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Pío Moa prologó un libro en el que Girauta describe una República “revolucionaria que llevó” a la Guerra Civil

2006. Año de la fundación de Ciudadanos. 70 aniversario del golpe de Franco contra el Gobierno de la República. Y año en el que Juan Carlos Girauta, actual número uno de Ciudadanos al Congreso por Barcelona, publicó 'La República de Azaña' (Ciudadela).

Pero que Franco diera un golpe en julio de 1936 no es, para Girauta, lo que acabó con la República: “La República venía muriendo desde la falsificación del resultado electoral por el Frente Popular al huir Portela Valladares [febrero de 1936], o desde que los socialistas se levantaron en armas contra ella en el 34, o desde que Azaña la convirtió en un permanente estado de excepción, o desde que el primer gobierno del régimen vio arder las iglesias de Madrid sin inmutarse porque todas juntas no valían la vida o la uña de un republicano. Sabemos que la República nació, pero no sabemos exactamente cuánto vivió”. Según Girauta, “el fatal error republicano” fue “dejar fuera del sistema, con la legitimidad en duda, la cabeza gacha y pidiendo perdón a cuantos no se adscriban a la izquierda o al nacionalismo”.

El libro, según su prologuista, el ex miembro de los GRAPO reciclado en historiador, Pío Moa, es respuesta a la versión “beatificadora” de Manuel Azaña, en un año, 2006, en el que se sucedieron simposios sobre la República y la Guerra Civil y, además, se comenzó a trabajar en la Ley de Memoria Histórica, aprobada definitivamente al año siguiente.

Moa afirma en su texto: “Girauta [...] da buena prueba de la colaboración de Azaña con los movimientos revolucionarios que llevaron a la guerra civil”. Y Moa: “La cuestión básica desde el punto de vista histórico expuesta en este libro nos aporta una lección política de gran alcance. Pone de relieve la facilidad con que unas intenciones, en principio buenas (la ”modernización“ de España) pero concebidas con arbitrariedad y desarrolladas en sectarismo, conducen a la pesadilla”.

Para el propio Girauta, según explica en la página 171, el 13 de julio de 1936, la imagen “del líder alfonsino [José Calvo Sotelo] con el rostro deforme de la muerte, sobre una tabla, la pechera de la camisa ensangrentada, la chaqueta y el sombrero arrebujados, abre otro capítulo, el de la guerra, que multiplica exactamente por mil el horror. De 300 muertos a 300.000”. Es decir, “el capítulo de la guerra”, en palabras de Girauta, no se “abre” con el golpe de Franco, sino con el asesinato de Calvo Sotelo.

Las tesis de Moa, se encuentran fuera de la historiografía sobre la República y la Guerra Civil con más reconocimiento internacional. De hecho, en el prólogo descalifica a algunos de estos exponentes: Tuñón de Lara, Javier Tusell y Santos Juliá.

El retrato que hace Girauta en las casi 300 páginas del libro de Manuel Azaña es demoledor. Entre las páginas 140 y 145 describe las elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular: “El día 16 a las cuatro de la tarde, en cuanto se cierran los colegios electorales, grupos de partidarios del Frente Popular se reúnen en la Puerta del Sol y, con el solo fundamento del rumor, cantan victoria. Con una justificada sensación de vacío de poder, las masas izquierdistas aprovechan para tomar por las bravas gobiernos civiles y ayuntamientos por toda la geografía española, sin esperar a nada remotamente parecido a unos resultados oficiales. Los partidos ue deberían canalizar sus impulsos, contenerlos, han atizado un fuego revolucionario de enfrentamiento y venganza”.

Girauta continúa: “Gil Robles no consigue convencer a un jefe de Gobierno [Portela] definitivamente derrumbado para que declare el estado de guerra. La misma negativa se encuentra Franco [...]. El día 17 [de febrero], con los Comités del Frente Popular ocupando los despachos de los gobernadores, que han abandonado sus puestos aterrorizados, las garantías de limpieza en el recuento electoral son nulas. El día 18 se suceden noticias de trioteos con las fuerzas del orden, motines de presos, incendios y saqueos de iglesias en diversos puntos del país [...]. Al día siguiente, al presentar formalmente la dimsión [Portela]”, Niceto Alcalá Zamora nombra a Azaña jefe del Gobierno.

En la página 159, Girauta escribe: “En realidad, Azaña era de los pocos que no advertía, o no estaba dispuesto a advertir en toda su magnitud, el peligro revolucionario”.

“En tres días”, relata Girauta ya en la página 181, “se alzaron 3 generales de 18, la mitad de los generales de brigada, 43 de las 51 guarniciones principales y la mitad de las fuerzas de orden público [...].

Girauta concluye el libro con un “epílogo urgente, un añadido alarmado de un autor al que le ha tocado escribir sobre los vertiginosos y violentos años treinta mientras veía reproducirse, en el mismo país y siete décadas más tarde, los patrones que condujeron al fraticidio [...]. El nuevo gobierno español [de Zapatero], deseoso de mantener el apoyo que obviamente le había prestado en las elecciones más de un millón y medio de españoles que no contaban entre sus votantes habituales, cultivó los aspectos más sensibles de la panoplia progre que sustituía a esas alturas el desacreditado ideario de la izquierda tradicional: las pulsiones centrífugas de los nacionalismos periféricos, el feminiso paritario, las reivindicaciones más extremas de los colectivos homosexuales, el indigenismo, el ecologismo, el castrismo, la fenomenal alianza de civilizaciones, el prejuicio anticatólico, los 'papeles para todos'. Cualquier cosa. Los gobernantes socialistas han caído en el mismo error moral y de calculo que condenó a la Segunda República: han decidido excluir a la derecha del sistema”.

¿Cuáles eran los fines del Parlamento de 2006 en declarar aquel año como el de la Memoria Histórica? “Convertir una historia disfrazada y parcial, una historia de buenos y malos, de demócratas y fascistas, en objeto arrojadizo contra la media España liberal-conservcadora del siglo XXI”, escribía Girauta, “dejando a cuantos no se adscriban a la izquierda o al nacionalismo fuera del sistema. Y al perseguir tales fines se condenan –nos condenan– a transitar de nuevo el viejo y fatal error republicano, la parte de la historia que no cabe en su verdad”.

¿Y qué dice el programa electoral de Ciudadanos sobre la memoria histórica? Sin mencionar el término, Ciudadanos propone que se “facilite” la localización de fosas y la exhumación y que las administraciones “colaboren” con familiares y víctimas. Y “retirar la toponimia franquista” sin participar “de la campaña exagerada de cambios en los callejeros que se está llevando a cabo motivada por intereses políticos ante las próximas elecciones”.

Así describía Girauta a su prologuista en una columna publicada en Libertad Digital:

“A Pío Moa no le perdonan que haya arrebatado la verdad terrible de sus propios archivos y la haya mostrado al mundo, no le perdonan los historiadores estabulados la denuncia de sus falacias ni mucho menos la caída de su reputación. No le perdonan que escriba como los ángeles y que su nombre se agrande, oscureciendo los suyos. Cualquiera que la haya leído con detenimiento sabe que su obra constituye el acontecimiento intelectual más importante en la España de los últimos años. Ya no es posible pensar o enseñar la Guerra Civil sin pasar por él. Las facultades de Historia lo eludirán y sólo conseguirán desprestigiarse. Los Preston y los Tusell también creen, de forma infantil, que ignorándolo va a desaparecer. ¡Lástima que venda más libros que ellos! Otros quieren borrarlo del mapa azuzando a los lobos. Mentiras, ninguneo; insidias, veladas amenazas... Con esta tropa no hay manera de tener un debate de ideas. Pues nada, que sigan masturbándose en sus fórums mientras la historia les pasa por encima”.