París se reinventa

El Barón Haussman soñó un París más armonioso, más higiénico, más aireado y más bello. La ciudad inmutable que hoy conocemos, la de los grandes bulevares, los edificios en piedra tallada y los tejados de zinc nació para responder a las necesidades de la ciudadanía moderna de mediados del siglo XIX. Pero hoy París quiere reinventarse. Quiere explorar las nuevas formas de vivir y de trabajar, y afrontar los grandes retos de las ciudades del siglo XXI, como la búsqueda de espacios verdes o la reducción del consumo energético.

Con este espíritu, el Ayuntamiento de la capital francesa ha impulsado Reinventar París, un concurso internacional de arquitectura para vender 22 edificios y espacios de propiedad pública anticuados y transformarlos en proyectos respetuosos con el medio ambiente y adaptados a las nuevas necesidades de una gran capital. ¿Cómo? Desechando el método de la subasta pública al mejor postor, que era hasta ahora el habitual, y seleccionando los proyectos ganadores según criterios de innovación. Los ganadores se anunciaron este mes y se espera que los proyectos estén en pie en 2020.

Una antigua subestación eléctrica, aparcamientos de autobuses, viejos edificios de la prefectura de París, un palacete de principios del siglo XVIII e incluso tramos del périferique, la autopista de circunvalación de la capital, van a convertirse en espacios de coworking, huertos urbanos, salas de cine públicas, un albergue juvenil o espacios dedicados a la danza y a la música. Se construirán 1341 viviendas, de las que 675 serán sociales.

Nuevas formas de abordar el desarollo urbano

“Los proyectos van a permitir poner en marcha toda una serie de nuevas ideas arquitectónicas y abordar los grandes temas de una ciudad como París, que son la 'vegetalización', la agricultura urbana, el uso de nuevos materiales de construcción o el rendimiento energético, pero también una nueva forma de trabajar, de vivir, de comerciar”, explica Jean Louis Missika, concejal de Urbanismo e Innovación del Ayuntamiento de París, y quien considera que la iniciativa va a permitir “crear una especie de laboratorio sobre un nuevo modo de vida, un nuevo uso de la ciudad en el plano arquitectónico”.

El ayuntamiento puso en marcha el concurso en 2014 con nueve criterios de innovación, desde la obra, los materiales, hasta el uso o la aplicación de la economía circular. “Algunos candidatos han desarrollado varias de estas categorías y otros se han centrado solo en un tema. Hay que mirar el conjunto de los proyectos para tener una idea global de la innovación urbana y arquitectónica que supone esta iniciativa”, asegura Missika.

La diversidad de las parcelas e inmuebles que han salido a concursoes amplia: desde “monstruos” como el del bulevar Morland, de 40.000 m2, que acogió en los años 60 estancias del ayuntamiento, hasta pequeños terrenos de apenas 270 metros, han alumbrado diseños muy diferentes pero todos ellos innovadores.

Uno de los proyectos ganadores más emblemáticos es el conocido como Mil árboles, concebido por el arquitecto japonés Sou Fujimoto, y que propone la construcción de un mega edificio futurista de siete plantas que albergará en su terraza un parque con una treintena de chalés individuales. El proyecto, aseguran desde el ayuntamiento, simboliza en lo qué podría convertirse el contaminante y ruidoso -pero imprescindible- periférique en el futuro: “Un nicho de biodiversidad que vincule París con su periferia”.

Mayor importancia a los espacios comunes

En el extremo opuesto del espectro arquitectónico, el Invernadero habitado, de la calle Piat, en pleno barrio de Belleville, uno de los más cosmopolitas de la capital, acogerá a 24 estudiantes de arquitectura que participarán en la mejora y amueblarán el edificio, en el que los arquitectos han querido desarrollar un “hábitat social alternativo”.

La evolución de la sociedad ha dado paso a nuevas formas de trabajar, explica el concejal de Urbanismo, con más emprendedores autónomos que buscan compartir espacios -coworking-, lugares que puedan ser a la vez efímeros y flexibles, es decir, espacios donde puedan montarse equipos, trabajar juntos y luego separarse, o espacios de trabajo más sociales, con un concepto más de “lounge” que de sala de reunión. “Los edificios de oficinas tradicionales deber ser progresivamente reemplazados por espacios más sociales. Lo mismo ocurre con la vivienda. Algo que destaca en los proyectos de Reinventar París es que los espacios comunes son más importantes que los privativos. Ahora mismo apenas se comparte una escalera y un ascensor, pero aquí vemos edificios en los que se comparte un jardín, una lavandería o incluso una cocina”, destaca Missika.

La fórmula elegida para el concurso también supone un cambio. “Normalmente lo que se hacía era un concurso de precio, una subasta. Pero esta vez el criterio no ha sido el precio sino la innovación, y hemos aceptado vender un edificio más barato porque había ideas lo suficientemente innovadoras para justificar que el precio fuera menor”, explica el funcionario. Se trata de una nueva forma de transferir derechos de propiedad por la que ya se han interesado otras ciudades, y cuyo éxito también ha inspirado nuevos proyectos como “Reinventar el Sena”, para acondicionar las orillas del río tanto en París como en las ciudades de Ruán y El Havre, y que saldrá a concurso el mes que viene.