ese año el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional junto con sus compañeros Chiaki Mukai, John Glenn y Valery Polyakov, además de numerosos doctorados honoris causa. Aunque de poco le van a servir sus méritos a la hora de meter mano a las numerosas y urgentes reformas que necesita el sistema de ciencia e innovación en España, por no citar las universidades.

Como ingeniero y como testigo de primera mano de los efectos de la inversión y la cooperación internacional en innovación Pedro Duque ha defendido de modo sistemático que se deben aumentar los presupuestos y mejorar los mecanismos de tal modo que la ciencia y la tecnología pueda aportar más a la economía nacional. En su nuevo puesto estará en un lugar privilegiado para modificar el rumbo del estado español en estos temas, aunque también tendrá que lidiar con los estrechos límites que la austeridad y la política le van a marcar. Dicen que salir al espacio te cambia la vida; que quienes han visto nuestro planeta desde fuera de su superficie ya nunca vuelven a ver el mundo de la misma manera. España va a tener una visión extraterrestre en el Consejo de Ministros por primera vez en su historia; ojalá que se note, por el bien de todos, aunque su férreo entrenamiento de astronauta de poco le servirá en las tertulias o los debates en el Congreso.

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