Del pacto de los botellines a la apuesta por Sumar: los siete años de Garzón al frente de Izquierda Unida
Alberto Garzón, un puñado de jóvenes dirigentes sin complejos comunicativos, una militancia resistente y casi un millón de votos fue lo que apartó a Izquierda Unida de la desaparición el 20 de diciembre de 2015 para acabar entrando en el Consejo de Ministros en enero de 2020. Apenas cuatro años de separación, tres elecciones generales más y un acuerdo electoral y político con Podemos llevaron a IU de poder estar al borde de la intrascendencia política a entrar en gobiernos autonómicos y en el Gobierno central, donde no había habido nadie a la izquierda del PSOE desde hacía ocho décadas.
Por el camino, Garzón se llevó más de un titular y más de una crítica interna, incluso de excoordinadores de la organización, como Cayo Lara o Gaspar Llamazares, que le acusaban de querer disolver Izquierda Unida. A raíz de una de esas informaciones, el 1 de enero de 2016, apenas diez días después de salvar la organización con dos escaños por Madrid, Garzón escribía en Facebook: “Repasando la prensa me encuentro desconcertado con que un titular de periódico asegura que yo mismo doy fin a Izquierda Unida. Redactado en presente. Así, sin enterarme, he dado fin a mi organización política... Decir que es una situación surrealista sería quedarse corto. No es la primera vez. Durante septiembre y octubre despertamos sorprendidos varias veces tras leer titulares que afirmaban que ya estaba confirmado que IU desaparecía y se metía en Podemos; o que yo mismo me presentaba en la lista de Podemos. Todo un espectáculo de política-ficción que, sin embargo, creaba un estado de ánimo, interno y externo, que distorsionaba la forma transparente y humilde con la que intentamos hacer política algunos y algunas. Naturalmente, IU no muere o desaparece por muchas veces que aparezca en un titular”.
Seis meses después de aquello, Garzón asumió la coordinación federal de IU, en junio de 2016. Fue poco antes de las elecciones del 26J, y semanas después del pacto de los botellines con Pablo Iglesias, que sellaba una alianza electoral y política con Podemos y otras fuerzas emergentes del espacio electoral que tradicionalmente habían ocupado IU y el PCE y que en aquel momento se veían desbordados por nuevas formaciones.
En aquella nueva dirección de IU nacida de la XI Asamblea de la formación había dirigentes que, con el paso del tiempo, fueron dejando la primera línea o la misma organización, como la propia líder de Sumar, Yolanda Díaz; el exlíder de EUiA Joan Josep Nuet; o la exeurodiputada Marina Albiol. Pero también había algunos que aún mantienen un papel relevante en la organización, como la portavoz federal y ministrable, Sira Rego; el secretario de Organización, Ismael González; el presidente del PCE, José Luis Centella; el secretario general del PCA, Ernesto Alba; el secretario de Programa, Carlos Sánchez Mato; o la responsable de Feminismos, Clara Alonso, entre otros. Entonces también tuvo un papel protagonista Antonio Maíllo, quien era líder de IU Andalucía, y que aún hoy sigue en la dirección federal.
Garzón había ido ganando rápidamente un liderazgo por fuera de su organización que le conectaba con un nuevo momento político heredado del 15M que agitaba el bipartidismo y reclamaba nuevas formas de hacer política y de gestionar la economía, y que se rebelaba ante la connivencia de IUCM con los tejemanejes de Caja Madrid.
La IU de 2012-2014 no supo leer el momento, no se renovó por dentro y le empujaron a renovarse por fuera: el mismo Pablo Iglesias que les había asesorado en 2011 desnudaba a la organización de Cayo Lara con la irrupción de Podemos en 2014, culminada con cinco eurodiputados el 25 de mayo de ese año frente a los seis de IU-La Izquierda Plural. Cayo Lara terminó por ceder el liderazgo electoral a Garzón, quien intervino en el debate del Estado de la nación en 2015, pero nunca le dieron la coportavocía del grupo parlamentario a quien sería el candidato el 20D de 2015.
Garzón, reivindicando la figura histórica de Pepe Díaz (frente a la de José Bullejos), hizo de la confluencia electoral y de la unidad popular su estrategia política para superar Izquierda Unida, concurrir a las elecciones con Podemos y conformar un bloque histórico de cambio.
Con esa brújula y rodeado de una dirección renovada en 2016, con más o menos tensiones, con subidas y bajadas en las relaciones con Podemos, Garzón ha logrado la supervivencia del proyecto político de IU y la presencia de representantes de la organización en espacios que hacía tiempo que no ocupaba.
Hasta entrar en el Gobierno.
Izquierda Unida, por sus relaciones históricas tormentosas con el PSOE, en las que el electorado nunca premiaba ni la dureza ni la colaboración con los socialistas, no terminaba de mostrar entusiasmo por forzar a Pedro Sánchez al Gobierno de coalición, hasta el punto de que tras el fracaso de las negociaciones de julio de 2019, muchos dirigentes de IU se inclinaban más por dar la investidura a Sánchez que por ir a la repetición electoral del 10N.
Pero hubo unas nuevas elecciones que llevaron a la extrema derecha hasta los 52 diputados, y Sánchez llamó a Iglesias para cerrar un acuerdo que había sido imposible seis meses antes para un Gobierno de coalición. En las negociaciones, Iglesias termina pactando con Sánchez una vicepresidencia y cuatro ministerios, uno de ellos, el de Consumo con competencias sobre el juego, para Alberto Garzón. Y, con ello, entraba el hilo rojo de la historia en el Consejo de Ministros: por primera vez en ocho décadas había personas del PCE en esa sala (él mismo y Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo).
Desde su ministerio, el líder de IU ha impulsado medidas para limitar la publicidad de apuestas en televisiones, redes sociales y videojuegos –las casas de apuestas físicas son competencia autonómica–, además de batallar a favor de la ganadería extensiva frente a las macrogranjas y de la dieta mediterránea frente al consumo excesivo de carne –con el lobby empresarial y el ministro de Agricultura, Luis Planas, en contra–.
La última legislatura de Garzón, en la que se celebró la XII Asamblea de IU, en mayo de 2021, ha sido en la que por primera vez en ocho décadas entra en el Gobierno el espacio político a la izquierda del PSOE, y ha tenido que lidiar una pandemia y una guerra en suelo europeo, junto con las crisis sanitarias, económicas y sociales que eso comporta. Y también con una transformación en el espacio político al que pertenece Alberto Garzón.
Si se llegó a la legislatura y al Gobierno con el liderazgo de Pablo Iglesias, a partir de la dimisión del exvicepresidente del Gobierno en marzo de 2021 el liderazgo del espacio pasa a Yolanda Díaz, quien a lo largo de este tiempo ha ido construyendo su propia plataforma, Sumar, con la que concurrió a las elecciones del 23 de julio, en un frente electoral compuesto por diferentes formaciones a la izquierda del PSOE, entre ellas Podemos, Izquierda Unida, los comunes, Más Madrid, Compromís, etc, que alcanzó 31 escaños en un escenario de retroceso de la extrema derecha pero, también, de papel protagonista de Junts y Carles Puigdemont.
Garzón, desde el principio, se alineó con Sumar, y encabezó la delegación de IU en Magariños, hizo campaña en las elecciones del 23 de julio y se ha mantenido colaborando con la plataforma de Yolanda Díaz desde entonces, incluida la negociación para la participación de IU en el nuevo Gobierno de coalición con el PSOE presidido por Sánchez.
La carrera política de Alberto Garzón está llena de casualidades. Si sus nombramientos como diputado, candidato en las generales, líder de IU y hasta ministro tienen mucho de casualidad, también lo tiene su marcha de la primera línea de la política: se produce tras un adelanto electoral que nadie previó y tras una investidura que se antojaba muy complicada, ley de amnistía mediante.
A partir de este momento, se abre un proceso interno que desembocará en una Asamblea que se celebrará en los próximos meses, en la que IU deberá elegir su nueva dirección, en la que se prevé que desempeñen un papel relevante el grupo dirigente actual de IU federal, en torno a Sira Rego e Ismael González; así como la dirección del PCE, con el secretario general y diputado Enrique Santiago al frente; y la federación con más peso de la coalición, IU Andalucía.
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