“¿Nuevo Sánchez? 'Outsider' en partido tradicional”. La pregunta se la hacía el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en una nota a lápiz al margen de un artículo del historiador y ensayista inglés Perry Anderson en el útimo número de la revista New Left Review –Anderson e Iglesias participaron en un acto sobre Europa en la Universidad Complutense de Madrid recientemente–.
¿Qué escribía Anderson? “El porcentaje del 46,5% de Trump es de un orden diferente. Adquirido sin apenas andamiaje organizativo, ha sido posible porque –a diferencia de cualquier otro fenómeno similar en Europa– se produjo mediante la captura de uno de los dos grandes partidos del establishment por una persona ajena a ambos”.
Hay analogías con el caso español: Pedro Sánchez ha capturado uno de los dos partidos tradicionales, en este caso el PSOE, apareciendo como persona ajena a sus estructuras orgánicas e institucionales. Ajeno, eso sí, no era, pues había sido despojado de su puesto al frente del partido el 1 de octubre de 2016 por los mismos a los que venció siete meses después, este domingo 21 de mayo.
“Trump esa un independiente al estilo de Ross Perot en 1992”, prosigue Anderson, “que se hizo con el control del Partido Republicano como una adquisición comercial, desplegando una retórica que era anatema para la dirección tradicional del partido y ajena a su marco organizativo. Pero una vez que obtuvo la nominación, cosechó las ventajas de la arraigada polarización partidista y de la disciplina republicana para obtener una victoria aún inconcebible en Europa”.
Es evidente que la relación de Sánchez con el PSOE ha sido biográficamente más estrecha en lo orgánico que la de Trump con el Partido Republicano. Pero las semejanzas residen en lo que los dos proyectaron, según sugiere Iglesias, quien, además, se pregunta: “¿Nuevo Sánchez?”
El PSOE que acaba de reconquistar Sánchez se encuentra atravesado por la crisis de la fórmula partido en toda Europa, sobre todo de los partidos que tradicionalmente han apuntalado los regímenes políticos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: los partidos socialdemócrata y conservador.
Sánchez ha llegado gracias a que parece conectar mejor con tiempos en los que los que aparecen como outsiders son más queridos por el votante; quien se presenta como peleado con el establishment gana en apoyos –a pesar de que el PSOE ha sacado con Sánchez las cifras más bajas en escaños el 20D y el 26J–.
¿Puede un secretario general gobernar un partido con los principales cargos orgánicos e institucionales en contra?¿Cuánto le puede durar la etiqueta y la actitud de outsider a quien ocupa la secretaría general de un partido con 138 años de historia y clave en el sostenimiento del régimen del 78? Como se preguntaba Iglesias: ¿Hay un nuevo Sánchez? ¿Hasta cuándo?
Porque Sánchez ha vencido a esos cargos orgánicos e institucionales que lo desalojaron de la secretaría general después de haber sido elegido por la militancia. Es decir, que un Sánchez que aparentemente conecta mejor con el sentido común de época, viene de mínimos electorales; que ese Sánchez que intenta escapar de la fórmula partido tiene a los principales rostros de ese partido como enemigos.
En este contexto, las victoria de Sánchez no supone sólo la elección de un líder; sino la elección de quien afronta la versión española de la crisis de la socialdemocracia en Europa, que se arrastra desde 1989 y se agudiza desde la Tercera Vía; además de la propia crisis de la fórmula partido y del modelo bipartidista.
Las recientes elecciones presidenciales francesas han encumbrado a Emmanuel Macron, sin partido; han concedido el mejor resultado histórico al espacio representado por Jean-Luc Melenchon, también sin partido; y han evidenciado la crisis de los conservadores –terceros– y socialistas –quintos–.
Y Francia es el último ejemplo, pero no el único: Donald Trump fue elegido presidente de EE UU al margen de su partido; y los gobiernos de muchos países Latinoamérica en la última década se han presentado a las elecciones más como movimientos que como partidos. Un modelo que, a escala municipal, se produjo en España en 2015 con candidaturas como Ahora Madrid o Barcelona en Comú, por ejemplo. Incluso Podemos ha cosechado grandes resultados electorales antes de tener estructura de partido.
¿Nuevo Sánchez? ¿'Outsider' en partido tradicional? Las bases del PSOE se han rebelado para elegir a quien parece conectar menos con lo que el imaginario colectivo asocia a la institución PSOE; a quien quiere aparecer como más acorde a los tiempos, como más despegado de la fórmula partido y del establishment. Pero, como decía Anderson para el caso de Trump, habrá que ver si “la retórica que era anatema para la dirección tradicional del partido y ajena a su marco organizativo” aguantan el peso de 138 años de historia.