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El virus que el rey Juan Carlos ha pegado a Felipe VI no se cura con confinamiento

El rey en el Museo de El Prado en una entrega de premios a empresarios el 26 de febrero.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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En estos tiempos de confinamiento y estado de alarma, nada mejor para tranquilizarse que matar el tiempo echando un vistazo a la cuenta de Twitter de la Casa Real. Ahí no hay enfermos por coronavirus ni fallecidos. Ni alarma ni preocupación. Ni apoyo a las autoridades y a la labor que están realizando. Ni gestos de ánimo a los ciudadanos, tampoco al personal sanitario y a todos los trabajadores que no pueden quedarse en casa. “El rey de todos los españoles”, según expresión utilizada con frecuencia, no tiene nada que decir sobre lo que está aquejando a todos los españoles.

Lo que hay son fotos de marzo de los reyes en París con Macron, de Felipe VI con mandos militares, de una audiencia real con la Confederación Española de Transportes de Mercancías y de esa cita que es de obligada cobertura en todos los telediarios. La entrega de premios del concurso escolar '¿Qué es un rey para ti?'.

En la próxima convocatoria, no sería extraño que los niños –encerrados en casa y que ven a sus padres preocupados y nerviosos– intenten dibujar una nueva idea: un rey es un señor muy alto que vive en una casa muy grande y que no parece muy interesado en esta emergencia nacional.

Alguien dirá que estaba ocupado con asuntos de familia, esos que dan tantos quebraderos de cabeza. Los peores son los que no se solucionan a tiempo y terminan pudriéndose y provocando una peste que no hay manera de quitarse de encima.

Con la abdicación de Juan Carlos I en 2014, los grandes medios de comunicación lanzaron un suspiro de alivio. El desprestigio de la figura del monarca estaba contaminando a toda la institución. Los periódicos se habían empleado a fondo antes para defenderlo después del escándalo del viaje a Botsuana. Como decía un editorial de El País, “resultaría estrambótica la suposición de que el rey no tiene derecho a unos días de asueto y ocio, cualquiera que sea la dureza de la crisis económica”.

La llegada al trono de Felipe VI fue recibida con alborozo. Los problemas de reputación se habían acabado. Cómo sería la cosa que hasta se destacó que el nuevo rey puso en su despacho un retrato de Carlos III, “un monarca ilustrado que impulsó el desarrollo de la ciencia y la cultura”. Los elogios se extendieron a su hija: “El nuevo Rey se toma su tiempo. Su hija Leonor, también. A la niña-princesa le encanta parar, mirar y pensar antes de tomar una decisión. Igual que él”, se escribió cuando ella tenía ocho años.

Con ocasión de la sentencia de Iñaki Urdangarin por corrupción en 2017, se volvieron a levantar los cortafuegos, como ya se había hecho antes marcando distancias con su esposa, Cristina de Borbón. A pesar de todos esos intentos, no conseguían apagar el fuego.

Ahora se ha producido la última llamarada. El cortafuegos mediático había resistido, pero se vino abajo con la información de un periódico británico que situaba a Felipe VI como beneficiario en calidad de heredero de la fortuna millonaria de su padre escondida en el extranjero. La Casa Real emitió un comunicado en la noche del domingo para proceder al divorcio completo con Juan Carlos. Al cortarle la asignación que le correspondía, la nota estaba confirmando que el rey emérito ya tiene una fortuna de procedencia ilegal con la que puede vivir sin problemas.

Todos esos manejos financieros eran conocidos en Zarzuela desde hace un año y fueron comunicados al Gobierno español. Se habían mantenido en secreto desde entonces con la intención de que siguieran en esa situación. Las investigaciones en tribunales extranjeros relacionadas con Corinna zu Sayn-Wittgenstein y un artículo del Telegraph pusieron fin al encubrimiento.

Con razón, Màrius Carol, exdirector de La Vanguardia y antes corresponsal en la Casa Real, ha llamado a todo esto “el último cortafuegos”. Ya no queda nada que interponer ante el avance del fuego.

Eso no quiere decir que los bomberos no estén dispuestos a tragarse el marrón de seguir en sus posiciones. Esos que habían ignorado todas las sospechas sobre los negocios de Juan Carlos o las habían rechazado. Como ocurrió con la abdicación (rechazada antes como algo intolerable, aplaudida después por ser muy apropiada), el bombazo de Zarzuela se respondió con una ovación cerrada. Todos destacaron que Felipe VI ha renunciado a esa futura herencia, aunque eso no pasa de ser una promesa, ya que legalmente no es posible hacerlo.

“La ejemplaridad por encima de la sangre”, decía un bombero al que sólo le faltaba derramar lágrimas de agradecimiento al rey mientras sostenía la manguera. “En estos complicados momentos por los que está pasando el país, la ciudadanía puede tener la certeza de contar con un Rey ejemplar, honesto y responsable”, se leía en el editorial de El Mundo, que hasta hace nada decía lo mismo de Juan Carlos. En un confuso intento de combinar lealtad a la monarquía e indignación por los hechos denunciados, el editorial de El País reclama que “no se puede confundir la Monarquía con la persona del Rey emérito”.

No hay institución más ligada a la persona que la monarquía a diferencia del Gobierno o de cualquier otra. Al menos, durante el tiempo que viva el monarca. Juan Carlos de Borbón no dejó de ser rey cuando hizo los negocios que le resultaron tan lucrativos.

“Proteger el sistema constitucional, incluida la Monarquía como forma de gobierno que hoy encarna Felipe VI, exige que, según él mismo reclama, el Estado de derecho se aplique con escrupuloso rigor”, dice el editorial, que no se atreve a llegar hasta el final y decir que la inviolabilidad que aparece en la Constitución no debe aplicarse a un rey que ya no es rey. Si no es así, el Estado de derecho tendrá que mirar a otro lado.

La Mesa del Congreso ha rechazado con los votos de PSOE, PP y Ciudadanos que se forme una comisión de investigación sobre las algo más que presuntas irregularidades fiscales del anterior rey. El argumento jurídico parece ser que la inviolabilidad ya no existe, pero se mantiene sobre hechos ocurridos en su reinado, incluidas las posibles comisiones por contratos concedidos a empresas españolas en el extranjero.

Podemos, ERC, PNV y otros partidos ya han mantenido contactos telefónicos para intentar otra vez que el Congreso haga una investigación. Fuentes socialistas citadas por varios medios afirman que volverán a vetarla. El ministro de Interior se vio obligado a responder a una pregunta sobre el tema y se limitó a explicar que ahora lo importante es la “verdad judicial” y que prosiga la investigación. Si se refería a la de Suiza, la única que hay, debe de ser la primera vez que el Estado subcontrata una investigación a un país extranjero.

La Casa Real y el Gobierno confían en que la larga crisis del coronavirus sirva para pasar por encima de este conflicto tan embarazoso. No hay que descartar que el Gobierno convenza al rey de que salga del estupor y ofrezca un discurso o manifestación pública con la que comunicarse con los españoles en estos difíciles momentos. No va a ser suficiente con volver a poner en marcha la cuenta de Twitter.

De otra manera, los ciudadanos se preguntarán para qué sirve la Jefatura del Estado si durante una emergencia nacional sólo se ocupa de asuntos de herencias y abogados.

Nota: en la noche del martes, después de la publicación de este artículo se supo que Felipe VI se reunirá el miércoles en La Zarzuela con Pedro Sánchez y los cuatro ministros que están en el comité de gestión de la crisis. Posteriormente, se anunció que el rey dará un discurso televisivo el miércoles por la noche.

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