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Crónica
La 'Operación Illa' muestra la puerta de salida a Susana Díaz

Susana Díaz y Miquel Iceta, en la sede del PSOE de Andalucía, en una imagen de archivo.
16 de enero de 2021 22:16 h

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¿Qué tienen en común Miquel Iceta y Susana Díaz? Poco o nada más que las siglas que comparten. Entre el líder de los socialistas catalanes y la de los andaluces hay una distancia mucho mayor que los 1.000 kilómetros que separan Barcelona de Sevilla. En lo personal, en lo político, en lo intelectual y hasta en la forma de ejercer el liderazgo. De ello se habla mucho en las últimas semanas en todos los cenáculos socialistas a cuenta de la llamada Operación Illa como revulsivo ante el electorado catalán. Y no porque nadie haya decidido aún que el próximo cartel electoral del PSOE a la Junta de Andalucía salga de la mesa del Consejo de Ministros, sino porque para que haya un Illa antes tiene que haber un Iceta. 

Con su decisión de echarse a un lado para dejar la candidatura a la Generalitat al titular de Sanidad, el primer secretario de los socialistas catalanes ha demostrado ser un rara avis de la política al reconocer además que hay alguien mejor que él mismo para competir por la presidencia de la Generalitat.

“No está esa actitud en el ADN de Susana Díaz”, lamentan sus compañeros de partido. Lejos de reconocer que su vida política acabó antes incluso de que el popular Juanma Moreno Bonilla le arrebatara la Junta de Andalucía, Díaz se atrinchera a la vez que se declara “desconcertada” con el goteo de dirigentes socialistas que se han pronunciado sobre la necesidad de que el PSOE andaluz acometa el proceso de regeneración interna que tiene pendiente desde hace dos años.

Mucho más perpleja estará, seguro, con que lo hagan en público con nombres y apellidos. Hasta hace bien poco su frase preferida para exhibir su autoridad orgánica era “aquí no se mueve un varal”, un émulo de aquella de Pinochet durante la dictadura chilena que decía que “en este país no se mueve una hoja sin que yo lo sepa”.

El último en hablar claramente esta misma semana de la necesidad de poner en marcha un proyecto “nuevo” ha sido el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, en quien muchos ven a uno de los candidatos posibles a la sucesión, y que hasta ahora había medido cada palabra para evitar abrir un debate que reavivará, sin duda, las eternas luchas intestinas del socialismo. Espadas se refirió a “un proyecto político ilusionante, nuevo, diferente, que vuelva a atraer la atención de más votantes” de los que tuvieron en las elecciones autonómicas de 2018. Pero antes que él lo hizo el también sevillano y responsable de Relaciones Institucionales de la dirección federal socialista, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, para pedir a Díaz la misma “generosidad”, “altura de miras” y “ausencia de egoísmo” que ha sabido tener Miquel Iceta con Salvador Illa.

El socialismo andaluz ha perdido el miedo a una lideresa que ejerció con mano de hierro tanto el poder orgánico como el institucional. Que vetaba periodistas, desdeñaba a compañeros de partido, se pavoneaba por codearse con los magnates de la comunicación y presumía de que el IBEX 35 comiera de su mano. Hoy, sus críticos, que son tantos como aduladores tuvo en su día, saben que su fortaleza se ha diluido y que cuentan además con el apoyo de Madrid para emprender un proceso de cambio y regeneración política.

Cuestión distinta es que haya hoy una alternativa que concite el apoyo unánime de la federación, lo que cambiará sin duda el día que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y no quienes hablan en su nombre, decidan cuál es la mejor solución con la que intentar recuperar la Junta de Andalucía. 

No lo es, sin duda, la solución de compromiso que el veterano socialista andaluz y alcalde de Dos Hermanas, Quico Toscano, pretende promover, según fuentes de la federación, con la colaboración del número dos de Iván Redondo en La Moncloa y miembro de la dirección federal, el también sevillano Francisco Salazar, para que Susana Díaz se presente una vez más a las elecciones y sea la historia, y no una confrontación interna que divida a la federación, quien acabe con ella. Lo que buscan quienes así maniobran, se quejan desde Jaén, “es una componenda dentro de los habituales equilibrios orgánicos que les permita a futuro el control de la federación”.

El único consenso claramente mayoritario a día de hoy es que “Díaz es un lastre y que con ella no hay posibilidad de recuperar la Junta de Andalucía”, lamentan desde la federación onubense. Cuadros y militantes, afirman los mismos interlocutores, están a la espera de una señal de Madrid con la que aglutinarse en torno a una candidatura.

De momento, quienes han salido a la palestra con voluntad de competir con Díaz por el liderazgo van por libre y no cuentan con el beneplácito de Ferraz. O mejor dicho, de Pedro Sánchez, ya que en la sede federal hay posiciones dispares. Desde los ya mencionados que apuestan por dejar que Díaz “se estrelle ella misma en las urnas”, pasando por quienes auspician, como la vicesecretaria general, Adriana Lastra, los pasos en busca de apoyos del diputado por Jaén Felipe Sicilia, hasta quienes confían aún en una nueva Operación Illa, pero con la ministra portavoz y titular de Hacienda, María Jesús Montero.

Una opción esta última de la que ella no quiere oír hablar, ni el presidente del Gobierno se ha planteado de momento. En esta misma línea hay quien no descarta tampoco que la elegida pudiera ser la vicepresidenta primera, Carmen Calvo. 

Todo forma parte de la especulación porque “el más prudente -asegura un miembro de la Ejecutiva Federal- es Pedro Sánchez, que escucha a todos, pero no ha dicho ni una palabra sobre el asunto, más allá de que esté convencido como la mayoría de que Susana es una apuesta perdedora”. En efecto, el secretario general del PSOE se mantiene al margen de la refriega, pese a acumular una larga lista de agravios que Díaz desplegó contra él para desestabilizar su liderazgo antes de llegar a La Moncloa.

El silencio del presidente no significa que desde Madrid, como desde Andalucía, no se haya mostrado directa o indirectamente la puerta de salida a la antaño “todopoderosa” secretaria general del PSOE andaluz. El último en hacerlo ha sido esta misma semana, en un encuentro privado en Sevilla con Díaz, el secretario de Organización, José Luis Ábalos. El ministro aprovechó un viaje institucional para reunirse con la de Triana y le sondeó sobre su disponibilidad a dar un paso atrás. La respuesta de la sucesora de José Antonio Griñán fue la misma que viene sosteniendo en público: “Cuando llegue el congreso, los militantes, en libertad, elegirán porque yo estaré allí encabezando una lista”. Es la misma frase que reiteró en una rueda de prensa convocada con intención de desplazar el foco del encuentro entre Ábalos y el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, otro de los posibles candidatos

“En su código ético, todo es accesorio menos lo orgánico”

Así será ya que en su código ético, como dice un parlamentario andaluz, “todo es accesorio menos el poder orgánico”. Lo que está en juego, a diferencia de en el PSC, no es solo la candidatura a la presidencia de una Comunidad Autónoma, sino el control y la dirección del partido en Andalucía. No en vano, a sus 46 años, Susana Díaz no ha tenido otra vida más que la orgánica desde que empezó a militar con solo 17 en las Juventudes Socialistas. Y, aunque el socialismo clama por un cambio y su valoración entre los andaluces está casi tres puntos por debajo de la de Juan Manuel Moreno -incluso entre los votantes del PSOE-, ella ha decidido atrincherarse.

La todavía secretaria general de los socialistas andaluces cree que el factor tiempo la beneficia después de que Sánchez haya decidido posponer el Congreso Federal hasta el próximo otoño, lo que obliga también a retrasar los cónclaves regionales. Con lo que no cuenta es que, sean cuando sean las autonómicas -previstas inicialmente para diciembre de 2022-, habrá primarias para elegir la cabeza de cartel electoral, y con ellas un candidato “antisusanista”. Eso fue, en definitiva, lo que dio la victoria a Pedro Sánchez en 2017 para la secretaría general del PSOE, después de que Díaz alardeara del mayor apoyo orgánico e institucional que se recuerda en una competición interna. 

Su estrepitosa y humillante derrota acabó con sus aspiraciones, con su carrera política y se llevó por delante la de varios socialistas de distintas sensibilidades y generaciones que, aún siendo “enemigos íntimos”, se coaligaron contra Sánchez y hoy están todos fuera de la política.

En vista del acicate que supuso la Operación Illa en la federación andaluza, el martes pasado Díaz convocó una cumbre de secretarios provinciales con intención de enviar un mensaje de tranquilidad y mantener prietas las filas. La cita se le complicó cuando los líderes de las federaciones de Huelva, Jaén y Granada se le revolvieron abiertamente en favor de un revulsivo para el partido, y sólo los de Sevilla y Córdoba salieron en su defensa. El resto, silencio atronador, como el que guardan muchos de los 500 alcaldes del socialismo andaluz que renegaron hace tiempo de un liderazgo improvisado por algunos notables del PSOE  y en el que creyeron más los empresarios y algunos medios de comunicación que la militancia del partido.

Hoy el PSOE es muy distinto. Tanto que ha pasado del “todos con Susana” al “todos contra Susana”, aunque ella aún no se haya dado por enterada.

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