Desde el número 3 de la calle del General Castaños de Madrid se podría reflexionar sobre la convivencia armoniosa del sector público y el privado, al menos en las altas esferas. Mirando por el balcón de cualquiera de las plantas del inmueble, la promoción más lujosa de la ciudad –de 20.000 a 25.000 euros por metro cuadrado–, se ven los municipales jardines de la plaza de la Villa de París. A los bancos solo les falta el barniz, de lo cuidados que están. El grifo de la fuente refulge al sol, sin rastro de óxido. Los suelos de terrizo, trufados de árboles, invitan al paseo sereno y no hay rastro de delincuencia o vandalismo, puede que ni de malas caras: el rectángulo está flanqueado de un lado por el Tribunal Supremo, del otro por la Audiencia Nacional, y la presencia policial, aunque discreta, es permanente.
Nunca nadie en 50 años ha hecho botellón en la céntrica plaza, donde apenas llega el ruido de los coches que suben por Recoletos hasta la Plaza de Colón. Ni siquiera en los 80, cuando en el barrio de Chueca, que está al lado, proliferaba la droga. Al menos así lo recuerda el portero del número 5, Juanjo, que vive aquí desde que nació porque su madre también era portera del edificio. No hay envidia de clase en Juanjo. La mayoría de los pisos no bajan de 250 metros cuadrados; el suyo, en el bajo, es de 70, tiene tres habitaciones y está reformado. Le llega de sobra, explica, y cuenta que los residentes tienen alarmas de seguridad sin motivo. “Aquí no hacen falta”, presume, satisfecho de vivir en una calle que es “una maravilla”.
El edificio contiguo fue propiedad hasta hace unos años de unos tíos de Iván Espinosa de los Monteros, que mediada la pasada década lograron vaciar el bloque tras marcharse los últimos residentes para vender el conjunto y construir viviendas de lujo. Algunos de los que se resistieron denunciaron presiones para abandonar sus viviendas, según contó en su día la cadena Ser.
Estaba en juego un negocio de 25 millones de euros, de los que 625.000 fueron a parar a las cuentas del portavoz parlamentario de Vox. Todo en una única operación por mediar en la venta del inmueble familiar. Según Hacienda Espinosa de los Monteros dejó de pagar 270.000 en impuestos con argucias legales, incluida una “factura falsa”, según detectó la Agencia Tributaria, librada a su esposa, Rocío Monasterio, candidata de Vox a la Comunidad de Madrid, como ha revelado elDiario.es.
El número 3 pasó tras la venta a manos de Mabel Capital, un vehículo de inversión participado por el hijo del exministro del PP Abel Matutes y el tenista Rafael Nadal. Con 11 viviendas de lujo y dos plazas de garaje, uno de los compradores cuyo nombre trascendió fue Marta Ortega, ahora presidenta de la multinacional textil Inditex. De eso hace tres años y, desde entonces, poca vida vecinal consta en el bloque, que sigue en obras. Un empleado con mono azul con el logo de Mabel Capital que charlaba por la mañana con otro trabajador de mantenimiento, este sin uniforme, aseguraba que las plantas cuarta y quinta están “en plena obra” y que en el inmueble hay poco movimiento. No se ve con frecuencia pasear a la heredera de Inditex, señala Juanjo, que sospecha que viene poco por aquí. Apunta, como indicio, que el portón no dispone de vado permanente, cuando a cada vivienda le correspondían dos plazas de garaje.
El juego del quién es quién en el parque
A los vecinos que pasean a sus perros por los jardines les divierte que les pregunten por la identidad de los propietarios del número 3. Una mujer, dueña de una perra a la que llama Pepa, cuenta que “media planta es de Nadal; una entera, de Marta Ortega” y el ático, el más caro –costó 12 millones de euros, según publicó El Confidencial–, es propiedad de “unos mexicanos”. A oídos del portero Juanjo ha llegado que pertenece a la primera fortuna de México, aunque no pone la mano en el fuego por su fuente.
En el número 7 hay obras. Dos trabajadores se miran: uno a pie de acera, junto a un contenedor de escombros, el otro en la ventana del primer piso. Hay un cartel en la ventana de una inmobiliaria de lujo, propiedad de Cristina Valls-Taverner, hija del expresidente del Banco Popular. En su web, promete rentabilidades de hasta el 20% a inversores. No hay tiendas en el primer tramo de la calle. El número 1, que va hasta la plaza de las Salesas y la iglesia de Santa Bárbara, escenario de bodas de postín, lo ocupa el Tribunal Superior de Justicia. Pasada la plaza, hacia la Audiencia, aparecen los primeros restaurantes. No hay supermercados, aunque Juanjo opone que el Mercadona solo está a 700 metros.
Viene mucho por el parque el exalcalde Alberto Ruiz Gallardón, que vive muy cerca, o la exdiputada Cayetana Álvarez de Toledo. También el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, hace deporte por los jardines. La actriz Paz Vega o el productor musical Carlos Jean han aparecido de vez en cuando. Uno de los paseantes de la mañana dice que muchas empleadas domésticas son las que bajan en uniforme a sacar a los perros. Todos los consultados se muestran encantados de poder vivir aquí. Manolo, que también viene con perro y viste pantalones cortos, intenta mostrarse humilde: no vive justo en esta calle sino en una cercana, y en un “sótano”, pero opina que hay un algo indescriptible en el ambiente del enclave que se pierde al franquear sus límites. “Solo al cruzar, ya te das cuenta de que algo cambia”, dice, antes de llamar al animal y marcharse caminando pausadamente.