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CRÓNICA

Los pactos con Vox convierten al PP en una “jaula de grillos” ante la falta de dirección de Feijóo

La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la toma posesión de la primera, este viernes en Madrid.
24 de junio de 2023 22:29 h

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Entre el “verano azul” de una playa artificial que ha dado lugar a todo tipo de mofas y la algarabía interna por los pactos con Vox, el PP hubiera deseado borrar esta semana del calendario. El carajal provocado por la solemne declaración de principios de la extremeña María Guardiola para no hacer coalición con la ultraderecha y poner, de paso, en evidencia al valenciano Carlos Mazón ha convertido al PP en un partido de baronías en el que cada cual toma las decisiones por su cuenta sin que se atisbe coordinación ni dirección alguna. Tanto que por primera vez desde que Alberto Núñez Feijóo fue aupado a la presidencia nacional, precisamente por los barones que ahora se rebelan, le llueven las críticas por el desgobierno que reina en la planta noble de la calle Génova.

El intento fallido de Feijóo de establecer un argumento porcentual para justificar la alianza con la ultraderecha en Valencia y negarla en Extremadura no han hecho más que añadir ruido al ruido en un partido, en el que unos asumen como propio el ideario de Vox sin reparo, y otros no están dispuestos a enredarse en las guerras culturales de la ultraderecha para abandonar la centralidad política. Todo con las elecciones generales a la vuelta de la esquina, y a pesar de haber instalado el marco de un cambio político imparable que hoy se ve amenazado por las exigencias de Vox.

El PP prometía, frente “al gobierno del ruido” de Sánchez, un Ejecutivo estable y sereno, y lo que ha proyectado esta semana es un sonoro estruendo dentro y fuera de sus filas. Tener como socio a un partido cuyos dirigentes presumen de ser antivacunas, niegan el cambio climático y la violencia machista, se declaran supremacistas o cargan contra el colectivo LGTBI no es la mejor carta de presentación ante el 23J, por mucho que los altavoces mediáticos de la derecha traten de relativizar el discurso del odio o descalifiquen a quienes dentro del PP no están por la labor de hermanarse con los de Santiago Abascal a cualquier precio. 

“Al final nos vamos a convertir en la misma jaula de grillos que dijimos que era el PSOE durante años”, advierte un dirigente autonómico contrario a anteponer los gobiernos a los principios y que ve en Feijóo a un “diletante incapaz de poner orden” en tanto desgobierno. Pablo Casado intentó dirigir el PP sin el respaldo de sus barones y le echaron por la ventana de la séptima planta de la sede, tras enfrentarse entre otros a la madrileña Isabel Díaz Ayuso. Y ahora que Feijóo proclama su respeto por las baronías, el carajal no es el mismo pero las consecuencias que se atisban en el horizonte han hecho que algunos dirigentes vean en peligro el resultado que auguraban para las generales y el esperado cambio de ciclo. “No se puede, sin confundir al electorado, decir una cosa y la contraria: bendecir el acuerdo con la ultraderecha en Valencia e invocar la pureza de los principios en Extremadura”, se lamenta un dirigente popular.

Y tampoco, añade un diputado popular, “cruzarse de brazos mientras a la dirección nacional no se le ocurre otra cosa que asumir el ruido por las contradicciones entre territorios” y confiar en que bajen los decibelios en las próximas semanas. El argumentario oficial sostiene que la política de pactos del PP no sólo incluye a Vox, sino también a los regionalistas de Cantabria o a Coalición Canaria. El problema es que, pasado el 23J, Feijóo no podrá gobernar si no es con el apoyo de Abascal, ya que ninguna encuesta le acerca a la mayoría absoluta y el escenario de un gobierno en minoría no entra en los planes de los ultras, dispuestos a poner un alto precio a sus votos.

De ahí que el resultado de las generales vaya a ser determinante en lo que finalmente ocurra en Extremadura, a pesar de que hoy parezca encaminada a una repetición de las elecciones. Todo dependerá del resultado del PP, de la posición del tablero que ocupe Vox y hasta del número de diputados que obtenga finalmente el PSOE. Lo que hoy se presenta como un veto inamovible, después de las generales puede ser un donde dije digo, digo Diego. 

Un gol en tiempo de descuento

Lo proyectado por el PP esta semana ha sido en todo caso un espectáculo de entropía en medio de una ausencia clamorosa de coordinación nacional que a muchos dirigentes les ha recordado a los peores tiempos de Rajoy, donde se podía escuchar cómo crecía la hierba mientras se acumulaban los problemas y no se tomaban decisiones que evitaran el desgaste de las siglas. 

La consigna es que los dirigentes territoriales bajen la intensidad de sus valoraciones públicas y de sus diferencias con los ultras con el propósito de enfriar el problema, dilatar las negociaciones con los de Abascal allá donde sea posible y ver si el electorado toma conciencia de la importancia del voto útil.

Con este mismo contexto puede explicarse también la desgana con que desde Génova afronta la celebración de los debates electorales mientras el presidente del Gobierno multiplica su presencia mediática a la espera de que el PP responda a las ofertas de los medios que tiene sobre la mesa. En La Moncloa aguardan a saber cuál será el siguiente paso de los grupos que propusieron debates y han sido aceptados todos ellos por el PSOE al silencio que han dado por respuesta los populares. “A diferencia de ediciones anteriores donde los grandes comunicadores presionaban a los líderes para que aceptaran sus envites, en esta ocasión no escuchamos demasiadas voces interesadas”, lamentan desde el partido del gobierno.

Fuentes socialistas entienden que a Feijóo no le quedará más remedio que aceptar un 'cara a cara' porque dio su palabra en Onda Cero al periodista Carlos Alsina, pero que tratará de esquivar a toda costa el debate a cuatro (Sánchez-Díaz-Feijóo-Abascal) propuesto por Atresmedia, Mediaset y Prisa “para evitar tener al lado al líder de los ultras y que se visualicen las dos únicas formas posibles de gobierno (PSOE-Sumar o PP-Vox)”. Tampoco están convencidos de que el PP decida enviar a Feijóo a un debate a siete al que está obligada RTVE con los representantes de todos los partidos con representación parlamentaria. 

Con un asunto y el otro (el lío interno del PP y el debate sobre los debates) no parece que la derecha haya arrancado esta precampaña, como acabó la del 28M, imponiendo el marco y llevando al PSOE a un extremo del cuadrilátero hasta noquearlo con sus alianzas con Bildu y el “que te vote Txapote” y con la supuesta compra de voto por correo que en el caso del municipio almeriense de Mojácar ha paralizado la constitución del ayuntamiento por una investigación judicial sobre las presuntas prácticas fraudulentas, no del PSOE, sino del PP. 

Como en el fútbol, en política también se puede marcar gol en tiempo de descuento. Que se lo digan al ex convergente Xavier Trías. Hasta el 23J, todo es posible.

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