A última hora de la mañana del viernes, Podemos decidió hacer pública una prueba de vida de Ione Belarra. Sí, seguía secuestrada por las negociaciones con Sumar, pero estaba viva y dispuesta a seguir en la brecha. Anunció la participación en la coalición que dirigirá Sumar y al mismo tiempo afirmó que era un acuerdo malo para Podemos, porque dejaba fuera de las listas electorales a Irene Montero. Si alguien esperaba entusiasmo por parte del partido en esta nueva versión electoral de la izquierda debió de quedar decepcionado. No sorprendido.
Su declaración confirmó que la consulta convocada para conocer la opinión de los militantes de Podemos era puramente instrumental. Belarra dijo que todos tenían razón. Los que votaron a favor para dejar manos libres a la dirección del partido y los que votaron en contra. La pregunta se diseñó para que no saliera un resultado abrumador en favor de la alianza con Sumar. El veredicto podría interpretarse de formas diferentes, es decir, de la forma que la dirección estimara oportuno.
Por eso, Belarra elogió también a los que votaron en contra, que hay que suponer que son los que se oponen al acuerdo, para acto seguido explicar por qué era inaceptable en el asunto más delicado de la negociación. Fue cuando reveló que Sumar está en contra de la presencia de Montero en las candidaturas. “Es un obstáculo insalvable para alcanzar un acuerdo de unidad”, aseguró Belarra que había dicho el equipo de Yolanda Díaz.
“Se nos ha pedido una vez más sacrificar a nuestro principal activo político”, continuó la secretaria general de Podemos, que confirmaba de esta manera que ella no lo es. Afirmó que lo estaba contando por ser “una obligación moral”.
Ese mensaje será motivo suficiente para molestar a las bases del partido. Belarra dio por hecho que Podemos iba a estar dentro de la candidatura de Sumar, como así se terminó firmando. Por la ausencia de Montero, será una participación que ya ha sido definida por Podemos como una derrota. Una táctica con la que difícilmente se puede buscar un buen resultado en las elecciones que se celebrarán en algo más de cincuenta días.
La declaración de Belarra colocaba a su partido al nivel del gato de Schrödinger: está vivo dentro de la caja de Sumar, pero podría estar muerto si un dispositivo detecta que se ha quedado sin Montero. Es las dos cosas a la vez y no podíamos conocer su estado con seguridad hasta que se abriera la caja y se conocieran los integrantes de las listas, lo que ocurrió unas horas después.
La negociación de una coalición no suele ser un espectáculo admirable. Es un poco como que si la gente supiera cómo se hace el embutido, no lo consumiría con las mismas ganas. Hay cosas que es mejor no mirar de cerca.
En los tiempos que corren con todo retransmitido casi en tiempo real por las redes sociales y con opiniones inmediatas repletas de furia o pasión, la cosa termina siendo un tanto agónica. Pensemos en una visita al dentista en la que este se encuentra muy nervioso. Todos acaban de los nervios.
Lo peor para las futuras expectativas de Sumar es la impresión que deja la negociación de los puestos en las listas. Sumar había ofrecido a Podemos el primer puesto en las candidaturas de Navarra, Gipuzkoa, Cádiz, Las Palmas y Murcia, así como el quinto por Madrid y el cuarto por Barcelona. Belarra comentó que esa propuesta podría dejar a Podemos “sin representación en el Congreso de los Diputados”. En las cinco provincias en las que el partido tendría el primer puesto, Unidas Podemos obtuvo en 2019 el 16,7%, el 15%, el 15,4%, el 15,5% y el 8,9% respectivamente.
Si Podemos cree que en esas provincias la nueva plataforma puede quedarse sin diputados, está claro que no acude a la cita con moral de victoria. Y deja claro que su prioridad en estos momentos no es hacer posible un nuevo Gobierno de izquierdas, por considerarlo una opción improbable, sino asegurar su supervivencia futura y la de quien es, según Belarra, su mayor activo político.
Alberto Garzón tenía una respuesta a las exigencias de Podemos y la hizo pública rápidamente. Al anunciar el acuerdo con Sumar, destacó que la eurodiputada Sira Rego renuncia a presentarse a las elecciones “para facilitar que haya presencia de compañeros de otros territorios en las listas”. Nadie había dicho en público que la inclusión de Rego pudiera suponer algún tipo de problema. Aun así, el líder de Izquierda Unida lo calificó de “gesto de generosidad” y de apuesta por el colectivo y no por las individualidades.
En el acuerdo final pactado entre ambas formaciones no aparece Montero. Belarra figura en el quinto puesto de la lista por Madrid, por detrás de dos nombres de Más Madrid, Tesh Sidi e Íñigo Errejón. No hay que ser un malpensado para opinar que esto último dolerá especialmente en Podemos.
Con su negativa inicial a aceptar la salida de Irene Montero, Podemos está retando a Yolanda Díaz a que explique por qué no puede estar en las listas, una pregunta para la que será mejor que la líder de Sumar tenga una respuesta preparada.
Podemos presenta a Montero como un símbolo intocable del feminismo. Es indudable que ella ha encajado muchos de los golpes que la derecha y la extrema derecha han lanzado contra el feminismo en esta legislatura. Entre otras cosas, por ser la ministra de Igualdad. Bibiana Aído podría contar algo al respecto.
Es un título que Podemos le concede por su cuenta porque ese ranking no existe o nadie está obligado a aceptarlo en los otros partidos. Montero está orgullosa de su gestión, pero al menos nunca ha dicho que sea mérito sólo de ella.
Tiene peores consecuencias para la unión de la izquierda que la portavoz de Podemos, Isabel Serra, escriba en Twitter que “esto es lo que están vetando” junto a un vídeo de una vibrante intervención de Montero en el Congreso contra los ataques machistas de Vox. Es una llamada directa a la desmovilización en las urnas bajo el argumento de que sin la ministra en las listas no habrá una auténtica respuesta feminista ante los ataques de la ultraderecha a los derechos de las mujeres.
En el caso de que todas estas peleas parezcan una serie de televisión que empieza a cansar por tener un número exagerado de temporadas, no se vayan todavía que aún hay más. El plazo para presentar las listas electorales, que en teoría están ya pactadas, no acaba hasta el 19 de junio, con lo que quedan diez días para seguir hablando de Irene Montero y de cualquier otro asunto que parezca que puede echarlo todo al traste.
La fábrica de embutidos de la izquierda continuará ofreciendo productos de calidad y una retransmisión ininterrumpida sobre el proceso de elaboración en el que no se ahorrará los momentos más escabrosos a la audiencia. Los que tengan el estómago débil ya pueden hacer acopio de antiácidos. Con un par de cajas, valdrá.