Publicado el pasado mes de marzo, el último libro de Daniel Innerarity “Un mundo de todos y de nadie”, se puede inscribir dentro de la corriente de pensamiento que investiga y teoriza qué supone la globalización para lo político. Junto a autores de referencia como David Held, Beck, Daniele Archibugi, Habermas, Manuel Castells o Kymlicka entre otros, Innerarity ahonda en el análisis de la política más allá de los Estados e indaga y se cuestiona sobre su necesaria readaptación al nuevo entorno global.
Para el director del Instituto de Gobernanza Democrática (Globernance), el momento actual requiere avanzar hacia una gobernanza global, con nuevos cauces políticos supranacionales y una progresiva desnacionalización de la justicia. Lo cual, para el autor, sería precisamente completar esta integración incompleta de un mundo que está unificado tecnológicamente, económicamente (e incluso homogeneizado parcialmente en productos y estilos culturales), pero que “es analfabeto” en cuanto a su articulación política y jurídica. En este sentido el libro es una llamada a “civilizar la globalización”, que según el autor no es otra cosa que reinventar la política a escala global y adaptarla a este nuevo entorno.
De inicio ya se advierte que los piratas han vuelto. Lo hacen en forma de agencias de rating, evasores fiscales, ataques cibernéticos … y escapan de cualquier control institucional. El Estado-Nación ha visto cómo sus fronteras, cuarteadas por las presiones financieras, digitales o de la comunicación, se volatizan.
Innerarity, en su análisis, se sirve de un abanico conceptual (repleto de referencias, desde Grotius a Derrida) que le permite trenzar sus distintas conclusiones en cada apartado del libro. En este sentido, (1) dejar de entender la soberanía como control y hacerlo como responsabilidad, (2) hablar de un humanismo transnacional, (3) de la ecopolítica global para señalar la simbiosis de los procesos y que las realidades son contagiosas provocando que haya una común exposición a los riesgos globales (4) y de las exigencias de una “sociedad de la observación”, serían algunos ejemplos de conceptos a partir de los cuales desarrolla su tesis. Pero sería interesante detenerse y destacar su reflexión sobre la naturaleza de la sociedad, la que le lleva realmente a concluir en la necesidad de expandir la gobernanza en un nivel supranacional.
Innerarity critica la aproximación de Bauman a la “modernidad líquida” y la considera limitada o insuficiente. Para el autor, el mundo es gaseoso antes que líquido. Por eso Innerarity prefiere como metáfora para comprender la realidad las burbujas de Sloterdijk que la liquidez de Bauman. Un mundo gaseoso es un mundo donde los individuos y los fenómenos se encierran en microcápsulas, potencialmente conectadas con la totalidad, formando grumos inestables que pueden cambiar con extraordinaria rapidez. Y, por tanto, todo intento de regulación debería centrarse en actuar sobre las condiciones que propician la expansión o la contracción de los fenómenos especulativos gaseosos.
Daniel Innerarity, premio Príncipe de Viana 2013, expresa que “en cualquier sitio se está hoy cerca de los circuitos económicos y lejos del poder político”. Sin embargo, la agenda política se ha llenado de problemas comunes, insuperables con un esquema político moderno y anquilosado en las fronteras. La globalización enseña que lo que se ha agotado no es la política, sino una determinada forma de la política: la que corresponde a la era de la sociedad delimitada territorialmente e integrada políticamente. La idea de una gobernanza global (que supere el “esquema westfaliano”) surge precisamente “constatando que el entorno de interdependencias hace inservible el concepto de soberanía o ámbito exclusivo de decisión”.
El proceso de gobernanza global no es para Innerarity una estructura institucional jerarquizada, sino la articulación de diversos niveles de gobernanza. En lugar de una worldocracy, plantea la creación de múltiples instituciones regionales que actúen autónomamente para resolver problemas comunes y a la vez para producir diferentes bienes públicos. No apuesta por tanto por un gobierno mundial sino por un sistema de gobernanza formado por acuerdos regulatorios, sin la presencia de constituciones.
Innerarity denuncia, como es habitual en su bibliografía, el cortoplacismo político y la falta de panorámica que perjudica a las generaciones venideras. Lo político hoy parece que sea útil sólo para poner parches; y el único proyecto u horizonte colectivo que se dibuja es el de cuadrar gastos e ingresos obligándonos, no sin dolor, a renunciar al bienestar adquirido esperando, eso sí, llegar al cénit del déficit cero. “El ataque del presente al resto de los tiempos”, que popularizó Kluge, está relegando la política al ámbito de la gestoría, a la burocratización obediente al corporativismo. La política debe dejar de “mirar dedos” y abrir los ojos más allá de sus propios compartimentos nacionales, porque el riesgo de seguir siendo dominada por las entelequias financieras, estas sí, globales, implica necesariamente su desaparición.
Antes que se levantaran en armas reclamando la independencia frente a la corona británica, los colonos ingleses en América demandaron el derecho a participar en las decisiones políticas de su comunidad con el eslogan: No Taxation without Representation. No Globalization without Representation podría ser el grito de este libro. El Estado-Nación se está vaciando constantemente de competencias y el poder efectivo de decisión no sólo ya está más allá del Estado, sino que también lo está del ámbito de la legitimidad democrática. Sin una ciudadanía y unos representantes públicos que asuman como propios los fines del bien común, no será posible materializar esta propuesta. El cosmopolitismo, de raíz estoica pero sobretodo kantiana, se proyecta en la realidad en distintos cuerpos políticos; esto es, se constitucionaliza de un modo “multinivel” como señala el autor.
Tan sólo dibujando un escenario poswestfaliano será posible articular los valores de la democracia con la inexorable realidad de la globalización.
Más:
Sobre la sociedad de la observación y la exigencia ciudadana de transparencia, Innerarity intervino en la Comisión Constitucional del Congreso para dar su visión sobre el Proyecto de Ley de Transparencia.
Iniciativa académica en la que forma parte Innerarity: Global Governance Programme de la EUI.