El flamante nuevo líder del PP que reivindica “la España que madruga”, el fin del “pesebre de las subvenciones” y repite defensas cerradas del liberalismo frente a lo público nunca ha tenido un trabajo en el sector privado ni en nada que no esté relacionado con la política. Todos los sueldos de Pablo Casado, desde el primero que logró a los 23 años a los que ahora compatibilizará como diputado en Las Cortes y presidente del PP se los debe a su prematura militancia. Gracias al Partido Popular, a la política y al sector público, sin haber siquiera acabado la carrera de Derecho se convirtió en asesor parlamentario de la Consejería de Justicia de la Comunidad de Madrid. Su salario rondaba los 50.000 euros brutos anuales.
La de Casado es una más de esas historias de chavales que prosperan en las juventudes de los partidos y que ya no conocen más ocupación que la política. Su biografía empieza a escribirse en 2001, recién estrenada la mayoría absoluta de José María Aznar, cuando se afilia a Nuevas Generaciones en el distrito de Moncloa-Aravaca donde han aparcado históricamente los coches oficiales de algunos de los políticos más poderosos de la capital. Quienes frecuentaban en aquella época la sede destacan la pasión de Casado por todo lo que tenía que ver con la comunicación y su extrema habilidad para las relaciones públicas.“El a quien quería parecerse en sus inicios políticos es a Alejandro Agag, que había tenido éxito con esa fórmula en la Universidad CEU San Pablo. Agag triunfa a partir de organizar simposios en la universidad y de relacionarse. Y ya vemos dónde ha acabado. Casado replica ese mismo modelo desde la revista de Nuevas Generaciones en el distrito de Moncloa-Aravaca. Y eso le da la posibilidad de pasearse con su traje y su corbata por distintos ministerios. Se hace fotos que luego utiliza en su propio beneficio para influir en otra gente con la que no estaban acostumbrados a tratar los militante de veinte años. Con esa revista fue tejiendo su red de contactos”, cuenta un compañero que lo conoció en sus inicios.
De esa agenda que engordó durante los primeros años en Nuevas Generaciones tiró Casado para invitar a una charla a su colegio mayor a Alfredo Prada, entonces vicepresidente del Senado. Aquel encuentro con quien no dejaba de ser un dirigente de segunda fila en el partido que gobernaba España marcaría la vida del joven militante del PP. La comparecencia pasó como una más en el auditorio de la residencia de estudiantes pero la relación entre ambos se mantuvo y cuando un año más tarde Alfredo Prada fue nombrado vicepresidente y consejero de Presidencia y Justicia en el primero Gobierno de Esperanza Aguirre en Madrid, después del tamayazo, decidió recurrir a aquel joven impetuoso de Nuevas Generaciones para hacerlo asesor parlamentario de Justicia. Casado había logrado su primer sueldo público dos años después de haberse afiliado a Nuevas Generaciones y sin haber completado siquiera la licenciatura.
Ese puesto de libre designación y para el que no se requerían grandes conocimientos le permitió a Casado dedicarse con total desahogo a la política, la que era ya su principal ocupación en sus años universitarios. En la elitista universidad de Icade pasó cuatro cursos y nadie le recuerda como un alumno brillante. De allí se tuvo que salir con más de media licenciatura a cuestas en Derecho y apenas un tercio de las asignaturas aprobadas en Administración y Dirección de Empresas. Un alumno de su clase cuenta que Casado siempre estuvo mucho más interesado en hacer amistades en las altas instancias del PP, también entre los familiares de sus compañeros de clase, que en los libros de Romano o Mercantil.
En 2003 disfrutó de una beca de dos meses de verano en el departamento jurídico del Banco Santander en Suiza que Casado ha hecho desaparecer de su currículum.
Por fin en la Cardenal Cisneros, un centro dependiente de la Universidad Complutense, donde se matriculó en 2005, entre convalidaciones varias y un acelerón que le llevó a sacar en unos pocos meses tantas materias como las que había aprobado en siete años, logró su título de Derecho. Fue un año prolífico para Casado que había estrenado escaño y sueldo en la Asamblea de Madrid: 3.800 euros brutos mensuales más pluses por asistencia a comisiones. Uno de los profesores de la facultad contó a la prensa, una vez que estalló el escándalo de su máster hace un par de meses, las llamadas que según él hacía la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, para que el chico de oro del PP de Madrid, que había sido elegido presidente de Nuevas Generaciones en 2005, acabase la carrera. La Universidad Complutense hizo público hace unos días un informe en el que descarta cualquier tipo de irregularidad en la licenciatura de Casado.
Su llegada a la presidencia de Nuevas Generaciones en Madrid, apenas cuatro años después de entrar en la organización, tampoco constituyó una carrera de obstáculos. Su facilidad para las relaciones sociales le había granjeado simpatías entre las juventudes del PP pero fue su padrino político el que logró su ascenso. Volvió a ser Prada quien en 2004 lo propuso tras recibir una llamada de su jefa, Esperanza Aguirre, pidiéndole un perfil para liderar a los cachorros del PP en la región. Faltaban todavía meses para el congreso de Nuevas Generaciones que se celebró en 2005. La presidenta escuchó el nombre de Casado y le dio su bendición pero antes dejó una recomendación de las suyas: “Dile que se quite la gomina”.
La carrera de Casado estaba lanzada. Y apenas un año después de tomar posesión de su escaño en la Asamblea de Madrid, concurrió a las elecciones a Cortes Generales, que permitieron al Gobierno de Zapatero seguir una segunda legislatura. Fue en ese contexto de guerra sin cuartel al presidente socialista, de manifestaciones en la calle contra el matrimonio homosexual, el aborto y la negociación con ETA, en el que Casado pronunció uno de sus discursos más celebres. Fue en septiembre de 2008 en el congreso que reelegía como presidenta del PP de Madrid a Aguirre.
Casado salió al escenario con una cartulina donde se podía ver el número 68 y le dio la vuelta para convertirlo en 89. Hizo un alegato durísimo contra la izquierda, el mayo del 68 y el comunismo que vinculó directamente con el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero: “En el 89 nos pusimos delante de un tanque en Tiannamen parando el comunismo y en el 89 tiramos con nuestras manos el muro de Berlín porque el 89 es la revolución de los jóvenes, la de la libertad, la que ha triunfado de verdad, no estamos identificados con el 68, que es el relativismo de Zapatero. [...] ”Nosotros no idolatramos asesinos como el Che Guevara, idolatramos mártires como Miguel Ángel Blanco, ese sí es un héroe y no el mercenario“. Dijo también lo de la ”guerra del abuelo“ y las ”fosas de no sé quien“ y la izquierda carca. Y aseguró que los jóvenes españoles son del PP ”aunque probablemente no lo sepan“.
El auditorio recibió la diatriba con una atronadora ovación. Y una parte de las juventudes de Nuevas Generaciones asumió que había nacido un líder. También algunos de los mayores en el partido tomaron nota de aquel joven capaz de enardecer a los más cafeteros.
“Se vio a una persona que lleva la política en las venas, muy elocuente, con un relato. Hay un antes y un después de ese discurso ante el PP de Madrid, cuando sacó los números del 68 y el 89. Eran las víctimas del terrorismo y no el Che Guevara. Los héroes son las víctimas del terrorismo. Ese discurso se ha visto desde entonces como una forma de entender el PP”, apunta un compañero de la época en Nuevas Generaciones.
Un segundo padrino: José María Aznar
Casado no había conseguido acta en el Congreso en las generales de 2008 pero sus movimientos dejaron claro que tampoco iba a eternizarse en la Asamblea de Madrid. En 2009 se convirtió en el jefe de gabinete del expresidente del Gobierno José María Aznar. Pasó a ingresar 4.646,51 euros al mes, la remuneración equivalente a un funcionario de nivel 30 en el Ministerio de Presidencia, como parte del personal al que tenía derecho Aznar como expresidente. Otro salario del Estado para el que tampoco pasó ningún examen especial, más allá de la mera confianza de quien sería su nuevo jefe.
Arrancó ahí una nueva etapa de mucho ajetreo para él: la de las reuniones con líderes internacionales y largas giras por todo el planeta. Casado empezó a medir su vida en kilómetros -presumía entre los suyos de hacer medio millón al año, de pasar más de 200 días fuera de casa y de tratar a celebridades como Tony Blair, George Bush. También a Gadaffi. fue el intermediario que figuraba en el contrato del comisionista Aznar que pactó un 1% de todo el negocio que la multinacional Abengoa sellase con el régimen libio.
Además de la agenda internacional, Casado manejaba otra más de andar por casa: las conferencias y foros a las que acudía el expresidente siempre que hubiese un lobbie dispuesto a pagar la factura, unos 15.000 euros si se celebraba en Madrid, a los que habría que sumar hoteles y desplazamientos, si el acto se celebraba lejos de la capital.
Casi tres años estuvo recorriendo mundo Casado hasta que llegaron las elecciones de 2011 y el partido le reservó ya el número dos en la lista por Ávila, gracias según algunos testigos directos del proceso a la intermediación de Aznar, que antes había intentado colocarlo en Madrid y se había topado con la negativa de Rajoy. El joven diputado -seguía teniendo 30 años- se estrenó en el Congreso y los platós de la TDT fajándose en las tertulias con los que hoy son sus rivales políticos: Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Un sector de la prensa madrileña empezó a destacar sus dotes para la comunicación. La “derecha sin complejos” que habían preconizado Aznar y Aguirre y que nunca logró hacerse hegemónica en el partido tenía un nuevo representante. Esteban González Pons, responsable de la Comunicación del PP, le hizo un hueco en el equipo de Génova 13 como responsable de redes sociales. Casado estaba a punto de dejar la presidencia de Nuevas Generaciones, que abandonó en 2013, y se había encargado de decirle a todo el partido que Aguirre, pese a su ingente poder en la región, no tenía nada para él.
“Y así fue cómo se metió en el equipo de Rajoy alguien que había alentado campañas contra él desde las Nuevas Generaciones de Madrid, convertidas en un instrumento de Aguirre para desgastar al presidente en medio de sus guerras”, cuenta un dirigente popular que se alineó en las últimas primarias en el equipo de la exvicepresidenta Sáenz de Santamaría.
Llegó el final de la primera legislatura de Rajoy en el Gobierno y el partido se vio necesitado de portavoces que defendiesen sus políticas en las radios y televisiones en medio de un país que protestaba contra los recortes, con el PP hundido en las encuestas y el ala más a la derecha del partido que ansiaba bajadas de impuestos en mitad de la crisis y políticas más contundentes.
Casado daba el perfil y en 2015, después de un mandato repleto de escándalos de corrupción que chamuscó a los principales portavoces del partido -como Carlos Floriano o la propia secretaria general, María Dolores de Cospedal- y ahuyentó el voto joven, Rajoy lo eligió como parte de un equipo con caras nuevas entre las que también estaban Andrea Levy, Javier Maroto y Fernando Martínez-Maillo. Por supuesto, asumió el cargo de Vicesecretario de Comunicación, el campo en el que llevaba 14 años trabajando.
115.000 euros al año de dos sueldos políticos
El joven de Nuevas Generaciones había llegado por fin casi a la cima, logrado un segundo sueldo -además del de diputado, que ronda los 85.000 euros brutos anuales, los viceportavoces recibían remuneración aparte del partido: unos 30.000 euros en su caso el primer año. Su estrella seguía brillando y hasta empezaba a sonar como candidatable en Madrid.
Los servicios prestados durante esta última época los recordó el propio Casado en su discurso el sábado que fue elegido presidente del PP: saludó a Rajoy, a cuyo Gobierno había criticado en la campaña interna para debilitar a Santamaría, y dijo que había sido un orgullo ejercer de portavoz “en los peores momentos cuando nadie quería bajar a dar la rueda de prensa”.
Su discurso antes de ser elegido recordó a muchos el que había pronunciado diez años antes y que lo hizo saltar a la fama dentro de la organización. “El PP ha vuelto”, se atrevió a decir con Rajoy sentado en primera fila.
Un buen amigo suyo que le augura un gran porvenir al frente del PP defiende que el de Casado es el triunfo de la constancia, la dedicación y de unas ideas, que llega como consecuencia de haber sabido “cuidar a su gente”.
En el congreso de la sucesión no solo ha convencido al ala dura del partido también ha logrado el apoyo de gente que no comulga con sus ideas y que ha tenido que pronunciarse entre él y una dirigente que no goza de demasiadas simpatías en el PP. Habla un dirigente que tenía muchas reservas con Casado pero que acabó votándolo: “Yo lo he apoyado. Tengo grandes salvedades ideológicas con él, sobre la eutanasia y aborto, son temas que me generan cierta incomodidad y me gustaría guiarme por criterios científicos y no políticos. Pero confío en que Pablo sepa reconocer la pluralidad dentro del partido. Él es conservador y liberal en lo económico y, como dice, quiere copar todo lo que hay a la derecha del PSOE. Es una persona que va a llevar a cabo la renovación que necesita ese partido. Haberse cargado a Javier Arenas, es más de lo que se ha hecho en 40 años. Supone un revulsivo en el discurso y en el relato. Es lo que necesitaba el partido, un relevo generacional drástico. De todas las opciones que había es la que mejor lo representa”.
En la candidatura de enfrente el diagnóstico no es tan optimista. Así lo ve uno de sus rivales en el congreso: “Supo aglutinar el odio a Soraya y ha llegado en un momento en el que los discursos de derechas se compran con extrema facilidad, en España y en Europa. Además él se considera legitimado por unas primarias, que han supuesto una novedad en el partido, y eso sumado a que esta es una organización acostumbrada a aclamar a su líder ha provocado este giro hacia posiciones populistas en el tema de la inmigración y un discurso fácil que nos habíamos negado a hacer. Estamos en una tormenta perfecta que puede beneficiar a Pablo. Pero existe el riesgo de que su onda expansiva sea muy destructiva para el PP”.
Todos los dirigentes y excompañeros de Casado consultados para este reportaje han accedido a hablar con la condición de no ser identificados. Incluso aquellos que lo han apoyado en las primarias y hablan maravillas de su nuevo jefe. Pablo ha dejado de ser Pablo para ser el presidente, con todo lo que eso implica en una organización tan piramidal como el PP, donde el líder una vez logrado el poder tiene el monopolio de los cargos y de las candidaturas.
Entre sus decisiones como nuevo líder, hay una que ha pasado inadvertida pero que da sentido a toda una carrera: Alfredo Prada, su padrino político, el dirigente que ha tenido idas y venidas -hoy con Aguirre, mañana con Rajoy y pasado quién sabe- ha regresado a la Ejecutiva del PP. “Casado no se olvida de sus amigos”, cuentan sus compañeros. Muchos piensan que sin la ayuda de Prada en los comienzos, “lo de Pablo no hubiera sido posible”.