Pablo Iglesias reivindica “una nueva socialdemocracia” frente al intento de situarle en la extrema izquierda

“No nos vamos a quejar si a nosotros nos llaman los nuevos socialdemócratas por elegir aquello que nos parece correcto. Para ello tendemos además la mano para que nos acompañen a los que en el pasado eligieron las opciones en las que ni siquiera creían”. Así cerró el jueves Pablo Iglesias su intervención en el Cercle d'Economia, una de las principales organizaciones empresariales catalanas.

Podemos quiere contrarrestar la campaña que intenta colgarles la etiqueta de “comunistas” tras su unión con la IU de Alberto Garzón y que se personifica en su secretario general. Iglesias presentó el esbozo de un programa socialdemócrata clásico pero, sobre todo, su cara más amable e institucional. La de “alguien que aspira a ser presidente del Gobierno”, según el discurso que leyó.

La cita se celebra anualmente en Sitges. El secretario general de Podemos se estrenaba en un foro en el que le preguntaron, entre otras cosas, por sus creencias religiosas o su predisposición ante “el esfuerzo y el talento”. La precampaña ya está lanzada y, como unos días antes en un entorno mucho más controlado y afín como fue el coloquio organizado por la revista Mongolia, la actitud de Iglesias huyó del carácter bronco y enfadado, de ceño fruncido, que él mismo ha reconocido que le perjudica.

Esta será la tónica general hasta las elecciones del 26 de junio. El marco de la campaña de la oportunidad extra para que Podemos y sus aliados puedan alcanzar el objetivo que se marcaron en Vistalegre: alcanzar el Gobierno de España. Para ello la alianza con IU es un arma de doble filo. Por un lado permitirá, al menos en teoría, alcanzar algunos diputados que el 20 de diciembre ambas candidaturas perdieron por pocos votos. También ampliar la base electoral que garantice el sorpasso al PSOE y, si la “campaña de desborde” se produce y logran que se convierta en una “campaña popular”, acercarse lo máximo posible al PP.

En el lado negativo del acuerdo, está la posibilidad de que Podemos sea etiquetado como izquierdista. Es uno de los grandes temores de la dirección del partido y que personifica el secretario político, Íñigo Errejón. Su obsesión por huir de las etiquetas que puedan calificarse como “viejas” le llevó a considerar en una entrevista a los comunistas y socialdemócratas como “especies del pasado”. La entrevista fue publicada por 20minutos el mismo día que Iglesias leía ante el Cercle d'Economia su discurso, titulado Por una nueva socialdemocracia. Iglesias ha quitado hierro al asunto en Twitter al explicar que las etiquetas las ponen otros.

La unión civil, de momento, entre Podemos e IU ha cumplido los miedos de Errejón. Partido Popular, PSOE, Ciudadanos y no pocos medios de comunicación saludaron la coalición como comunista. La presidenta andaluza, que no perdona a Podemos el tira y afloja por su investidura que se resolvió con un pacto con Ciudadanos, aireó la bandera de la vieja “pinza”, apoyada en la actuación de mediador de Julio Anguita entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón en algunos momentos. “Venían del mismo sitio y vuelven a la misma casa”, aseguró la presidenta andaluza.

La presencia de Garzón, comunista de afiliación y que defiende su ideología siempre que le preguntan, puede paradójicamente ayudar a la moderación que busca Podemos para Pablo Iglesias. Las encuestas, con el CIS en cabeza, dan una buena valoración del dirigente de IU y generan menos rechazo entre quienes en diciembre optaron por partidos distintos a los que se integran en Unidos Podemos.

A la etiqueta de comunista hay que sumar otras que intentan radicalizar la imagen de Podemos y sus socios. El PP calificó la unión como la de los “comunistas cubanos” y “venezolanos”. Una estrategia que ya utilizó Rafael Hernando a principios de año, cuando distinguió entre la “nueva izquierda leninista amable” y la “tradicional izquierda comunista” de IU.

La última oleada de ataques en este sentido ha llegado desde Ciudadanos. Su candidato, Albert Rivera, ha visitado Venezuela durante 48 horas. A su regreso ha acusado a Podemos de financiación ilegal. “Esos que son chavistas porque lo han reconocido siempre, aplicarían su modelo”, aseguraba en una entrevista nada más pisar suelo español. La respuesta de Podemos llegó por Twitter. La jefa de gabinete de Iglesias pidió explicaciones a Rivera y le respondió el portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta, con quien se cruzó varios mensajes.

Podemos cree que las acusaciones de financiación ilegal no tienen ya el impacto de los primeros meses, gracias a que el Tribunal Supremo ha tumbado las demandas que ha recibido al respecto. Sí tienen más temor a que calen los mensajes de miedo sobre las medidas que pueda poner en marcha si llegan al Gobierno. Por eso Iglesias ha recuperado con más fuerza la vía socialdemócrata que Podemos asumió ya a finales de 2014 y que ha venido plasmando de forma habitual en los documentos programáticos que ha venido elaborando y presentando desde entonces, hasta el último: Cambiar España: 50 pasos para gobernar juntos.