Mujeres y presas: la doble condena

Por cada mujer que se encuentra privada de libertad hay doce hombres encarcelados. El sistema penitenciario español está concebido para acoger una población masculina y se limita a hacer hueco a las mujeres. Según denuncian expertos y sindicatos, la perspectiva de género no existe tras los muros de la cárcel y las condiciones discriminatorias para la mujer se convierten en una segunda condena que añadir a la que le han impuesto los tribunales.  

De los 70 centros dependientes de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias solo cuatro son exclusivamente para mujeres. En el resto, las internas son recluidas en un mismo módulo, sin distinción de preventivas, recién llegadas, con condenas largas, toxicómanas o esforzadas en la rehabilitación. En estos momentos hay en España un total de 50.004 hombres en la cárcel. Mujeres reclusas, solo 4.400.

“Es una cuestión histórica, de cómo se ha estructurado la sociedad y el derecho. Toda la visión del derecho es masculina. A la hora de construir las prisiones se hace desde una mirada masculina, pensando en una población mayoritariamente de varones. Pero las mujeres solo cometen entre el 7 y el 10% de los delitos”. La reflexión pertenece a Concepción Yagüe, funcionaria de prisiones desde hace 35 años y subdirectora de Tratamiento y Gestión Penitenciaria durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

El problema del diseño de las cárceles y el agrupamiento de las mujeres en un solo módulo genera una serie de problemas que Comisiones Obreras ha analizado en su informe sobre la situación de las cárceles españolas. “Las internas tienen problemas por una convivencia forzada dentro de un grupo muy heterogéneo. No pueden cumplir sus condenas en la UTE (unidades terapéuticas) o en los módulos de respeto, o simplemente participar en algún programa específico. Sin espacio físico diferenciado es imposible implantar cualquier modelo nuevo y progresista en la ejecución de penas, así como dar una respuesta adecuada a la diversidad femenina”, recoge el estudio sindical.

Actividades para las presas: fregar y lavar

Clave en el objetivo de la reinserción del interno es el trabajo y las actividades formativas o lúdicas en el interior de la cárcel. Desde el sindicato denuncian que a las mujeres se las sigue empleando dentro de las cárceles “en tareas definidas como propias del género femenino, caso de las lavanderías y la limpieza”.

Concepción Yagüe se extiende en esta idea: “Como hay pocos recursos, a las mujeres se les ofrece lo más obvio: la aguja, el trapo y el hilo para que hagan sus labores. Se les asignan actividades de las que ya vienen aprendidas, como la limpieza o los cuidados, mientras que los hombres tienen talleres de automoción, de aire acondicionado, de soldadura... Los hombres cobran por los trabajos y luego van las mujeres a limpiar”.

Por un caso concreto acaba de preguntar al Gobierno el Grupo Vasco del Congreso de los Diputados, a raíz de la denuncia de algunos presos de la cárcel granadina de Albolote. Los jeltzales se interesan por el hecho de que el director de la prisión obligue a las mujeres a limpiar los baños de su patio “de forma rotativa”, algo de lo que están exentos los hombres, o a que las internas sean apartadas de actividades formativas, culturales o deportivas mixtas.

De reciente presentación es también una moción del PSOE  para que el Senado inste al Gobierno a implantar la “igualdad de trato” a los presos hombres y mujeres en Baleares. En su propuesta critican que un centro de reciente construcción como el de Menorca no tenga un módulo para mujeres, provocando el desplazamiento de las reclusas a la cárcel de Palma, lo que les supone “un doble castigo, tanto económico, como de afección personal para ellas y sus familiares”.

“El centro penitenciario de Eivissa -añaden- es viejo y está saturado. Las celdas se encuentran en un lamentable estado. Existe un solo módulo de mujeres con cinco celdas habitables con tres literas cada una y una celda de ingresos dentro del mismo módulo. Absolutamente insuficiente para la población reclusa de la isla”.

Fuentes penitenciarias exponen un caso paradigmático de la visión “masculina” que se impone al dirigir un cárcel. Las internas de la cárcel de Sevilla disfrutaban de un taller de cerrajería que les ha sido retirado y asignado a los hombres con el argumento no escrito de que ellos tienen más necesidades de ingresos. Por esta cuestión y la del centro de Albolote ha preguntado eldiario.es a Instituciones Penitenciarias sin obtener respuesta. 

La difícil conciliación, imposible con el PP

El 80% de las mujeres en prisión son madres. La Ley Orgánica General Penitenciaria establece que las internas tienen derecho a una visita familiar al mes y otra “de convivencia” al trimestre, “con contacto físico”. Todos los fines de semana pueden ser visitadas por sus familiares durante una hora con una mampara de por medio. Niños que ven a sus madres a través de un cristal. 

La Ley, sin embargo, permite la posibilidad de que los hijos menores de diez años visiten a sus madres “sin restricciones de ningún tipo en cuanto a frecuencia e intimidad”. Esta posibilidad no se amplia a los padres, evidenciando un concepto de la maternidad/paternidad que desvincula aún más a los hombres de sus hijos. En la práctica, y por falta de medios, ni siquiera las madres pueden aprovecharse de él. 

Estíbaliz de Miguel es doctora en Sociología, profesora en la Universidad del País Vasco y miembro de Geispe-Red internacional de género y sistema penal. De Miguel considera a las internas que son madres víctimas de la “contradicción” que supone tener que responsabilizarse de sus hijos menores de tres años en medio de un sistema penitenciario que las “infantiliza”, impidiéndolas tomar las decisiones más básicas sobre su vida.

Para intentar paliar el problema de las mujeres que deben cuidar a sus hijos menores de tres años dentro de las cárceles se crearon las Unidades de Madres. Con Mercedes Gallizo en Instituciones Penitenciarias se dio una vuelca de tuerca al concepto y se crearon las Unidades de Madres Externas. En ellas, las mujeres acompañaban a los niños a escuelas infantiles fuera de la cárcel y éstos convivían con otros menores, se buscaba trabajo a las madres fuera de la prisión y los fines de semana los pasaban con sus hijos fuera del recinto penitenciario.

El plan era ir cerrando las unidades de madres tradicionales y sustituirlas por las nuevas. Sin embargo, con la llegada del PP al Gobierno y la crisis económica se han ido cerrando las antiguas y no se han abierto algunas de las nuevas, caso de Alicante y Tenerife, construidas y vacías. Ahora mismo hay tres de las tradicionales y otras tres unidades de madres externas, además infrautilizadas. De capacidad para 25 ó 30 madres en algunas solo hay cinco o seis.

Concepción Yagüe fue la funcionaria elegida para dirigir la implementación de una visión de género en las cárceles. “Las unidades externas son un modelo copiado y envidiado fuera, pero con el cambio de Gobierno no se ha culminado. Si la madre necesita estar con sus hijos en prisión tienen que tener unas condiciones que el niño no sufra las carencias de la cárcel. Se gastó mucho dinero y esfuerzo y ahora se ha cercenado ese modelo”, asegura.

El estudio de Comisiones Obreras introduce el concepto de dispersión por motivo de género, una carga más a cada condena. “Si el centro penitenciario donde va a cumplir la interna no tiene unidad de madres, o un programa específico de tratamiento, si no hay oferta laboral, o no tiene un departamento de régimen cerrado o de primer grado para mujeres, son trasladadas a otros centros penitenciarios, pudiendo perder el arraigo familiar, es decir, son penalizadas doblemente”, se puede leer. Además, la existencia de ese arraigo familiares es valorado para la concesión de permisos o el tercer grado, convirtiendo la situación en una espiral punitiva entorno al género. 

Tráfico de drogas: hombres que utilizan a mujeres

La comparación del Código Penal español con otros de su entorno dibuja un sistema especialmente duro. La reforma de 2010 en relación con los delitos contra la salud pública intentó paliar en parte condenas desproporcionadas por lo que comúnmente se conoce como trapicheo de drogas o menudeo. Las mujeres, otra vez, resultan las más perjudicadas como consecuencia de la represión del delito.

Lo explica Yagüe: “Ellas realizan las actividades más expuestas, a pesar de ser el último eslabón de la cadena en el tráfico de drogas. Cuando son extranjeras, son las que hacen el viaje; las organizaciones las captan de entre los más vulnerables. En el caso de las nacionales estamos hablando de vender papelinas en la casapuerta, expuestas a la actividad de la Policía, mientras los hombres andan en un segundo plano”.

“Nos encontrábamos con que las mujeres cumplían más tiempo efectivo de condena de los hombres, su actividad estaba sobrepenalizada, y eso pesó en la reforma del Código Penal”, rememora la que fuera subdirectora de Prisiones.

La profesora De Miguel calcula que las tres cuartas partes de los delitos cometidos por las mujeres no son graves, en alusión a que no han producido daño a otras personas. Las condenas impuestas por los jueces, añade, “terminan produciendo más daños que el delito cometido” y de una forma más grave a las mujeres. “Es urgente que se articulen medidas para que las mujeres cumplan en espacio abiertos, que las condenas sean sustituidas por servicios a la comunidad... Todas esas medidas no desbordan el sistema penal actual sino que están recogidas en él. Estamos matando moscas a cañonazos”, afirma.  

La anterior administración puso en marcha en 2009 un programa de igualdad entre hombres y mujeres en prisión que ponía el acento en el problema de la violencia de género y en la educación, con la enseñanza del idioma, por ejemplo, a las mujeres extranjeras que no conocen el castellano. De aquel programa, aseguran fuentes penitenciarias, apenas ha sobrevivido la iniciativa Sermujer.es, contra la violencia machista. A través de él, psicólogas, trabajadoras sociales y otras funcionarias hablan a las reclusas de autoestima, sexualidad, el mitor del amor romántico… Cuenta con una evaluación externa que realiza la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

La solución a la discriminación en las prisiones pasa, según Concepción Yagüe, por que “la perspectiva de género traspase el derecho, que cada decisión que se tome, se plantee antes en qué forma puede perjudicar o beneficiar tanto a hombres como a mujeres. De lo contrario, no va a funcionar porque siempre se va a seguir la inercia de trabajar para los hombres”.

Estíbaliz de Miguel pide un “cuestionar el sentido mismo de la cárcel”. “Está arraigado que la prisión es la solución a los conflictos y no se está cumpliendo su objetivo principal, que es la reinserción. Tiene que abrirse el debate de que hay otras formas de resolver los conflictos. Manuela Carmena ha dicho que el 90% de las personas encarceladas podrían estar fuera de la cárcel”.