ENTREVISTA FUNDADORA DE 'ESPAÑA MEJOR'

Miriam González, abogada y activista: “La clase política en España tiene un poder desorbitado”

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —
8 de julio de 2024 22:38 h

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“No es difícil” es una frase que repite Miriam González al hablar de las reglas básicas de comportamiento de políticos y sus asesores que faltan y se podrían adoptar en España. Este martes, España Mejor, el grupo que ha fundado con académicos, juristas, economistas y ex políticos, presenta sus propuestas para un código ético de Gobierno.

González, abogada especializada en comercio internacional e impulsora de proyectos sobre igualdad en escuelas, lleva un año con una organización que pretende abrir el debate en España y promover algunas normas básicas como las que existen en el Reino Unido, el país donde vive parte de la semana. Defiende que las reglas convienen a los servidores públicos aunque ofrezcan resistencia por temor a perder el control. González cree, por ejemplo, que tener reglas escritas y claras sobre los conflictos de interés y las apariencias de conflicto de interés de las parejas de los gobernantes habría evitado parte de los problemas para Begoña Gómez, la esposa del presidente. 

González sabe lo que es tener una actividad profesional destacada mientras tu pareja gobierna un país. Está casada con Nick Clegg, el antiguo líder del Partido Liberaldemócrata y que fue vice primer ministro del Gobierno de coalición de David Cameron entre 2010 y 2015. González tuvo que rendir cuentas de sus actividades ante la Oficina de Ética, encargada de posibles conflictos y de asegurar que su marido no participaba en ningún debate o decisión que pudiera afectar al trabajo de la abogada. El hecho de que exista esa oficina para prevenir posibles conflictos y un código ministerial también sirve para proteger a las parejas, según explicó en un artículo del Financial Times en abril

Las reglas éticas no evitaron a González los ataques y comentarios machistas de la prensa británica. Pese a ello, sigue defendiendo la libertad de prensa y desconfiando de cualquier intervención política.

La última vez que entrevisté a González fue en su despacho en Londres en junio de 2016, unas horas antes de que el Reino Unido votara en referéndum a favor de salirse de la Unión Europea. Entonces insistió en que sería una catástrofe para el país y que cualquier gobierno británico sería incapaz de negociar nuevos acuerdos comerciales porque ni siquiera tenía ya el personal especializado necesario frente a la potencia de la Comisión Europea, la encargada de negociar los acuerdos comerciales de la UE. Lo que anticipaba se cumplió con creces.

Ocho años después, el nuevo Gobierno laborista intenta volver a acercarse a sus vecinos europeos, como comentamos en esta conversación, editada por claridad y extensión.

¿En qué consiste su propuesta del código ético del Gobierno?

Lo que queremos es poner sobre la mesa una discusión con un instrumento autorregulador como los que existen en muchos otros países. Conozco muy bien el del Reino Unido, pero hay en muchos otros sitios. Canadá tiene uno buenísimo; en la Casa Blanca cada presidente que llega pone su código; en Bélgica, en Francia y en la Comisión Europea hay cosas parecidas.

En España hay pocos controles del poder, quizá por razones históricas, que tenían sentido en su momento. Pero nuestra Constitución está a punto de cumplir el medio siglo y hay que avanzar, arreglando los agujeros que nos han quedado. Uno de esos agujeros es cómo controlar que haya menos abusos del poder, que siguen ocurriendo en casi todos los gobiernos.

Cuando ocurre, la gente se levanta y hay mucho descontento, pero se convierte casi en una cosa efervescente que enseguida se nos pasa y no logramos mejorar los sistemas. Una manera de mejorar esos sistemas es pidiendo a los gobernantes que tomen ellos mismos compromisos y que se sometan a órganos de control y garantías. Y es un modelo que funciona en muchos sitios. Está clarísimo que sería una buena cosa en España.

Nuestra Constitución está a punto de cumplir el medio siglo y hay que avanzar, arreglando los agujeros que nos han quedado. Uno de esos agujeros es cómo controlar que haya menos abusos del poder, que siguen ocurriendo en casi todos los gobiernos

¿Qué elementos clave debería tener este código?

Lo que planteamos es un inicio de la conversación. Hemos escrito el código con 99 compromisos que nos parecen los más fundamentales, pero lo que queremos es empezar una conversación, porque este es el tipo de cosa en el que tiene que involucrarse toda la sociedad.

Tenemos que mejorar nuestro sistema de conflictos de interés y, casi todavía más importante, poner sistemas de prevención.

Hay un tsunami de nombramientos cada vez que un Gobierno llega a la Administración. Primero hay que limitar el número de nombramientos que se pueden hacer sin que sean funcionarios, porque hay que preservar a la Administración, y luego hay que controlar que efectivamente sean por mérito y capacidad. Sobre los asesores ya ni me acuerdo la cantidad de años que llevamos discutiendo esto. Hasta el Gobierno de Meloni, de extrema derecha, tiene en su web los currículos, las razones del nombramiento y las funciones que tienen que cumplir los asesores. Son cosas fáciles que podemos hacer.

Hay que limitar a muchos menos ministros el uso de coches oficiales, qué ocurre en los viajes y el uso de casas oficiales. 

Una cosa básica, y eso viene del Reino Unido, es que no puedes mentir deliberadamente en el Parlamento. 

Son compromisos de cajón. Puede que haya otros que no se nos hayan ocurrido y debemos tener esa conversación en la sociedad civil. Esto es algo que no puede venir dado solamente por un partido u otro. Enseguida se van a polarizar y esto es algo que incumbe a toda la sociedad.

¿Ha tenido algún contacto con el Gobierno o con los partidos políticos en el Congreso?

Llevamos trabajando en esto durante meses, no es algo improvisado. Lo que hemos hecho de momento es abrir esto a otras organizaciones y hemos colaborado con Hay Derecho. Esto opera por encima de las obligaciones jurídicas. Ahora se lo vamos a mandar y nos vamos a ofrecer a explicar cómo funciona a todos los partidos políticos a todos los niveles de gobierno, también comunidades autónomas y ayuntamientos.

Esto es aplicable al Gobierno y es importante que sea específico para el Gobierno. No puede ser que tengas a los de máxima responsabilidad con los mismos compromisos que un funcionario de a pie. Cuanta más responsabilidad tienes, más compromiso con la ética, pero luego esto tiene que caer en cascada por todo el sistema político español. Este otoño vamos a viajar por todo el país para presentar el código y fomentar el debate.

¿Ve una oportunidad en el plan de regeneración democrática que va a presentar el Gobierno de Pedro Sánchez? 

Esto lo sacamos una semana antes. Espero que el presidente tenga la ocasión de verlo. Me imagino que ese paquete se presentará al Parlamento. Una vez lo presente, veremos si es completo y si efectivamente se somete el poder a límites o si se utiliza esto para someter a otros a límites. Todo el mundo tiene que poner cosas sobre la mesa y tenemos que pasar a esa fase siguiente con algo que siempre nos ha faltado en nuestro sistema y que no es difícil. No hay que quejarse, hay que hacerlo.

¿Cómo de importante son las reglas para evitar el conflicto de interés con las parejas? Usted escribió en el Financial Times que un código ético habría protegido a Begoña Gómez u a otras personas en su situación…

La parte de conflicto de interés es solamente una de las partes del código. Hay muchísimas otras cosas, algunas de carácter genérico, y otras que se han visto durante la historia de los gobiernos de España, como el uso de los servicios de inteligencia. Y otra es el conflicto de interés.

Hacen falta tres cosas por encima de lo que ya tenemos en la legislación que se hizo durante un Gobierno del Partido Popular y que además se hizo derogando el primer código, el único aprobado, que fue el de la época de Jordi Sevilla [ministro de Administraciones Públicas del Gobierno Zapatero], en 2005.

En esa legislación faltan tres cosas. Primero, faltan los conflictos aparentes. La OCDE lleva desde 1998 pidiéndolo y todavía no hemos logrado insertarlo en nuestro ordenamiento. Hay una pequeña referencia en el sistema de integridad de la Administración General del Estado, pero no se sabe si eso está aprobado. La Oficina de Conflictos de Interés ha indicado que no cubre los conflictos aparentes. 

Hay una limitación en la ley a las relaciones profesionales que se consideran en casos de familiares, con lo cual solamente son tres o cuatro supuestos muy específicos. Puede haber muchos otros, porque las relaciones profesionales que un familiar o un amigo muy cercano pueden tener no necesariamente tienen que tipificarse en tres cosas específicas. 

Lo que más me importa son los sistemas preventivos. Una primera reacción de los políticos es ponerse un poco a la defensiva. Pero creo que si lo piensan un poco, se darán cuenta de que estos compromisos son una garantía para ellos. Lo que hace es que tengan algo que les proteja de falsedades, bulos y cosas que afectan a su reputación. Es bueno para todo el mundo. Y esa es la razón por la que políticos de muchos otros sitios aceptan gustosos este tipo de código. Es bueno para la sociedad y es bueno para los políticos.

¿Y hace falta algo más en otras áreas? En España vemos a jueces que expresan opiniones políticas en privado e incluso en público, algo impensable en el Reino Unido… 

El sistema de controles y garantías es algo muy amplio, no es solamente la parte ética del Gobierno, pero creo que es fundamental siempre ver por dónde tienen que empezar las cosas. Las cosas tienen que empezar por los que están más arriba. Esta discusión la tenemos con el sector privado y todos lo hemos internalizado. ¿Quién marca la cultura ética de una empresa? El presidente, el CEO, y a raíz de ahí, todo va cayendo. En política es un poco lo mismo: quien tiene que marcar la ética, para después poder arremangarse y empezar a ver todas las cosas que no funcionan, es el presidente… y los ministros. 

Quien tiene que marcar la ética, para después poder arremangarse y empezar a ver todas las cosas que no funcionan, es el presidente

Hay muchas otras cosas en España que cambiaría si pudiera. Sobre el Consejo General del Poder Judicial, no entiendo por qué no lo eligen los jueces como estaba inicialmente en la Constitución y como pide el Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa (GRECO) cada año. 

Es sorprendente a veces ver ese tipo de manifestaciones de carácter político por parte de jueces. También es sorprendente ver a periodistas yéndose a tertulias a proteger al poder. Una cosa es que no pongas mucho énfasis en unas cosas o en otras, pero salir a defender al poder es algo que choca. 

El leitmotiv de todo ello es que llevamos décadas en las que vemos problemas. La sociedad se levanta… pero eso no acaba en un refuerzo del sistema. Da lo mismo que sea en una institución o en otra. No reforzamos el sistema y luego nos sorprendemos de que vuelva a ocurrir. Hay empezar a hacer cosas para mejorar el sistema. 

¿Por qué hay reticencia a cambiar? ¿Falta cultura pública o democrática en España?

Soy muy contraria a esas interpretaciones de que los españoles tenemos el gen de la picaresca en el ADN y que por eso dejamos pasar cosas. 

Tenemos una situación en la que por razones históricas, durante la transición, lo más importante era que el proceso no descarrilara y se puso mucho poder en muy pocas manos. La fase siguiente iba a ser que la de seguir modernizando y que aquellos que tenían mucho poder fuesen soltándolo poco a poco; lo que ha ocurrido ha sido justo lo contrario: han ido cogiendo sobre la base de ese poder todavía más poder. Y ahora mismo tienes una clase política en España que tiene un poder desorbitado. 

Durante la transición, lo más importante era que el proceso no descarrilara y se puso mucho poder en muy pocas manos. La fase siguiente iba a ser que la de seguir modernizando y que aquellos que tenían mucho poder fuesen soltándolo poco a poco; lo que ha ocurrido ha sido justo lo contrario: han ido cogiendo todavía más poder

Eso hace que haya mucho miedo en la sociedad. Nosotros vemos en España ese miedo de manera directa. Lo que es para la sociedad civil y tenemos gente de todo tipo de ideologías. Ni siquiera tenemos un ideario, pero te encuentras empresarios que te dicen: “Si me significo participando en esta pequeña campaña positiva, a lo mejor me quitan una licencia o me complican un contrato público”. Alucino con que esto se haya normalizado en España.

A mí me interesan las soluciones. Esto es una democracia muy madura, muy consolidada. Hay que pasar a la fase siguiente y esto no es difícil de hacer. 

¿Hasta qué punto es un problema para hacer estas reformas la retórica política ahora mismo tan bronca con insultos entre políticos de todos los partidos? 

Es una razón para hacer este tipo de reformas. Estaríamos mucho menos polarizados si tuviésemos unas reglas mucho más claras y unos compromisos mucho más claros. Si desde el Gobierno se comprometieran al menos a que ellos no van a insultar a nadie y van a tratar a todo el mundo con respeto, empezaría el proceso en cascada.

Hay mucha polarización en todos sitios. Se nos olvida que estamos en una fase de unas dimensiones que no hemos visto nunca, una transición económica enorme donde los que ganan y pierden van a ser distintos. La polarización puede convertirse en parte de ruido de fondo o puede convertirse en protagonista de la política española. Y lo que hay que conseguir es que cada vez sea más ruido de fondo y se vaya abandonado. Este tipo de conversaciones favorecen el que se vaya eliminando la polarización, porque van de los intereses comunes y generales.

Estaríamos mucho menos polarizados si tuviésemos unas reglas mucho más claras y unos compromisos mucho más claros

El presidente del Gobierno ha puesto mucho énfasis también en algún tipo de reforma para los medios. Usted sufrió en primera persona bulos y ataques machistas de diarios británicos. ¿Qué se puede o se debe hacer?  

Yo soy muy respetuosa con la libertad de expresión. Me inquieta cuando oigo a políticos del signo que sea hablar sobre la intención de meterse en regulaciones de medios. Eso lo he visto en el Reino Unido y lo he visto todavía más claramente en Estados Unidos. Las situaciones nunca son perfectas, pero cuando el poder mete la cuchara tiende a hacer más daño de lo que arregla.

Me horroriza la normalización en España de hablar de “pseudomedios”. Creo que es peligrosísimo. Y en la Unión Europea que esto esté ocurriendo en un país que no está en las manos de la extrema derecha sienta un precedente terrible. Entiendo por qué al final hay gente que empieza a seguir esa senda, pero creo que todo el mundo debería pararse diez minutos y pensar. Se puede hacer muchísimo daño y, además, dar una excusa perfecta a muchos gobiernos de extrema derecha que están pensando en lo que se hace en gobiernos que no son de extrema derecha.

¿Volverá un día el Reino Unido a la Unión Europea?

Creo que es inevitable que lo tenga que poner sobre la mesa. Justo después de la victoria laborista, ya estamos hablando de una mejor relación en temas de seguridad. Creo que empezará por la seguridad y después llegaremos a la situación comercial. El dilema que tiene el Reino Unido sobre la mesa sigue siendo el mismo que tenían antes. Si los británicos se acercan a la Unión Europea, se convierten en receptores de reglas que no deciden ellos. Y si no, no están cerca de su mercado. Eso siempre ha sido así. La única alternativa que tenían era cambiar completamente su sistema y acercarse al imán reglamentario de Estados Unidos, que simplemente no está en la oferta, porque eso no va a ocurrir ni con Biden ni con Trump, ni con cualquiera que pueda sustituir a Biden. Más pronto que tarde llegarán a ese dilema real.

Creo que el signo de interrogación está también por la parte europea. ¿Sigue siendo la Unión Europea algo atractivo a lo que sumarse? ¿O, con los problemas que tiene Alemania y Francia, no logra tirar del todo y países del sur como Italia y España sólo tiran con los fondos?... Hay trabajo por parte de la Unión Europea.

¿Por qué ha creado una plataforma, y no un partido para influir desde dentro del sistema?

Es algo que hace falta en España desde hace mucho tiempo y nunca lo hemos logrado articular en la sociedad civil. Tenemos organizaciones fantásticas, pero son muy pequeñas, están muy fragmentadas, muy especializadas, con lo que es muy difícil conectar con la calle. Y tienen pocos medios. 

Yo soy una persona liberal en el sentido británico, no en lo que se llama “liberal” en España de evitar el Estado en todo. “Liberal” en los controles y garantías sobre el poder. Ese espacio está ahora muy vacío políticamente. Hay gente que se acercaba a ese espacio y en el fondo querían lo que los demás: lo que querían eran los puestos. Esta es una manera mucho más fresca de intentar mejorar las cosas. Sólo puedes venir a colaborar y sacar esa cantera de gente que que estará dispuesta a colaborar a cambio de la satisfacción de ver cómo mejoran las cosas.

¿Se ve en un partido político algún día?

No lo sé.