“Lo que tiene que hacer el 15-M es convertirse en partido político”. Más que una cita es una cantinela. Repetida decenas, cientos, miles de veces en corrillos, micrófonos y televisiones, muy frecuente entre los escépticos o entre los que no acababan de entender en sus inicios la esencia del movimiento 15-M. “Si quieren cambiar las cosas, que se organicen, que se presenten a las elecciones”, decía la todología en 2011.
Ese argumentario era contestado con contundencia y también algo de condescendencia por parte del movimiento: para participar en política no hace falta montar un partido, se decía; para cambiar el mundo también se puede presionar al poder de manera horizontal para que acabe sometido a la voluntad ciudadana; además, entrar como 'El 15-M' en el sistema de partidos sería, según este otro argumentario repetido también hasta la saciedad, generar un agente reconocible para políticos y periodistas y, por tanto, mucho más vulnerable. Y que poner de acuerdo al 15-M en un programa político concreto y consensuado se da por imposible. Y que el 15-M, ya se sabe, en realidad no existe, no es algo tangible, es más bien un cambio de mentalidad, un diagnóstico, una recolocación.
Pero hasta con la concepción más amplia y cultural del movimiento, la del ejambre, la de la red, la etiqueta 15-M empieza pronto a generar problemas: es un nido de karma mediático a prueba de todo tipo de ataques, goza de una legitimidad a la que todo el mundo se quiere asomar; pero por otro lado, el límite entre “hacer 15-M” y “ser el 15-M” empieza a conventirse en peliagudo y se suceden los roces internos sobre quién y cómo se decide lo que es o lo que no es representativo de aquella eclosión de 2011.
Muchos deciden, por tanto, que la mejor manera de aplicar el espíritu quincemayista a sus acciones políticas es dejar atrás la marca, pero seguir usando sus redes. En esa malla heredada se produce la construcción y confrontación de legitimidades de la que nace el 25-S, en la que se fragua el impulso definitivo a la PAH o en la que queda desacreditada la acción 'Asedia el Congreso'.
Han pasado dos años. El 15-M se diluye como sujeto político y su fuerza, su método, su estímulo se ha transformado para generar innumerables grupos de acción social, política y cultural. Estos nuevos grupos se sienten cómodos usando la red que han tejido en el 15-M, pero no su nombre. Y, sin embargo, cuesta renunciar a su potencia mediática.
En ese escenario, determinados grupos empiezan a pensar que, efectivamente, ha llegado el momento de organizarse en partido político ante una situación de emergencia donde el bipartidismo se hunde e Izquierda Unida sube menos de lo que podría, cosa que comparten también militantes destacados de la organización.
Todas estas iniciativas están en un terreno donde el límite entre el potencial real y el potencial mediático es imposible de definir; donde diferenciar entre partidos que nacen de la filosofía del 15-M y acercamientos al 15-M desde planteamientos previos es complicado. Desde luego, nadie, absolutamente nadie, dice hablar en nombre del 15-M: eso es una simplificación mediática y tramposa. Pero todos anhelan su legitimidad. Algo se mueve y se percibe la ansiedad: ha comenzado el baile de comunidades y colectivos que quieren ser, sin querer serlo, los partidos del 15-M:
1. El Partido X. Su estrategia de lanzamiento, mediática y desde el anonimato, les hizo ser muy conocidos y muy cuestionados desde el primer momento. De enero a abril han tejido un primer programa de propuestas para una democracia participativa y transparente, que está en la línea de lo que algunos de sus integrantes llevan trabajando desde hace años y bebiendo de prototipos que ya funcionan en Brasil o Islandia. Les une la confianza en la tecnología como herramienta para la “wikidemocracia” y aplazan el debate ideológico para cuando haya cambiado el modelo de participación.
Con la voz distorsionada, los primeros portavoces del Partido X justificaban el anonimato como un reto al liderazgo político tradicional; en las últimas semanas, esa opacidad se ha relajado algo y han aparecido caras conocidas del activismo online en vídeos del partido. Según varias fuentes consultadas por eldiario.es, con el paso de los meses se ha debilitado la participación de varias personas que habían apoyado el proyecto al inicio pero que finalmente no se han involucrado en él o se han retirado a la línea de simpatía no activa.
2. EnRed. EnRed es una organización que lleva unos meses trabajando en Madrid para intentar aglutinar a grupos de activistas sobre la idea de que no habrá partido capaz de confrontar al sistema actual si no es capaz de ser, además de partido, un movimiento social masivo. Comparte con el Partido X la apuesta por el activismo online - aunque más atado a la participación en asambleas - y también la experiencia en ese terreno: dentro de EnRed hay personas muy activas del 15-M madrileño en redes sociales, como por ejemplo varios integrantes de la comisión de Difusión en Red de Sol, que gestiona entre otras, las cuentas más potentes del 15-M en Twitter y Facebook, las de @acampadasol y Spanish Revolution; también personas que participan en colectivos como Madrilonia o la Fundación de los Comunes.
Para participar en las reuniones o en las listas de correo de EnRed hay que pasar antes por unos “talleres de bienvenida” para que todo el que entre sepa cuáles son “los puntos de partida” de la organización, que está trabajando en una “Carta por la democracia” que explicará su proyecto.
3. Asamblea Ciudadana. En marzo, más de 100 personas se reunieron en Sevilla para “promover el tránsito a una nueva etapa democrática”. Escuchando y participando, en una conocida sala de La Alameda, allí estaban entre otros Juan Torres (ATTAC), los abogados Jose Ignacio Aguilar (Intercomisión Vivienda 15M), Juan Moreno Yagüe (conocido por ser el abogado de 15MPaRato), Antonio Losada (ex secretario general de CGT Sevilla), Federico Noriega (Asambleas Ciudadanas Constituyentes y Ecologistas en Acción), o Esteban de Manuel (Coordinador de EQUO Andalucía), entre militantes también de IU o del Sindicato Andaluz de Trabajadores.
La publicación de aquel encuentro en eldiario.es provocó un pequeño terremoto en varios grupos de afinidad del 15-M y algunos de los asistentes, como Moreno Yagüe, aclararon que su presencia en aquella reunión no implicaba ningún compromiso firme con el partido, que todavía está manteniendo sus primeras reuniones para decidir exactamente qué son, qué quieren en común y si se plantean como objetivo principal presentarse a unas elecciones. Varias personas de este grupo han participado en contactos con colectivos en otros puntos de España para intentar elevar la apuesta.
4. Confluencia. De este grupo se ha publicado estos días que es nada menos que el paraguas bajo el que se gesta “un frente amplio de izquierdas” que incluye al 15-M; se le ha relacionado con una coalición y han salido nombres como Julio Anguita, Federico Mayor Zaragoza o Verstrynge. “El 99% de lo que se ha publicado es mentira”, dice bastante molesto uno de sus integrantes, Ramón Hernández, quemado tras la exposición mediática.
Confluencia, donde participan personas activas desde los inicios en la acampada de Sol y también en la Coordinadora 25-S, ha propiciado reuniones con integrantes de plataformas que hoy ya están menos nutridas que hace un año, como Juventud Sin Futuro o Democracia Real Ya. No hay más, y después de su paso por los medios (“yo no he llamado a ningún medio”, aclara Ramón) se complican las dinámicas internas. Su presencia en Internet, una de las principales herramientas para generar legitimidad dentro del movimiento, es escasa.
Participando en esas reuniones había representantes de Izquierda Unida, pero esto requiere capítulo aparte.
5. Izquierda Unida. Este apartado da para mucho más, pero en resumen: todas las sensibilidades de Izquierda Unida tienen muy claro a estas alturas que tienen que estar en cualquier lugar donde se esté gestando algo, sea para enriquecer al partido, para sumarse en un todo mayor o, en algunos casos, para forzar la disciplina interna.
La formación que coordina Cayo Lara, que ha dado recientemente más fuerza a activistas del 15-M que ya militaban en la coalición, intenta participar en las reuniones donde se hable de “frentes amplios” para no perder comba de lo que pueda pasar. Siempre a una distancia prudente, para no recibir acusaciones de querer fagocitar el movimiento, que alguna ya les ha caído.
En las reuniones de Confluencia ha participado una persona representando a la dirección de Izquierda Unida en Madrid. Paralelamente, en la sede de Ecologistas en Acción se han producido más reuniones en las que estaban activistas de colectivos de varios lugares de España. En estos encuentros también hay presencia oficial de Izquierda Unida, aunque de la parte más ligada al sector crítico en Madrid.
Empiezan a sonar conceptos como “frente común”. Empieza a ponerse en circulación la teoría de una gran candidatura a las elecciones europeas que sume movimientos y partidos de izquierda. “Eso, sin Izquierda Unida, está condenado al fracaso a día de hoy”, reconocen fuentes tanto de dentro como de fuera de la organización. La gran pregunta es si Izquierda Unida se dejaría desplazar en cuanto al protagonismo y la metodología de esa convocatoria. Dependiendo de la respuesta, se darían unas u otras complicidades.
6. Equo, IA y otros partidos. Todos se mueven y todos están atentos.
Equo atravesó durante muchos meses una relación de amor-odio con el 15-M: la formación ecosocial consideraba que el 15-M venía a plantear una renovación política y económica que encajaba como un guante con los planteamientos que ellos estaban trabajando desde apenas unos meses antes. Y, como sucedía con muchos militantes de IU, los de Equo también estaban en las plazas. Sin embargo, el movimiento jugó electoralmente más a favor de Izquierda Unida que de ellos. Equo se propuso dar mucha “distancia de respeto” al movimiento para no ser señalados como oportunistas y en ese hueco se colaron otras iniciativas.
Izquierda Anticapitalista o el Partido Pirata reivindican desde mayo de 2011 su ADN compartido con parte de las causas defendidas en aquellas plazas. Su eco mediático es reducido pero su fuerza en redes consigue arrastrar una legitimidad que luego se traduce en un número de votos que no es desdeñable. En el caso de Izquierda Anticapitalista, participa en varias de las reuniones arriba citadas.
7. El eje del territorio. ICV trabaja para generar una idea de Syriza a su alrededor. Su candidato a las elecciones catalanas, Joan Herrera, recibió el apoyo del líder de la coalición griega, Alexis Tsipras. No obstante, su alianza estatal con IU le pone muy difícil provocar pactos a ese nivel que no sean promovidos por el PCE.
En otro plano, las CUP, muy imbricadas con los movimientos sociales en Catalunya, pueden jugar en dos terrenos: sumarse a un posible movimientismo estatal y profundizar en la relación con el independentismo gallego y vasco de cara a las elecciones europeas, por ejemplo. Por su parte, en Galicia, Alternativa Galega de Esquerda (AGE) también comenzó su andadura autoproclamándose como “la Syriza gallega” y consiguió algo notable: aglutinar la apuesta de una parte escindida del BNG (la Anova de Xosé Manuel Beiras), de IU y de Equo. El fulgurante ascenso de Compromís en la Comunidad Valenciana también tiene que ver con su contacto con las convocatorias sociales.
Todo este esquema, de principio a fin, es en realidad una foto fija, un encuadre incompleto de un panorama en constante movimiento. Fuera de los micrófonos y los corrillos, casi todo el mundo está de acuerdo con que tomarlas como una apuesta ya madura es confundir los deseos con la realidad.