La muerte de Kebyn: interrogantes sobre la actuación policial en Vallecas
El presunto homicidio de Kebyn Peralta Asencio supone una anomalía en el sistema español por la condición de policías de sus autores. En la práctica totalidad de los casos, las imputaciones de los agentes no trascienden y acaban por ser archivadas. A falta de lo que depare la instrucción del juez Pedro López Jiménez, la muerte a tiros del joven de 21 años en el rellano de su casa de Vallecas el pasado 26 de noviembre arroja una serie de interrogantes que sostienen la imputación a día de hoy de tres miembros del Cuerpo Nacional de Policía.
Los disparos
La Policía Científica recogió 15 vainas percutidas en el lugar de los hechos aunque los agentes refieren 18 ó 19 disparos para repeler un ataque con un cuchillo de 12,5 centímetros, algo superior al tamaño del que tienen los que se utilizan como cubierto. Ante sus compañeros de Homicidios y ante el juez instructor, los agentes describen al joven fuera de sí, con una clara y reiterada intención de alcanzarles zonas vitales con el arma blanca.
El concepto de proporcionalidad viene recogido en la Ley que rige la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En su artículo quinto, la Ley 2/86 recoge que los agentes, “en el ejercicio de sus funciones, deberán actuar con la decisión necesaria, y sin demora, cuando de ello dependa evitar un daño grave, inmediato e irreparable; rigiéndose al hacerlo por los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad en la utilización de los medios a su alcance”.
¿Fueron esos 18 ó 19 disparos proporcionales para “evitar un daño grave, inmediato e irreparable”? O lo que es lo mismo, ¿fue necesario disparar tantas veces y alcanzar en al menos seis ocasiones el cuerpo de Kebyn para detener su ataque? El testimonio de los agentes, únicos testigos presenciales, dice que sí. Uno de ellos, el que primero disparó, llega a afirmar que esquivó “muchas veces” cuchilladas en dirección a su cabeza, cuando el escudo ya no le protegía, y que solo entonces sacó su arma reglamentaria y disparó. Un total de nueve veces. Un compañero suyo otras ocho. Y el tercero solo una vez.
El cuchillo roto
Los policías sostienen que Kebyn perdió el cuchillo en el forcejeo, que lo recuperó y que no lo soltó hasta que le golpearon “muchas veces” con la porra y le pisaron una mano después de haberle alcanzado seis veces con sus armas de fuego.
Sin embargo, el cuchillo apareció partido, con la hoja separada del mango, lo que supondría que Kebyn Brayan debería haberlo sostenido por la hoja –la autopsia no refiere cortes en las manos que así lo indiquen– tras recibir los disparos, o que lo único que tenía en su mano era un mango de plástico sin hoja.
“En el caso que nos ocupa y una vez valoradas las condiciones comentadas y realizadas las labores pertinentes NO SE HAN REVELADO HUELLAS con un sistema de crestas considerado con calidad acorde al Procedimiento Específico de Revelado de Huellas Latentes vigente, sobre las superficies tratadas de los vestigios reseñados en el presente”.
La alteración de la víctima
Kebyn Brayan Peralta Asencio medía 1,70 y pesaba 70 kilos. Se enfrentó con un cuchillo de 12,5 centímetros de largo y 2,5 de ancho a tres hombres armados con pistolas del calibre 9 milímetros, protegidos cada uno con un chaleco antibalas y un solo escudo de alrededor de 100 centímetros de alto y 60 de ancho.
Los agentes explican la peligrosidad de la víctima en el estado en el que se encontraba. Insisten en que la madre y el hermano del joven, que entregaron las llaves a los agentes en la calle, ya advirtieron de su estado de alteración y violencia y de que les había amenazado con un cuchillo. En la misma línea, aseguran que cuando entraron en la casa y le conminaron a salir, llamándole por su nombre, él no contestó y salió de una estancia con la mirada perdida e intentando esconder el cuchillo en una manga de la chaqueta deportiva que vestía.
A continuación, se habría dirigido a ellos, que se protegían tras el agente con el escudo, acuchillando éste e intentando alcanzar a los policías con saltos para apuñalarles por encima de la protección o por los laterales. Llegó a perder el cuchillo y lo recuperó. Los policías han declarado en sede judicial que dejaron de disparar cuando Kebyn dobló las rodillas, pero que ni así soltó el arma blanca y que tuvieron que aporrearle en los brazos “muchas veces”, pisarle una mano y que, incluso así, no tuvieron más remedio que engrilletarle boca abajo, pese a haber recibido al menos seis impactos de bala.
Los agentes también declararon que procedieron a intentar taponarle las heridas, pero los médicos del Samur que atendieron a la víctima aseguran que se lo encontraron boca abajo y esposado cuando llegaron minutos después del tiroteo. Los facultativos confirmaron su estado de excitación, que se resistía a ser atendido, pero negaron que resultara agresivo.
Las drogas
La defensa de los policías insiste en que el consumo de estupefacientes explica la resistencia de Kebyn incluso después de ser tiroteado. La autopsia reveló el consumo de marihuana, MDMA o éxtasis, difenhidramina –una sustancia sedante que es utilizada para combatir el insomnio pero también de forma recreativa y que puede llegar a producir alucinaciones–, así como sildenafilo, con efectos similares a la Viagra.
El informe no detalla cuándo consumió esas sustancias, si poco antes de su muerte o si podían llevar alojadas días en su organismo. Ninguna de ellas resulta estimulante como la cocaína o la anfetamina, aunque el MDMA, con sus efectos placenteros, puede disminuir la sensación de fatiga o agotamiento. El juez ha encargado a los forenses un informe que determine si las sustancias consumidas pudieron influir en la supuesta “resistencia a los impactos de bala”.
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