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30 AÑOS DE TRANSFORMACIÓN DE LA POLÍTICA ESPAÑOLA

Un mundo bipartidista que colapsó: cómo refleja el CIS el cambio a la fragmentación política

Endika3

Endika Núñez / Roke Álvarez Masso

11 de diciembre de 2021 22:35 h

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España pasó, de la noche a la mañana, de ser un sistema bipartidista imperfecto a ser un sistema multipartidista, donde los acuerdos entre los diferentes partidos políticos pasaban a ser indispensables a la hora de conseguir mayorías en el Congreso.

En los inicios de este nuevo sistema partidista, algunos partidos no comprendieron la necesidad de coaligarse con otros partidos que compartían parte de las políticas públicas que querían llevar a cabo, centrándose en el peligro electoral que suponía el acercamiento a lo que, hasta entonces, consideraban rivales políticos. Lo cierto es que, electoralmente hablando, motivos no faltaban para la desconfianza. 

A lo largo de la historia democrática reciente de España han sido múltiples las transferencias de voto entre partidos, sobre todo entre aquellos que conforman el mismo bloque ideológico (izquierda y derecha).

A continuación, se muestran las transferencias de voto de un partido a otro. Se muestran todas aquellas transferencias a partir de que un partido logra tener representación en el Congreso. Es decir, las primeras legislaturas de partidos nuevos, cuando se presentan por primera vez a las elecciones, no se tienen en cuenta, y se muestran más adelante en otro gráfico.

Como se puede apreciar en el gráfico, las transferencias de voto entre partidos o distintas opciones de voto —al igual que no votar— cambian de una legislatura a otra. 

Entre una legislatura y la siguiente, la mayor parte de los votantes suelen votar por el mismo partido, lo que se conoce como fidelidad de voto. En este sentido, entre los principales partidos estatales, es difícil encontrar alguno con una fidelidad menor del 60%. Esto significa que al menos 1 de cada 2 votantes repite su papeleta al cabo de cuatro años –o los años que separan una convocatoria electoral de la siguiente–. Pero como casi siempre, hay excepciones que confirman la regla. 

En este caso, uno de los ejemplos más significativos se puede encontrar en la actualidad. Ciudadanos, el partido que unos pocos años atrás se postulaba para ser el principal partido del bloque de la derecha, es capaz de retener a 1 de cada 3 de sus votantes en noviembre de 2019. Si bien esto es preocupante para el partido naranja, lo es más aún el hecho de que no sean capaces de atraer a nuevos votantes desde otras formaciones políticas o de la abstención.

Hace apenas unos años, entre las elecciones generales de 2016 y las de abril de 2019, Ciudadanos reclutó a 1 de cada 6 votantes del Partido Popular, que tras la moción de censura contra Mariano Rajoy, propició los peores resultados de la historia de los populares.

A día de hoy, en cambio, es el PP quién está volviendo a convencer a aquellos que huyeron del partido hace apenas dos años. De hecho, 1 de cada 4 votantes de Ciudadanos en las pasadas elecciones volverían a votar a los de Casado, fenómeno que explica el crecimiento que ha vivido el principal partido de la derecha en España en los últimos tiempos.

De la misma forma, aunque con procedencias distintas, José María Aznar consiguió atraer a 1 de cada 5 de los abstencionistas durante la última legislatura de Felipe González (1993-1996). Esto le sirvió, en gran medida, para pasar de 141 escaños a 153 y, junto a los apoyos de las fuerzas nacionalistas de centro-derecha en la investidura, proclamarse como el primer presidente del PP hasta la fecha.

En cuanto a las fuerzas de la izquierda se refiere, no hay excesivos movimientos desde la llegada del multipartidismo a las Cortes. Lo más destacable, más allá de la irrupción de Podemos, son los movimientos que hubo entre la decimoprimera y la decimotercera legislatura, es decir, desde 2016 hasta 2019, entre el Partido Socialista y Unidas Podemos. En esta ocasión, los socialistas, con Pedro Sánchez al mando, consiguieron atraer a 1 de cada 10 votantes de Unidas Podemos en 2016, cuando creían en la posibilidad de un sorpasso de UP al PSOE. Debido a esos movimientos en el seno de la izquierda, UP se debilitó y cayó del 21 al 14% en tres años.

Actualmente existen transferencias mínimas entre ambos partidos, y a parte del periodo mencionado, el PSOE se mantiene estable —tanto en resultados como en encuestas— alrededor del 28% de los votos, manteniendo tasas de fidelidad alrededor del 80%, entre 6 y 8 puntos menos que la media desde la llegada del multipartidismo.

Una de las mayores complicaciones a la hora de predecir el resultado de unas elecciones generales en España es la aparición de nuevas formaciones políticas. La dificultad reside en conocer de dónde proceden sus potenciales votantes: de qué familias políticas y, más en concreto, de qué partidos políticos preexistentes.

Además, se puede decir con cierta exactitud que una de las variables que mejor explica los próximos resultados electorales es el histórico de resultados. Es decir, si bien los partidos suben y bajan en intención de voto de unas elecciones a otras, la proporción se mantiene ciertamente estables. Un ejemplo rápido: si el PSOE ronda el 30% de votos a nivel nacional, superaría esa cifra, casi con total seguridad, en Andalucía y se quedaría por debajo en Euskadi. Pero si los votos de los socialistas fueran alrededor del 20%, en Andalucía obtendría más votos y seguiría quedando por debajo de dichos resultados en Euskadi, aunque, en ambos casos, con una proporción similar.

Dicho esto, hay que destacar que los partidos nuevos suponen una dificultad añadida para las empresas demoscópicas y modelos de predicción a la hora de anticipar el voto.

Para tratar de paliar estos problemas lo más habitual suele ser fijarse en qué están indicando las encuestas en lo que se refiere a las transferencias de voto. Como se ha visto a lo largo del artículo, las transferencias no sólo sirven para conocer hacia a donde van los votantes en un determinado momento, sino también para saber de dónde vienen.

Por ejemplo, el surgimiento de Podemos sirvió para movilizar a una parte del electorado que se había abstenido en las elecciones previas. Hasta 1 de cada 3 votantes de UP en 2015 no habían votado cuatro años atrás, siendo el mayor número de transferencias entre la abstención y una formación política según la estimación del proyecto PRECISA

De todos modos, los resultados de Podemos no habrían sido posibles sin la presencia de votantes que provenían de sectores de la izquierda, tanto del PSOE como de Izquierda Unida. Los socialistas consiguieron retener menos del 70% de su electorado en 2011 y las fugas que tuvieron hacia Podemos constituyeron un cuarto del electorado del entonces nuevo partido. De la misma forma, la mitad de los votantes de IU se marcharon a Podemos, lo que suponía otra cuarta parte del electorado morado en 2015.

El efecto es similar en la irrupción de Ciudadanos y Vox en el panorama nacional. Ambos completaron la mitad de su electorado —en 2015 y en abril de 2019, respectivamente — con ex votantes del Partido Popular. Aunque el momento histórico fue distinto. 

En sus inicios, Ciudadanos capitaliza la regeneración política aprovechando la mayor tasa de preocupación ciudadana hacia la corrupción de la historia de España, según el CIS, en el primer trimestre de 2015.

En cambio, la entrada de Vox en la vida pública no se explica por este factor. El 20% de sus votantes votaron a Ciudadanos en 2016 y parte de su éxito se debe al discurso recentralizador y nacionalista español, en medio del choque frontal del movimiento independentista de Catalunya y el Gobierno de España. Es más, el partido de extrema derecha mejora cerca de un 20% su voto entre aquellos que prefieren que la organización territorial del Estado se configure en un gobierno central sin comunidades autónomas. También crecen más de un 10% entre los que se consideran únicamente españoles.

La excepción que confirma la regla

A diferencia de los nuevos partidos mencionados hasta ahora, Más País es un rara avis. Aprovecha la estructura territorial de Compromís en la Comunidad Valenciana presentándose en coalición, que pasaría a suponer más del 30% del electorado de un MP que se solo se presentó en 18 provincias.

También pudieron arañar votos a su izquierda y derecha, entre Unidas Podemos y el PSOE, ya que, un 40% de los votantes de MP provenían de estos dos partidos.

El promedio de encuestas apunta que si hoy se celebraran las próximas elecciones generales la derecha podría arrebatarle el ejecutivo a la izquierda. Actualmente, el Partido Popular lidera las encuestas por varios puntos porcentuales sobre el PSOE, y Vox se mantiene estable en la tercera posición. Por un lado, el debilitamiento de Ciudadanos ha propiciado la realineación del bloque de la derecha en torno a dos partidos por encima del 15% en votos, lo que supone una gran cantidad de escaños en las provincias menos representadas.

Por otro lado, existe cierta evidencia que apunta a que los partidos de la oposición (aquellos que no apoyan, ni por activa ni por pasiva, al partido que se presenta en la investidura para formar gobierno) mantienen tasas de fidelidad superiores a los partidos de Gobierno.

Como se puede apreciar en la gráfica, desde 1992 hasta la actualidad han sido solo dos las etapas donde los partidos de Gobierno han mantenido una tasa de fidelidad mayor que las formaciones opositoras. La primera a mediados de los noventa e inicios del dos mil, coincidiendo con las dos legislaturas de Aznar en La Moncloa. La segunda, entre 2015 y 2020, entre la legislatura (XII) compartida por Rajoy y Sánchez con una moción de censura de por medio.

Con esas dos excepciones en la retina, y tal y como se ha dicho anteriormente, se puede observar que los partidos de la oposición han tendido a mantener mayores tasas de fidelidad entre su electorado. Y tiene lógica.

En la actualidad, los votantes de la oposición —mayoritariamente el bloque de la derecha pero también algunos partidos regionales— mantienen tasas de fidelidad cercanos al 80%, con la excepción de Ciudadanos. Por el contrario, los partidos que conforman el gobierno de coalición tienen el electorado menos movilizado.

Como decía José Pablo Ferrándiz, director de la consultoría Elemental Research, “la desmovilización de la izquierda es algo coyuntural” y la derecha está más movilizada “porque no están en el gobierno”. Por tanto, no es preocupante —al menos por ahora— la desmovilización de la izquierda de cara a las próximas elecciones. De forma que vayan pasando los meses y se vislumbre un horizonte electoral, es más que aceptable pensar que los votantes progresistas vayan activándose, sobre todo ante la posibilidad real de que la ultraderecha pase a formar parte del próximo gobierno.

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