Empezó como un golpe; y acabó siendo una Guerra Civil que duró tres años, causó cientos de miles de víctimas y desembocó en la dictadura franquista, que se prolongó durante cuatro décadas.
Entre el 17 y el 18 de julio de 1936 arrancaba el fin de la Segunda República. Mussolini llevaba al frente de Italia desde 1922; Hitler gobernaba Alemania desde 1933; las democracias liberales vivían horas muy bajas entre la tensión del nazismo y el fascismo por un lado, y del comunismo por otro.
Esas tensiones se desataron en España, cuyo Gobierno nunca recibió ayuda de otras democracias europeas, como Francia o Inglaterra durante la Guerra Civil, sino de las voluntarias y voluntariosas Brigadas Internacionales, además del asesoramiento militar de la Unión Soviética.
Enfrente, el ejército de Franco contó con la complicidad alemana e italiana, que se tradujo en soldados, aviones y bombas.
Así, España se convirtió en el primer campo de batalla del fascismo. La Guerra Civil (1936-39) representó la lucha que luego se desarrolló en la Segunda Guerra Mundial (1939-45).
La diferencia es que en España ganó Franco; y en Europa cayeron Hitler y Mussolini.
En España ganó Franco con ayuda, eso sí, de Hitler y Mussolini. Y la primera gran visualización de esa ayuda en el campo militar fue el bombardeo de Gernika, el 26 de abril de 1937, hace ahora 80 años.
Allí, la Legión Cóndor nazi y la Aviación Legionaria italiana bombardearon sin piedad, y arrasaron lo que quedaba de la ciudad tras los obuses. Y se perfeccionaron para lo que vendría después en la Segunda Guerra Mundial.
Los 30 fueron los años de la expansión japonesa en territorio chino –Manchuria–; de Italia en Etiopía; del auge del fascismo, el nazismo y el comunismo, y de la crisis de los regímenes liberales herederos del siglo anterior.
Los 30 eran los años de la revolución constante, de las vanguardias artísticas, y de las consecuencias del Tratado de Versalles con sus sanciones a Alemania tras la Gran Guerra –1914-18–, de la Gran Depresión y del New Deal de Roosevelt. También fueron los años de la fallida Sociedad de Naciones, que no consiguió aquello para lo que había nacido: resolver los conflictos internacionales por la vía pacífica.
Y si la Sociedad de Naciones fracasó fue porque su impulsor, EEUU, al final no formó parte de ella; y porque quienes sí participaron lo hacían mientras fabricaban carros de combate.
Lo que se vivió en la Guerra Civil y posteriormente en la Segunda Guerra Mundial no acabó en 1945; porque el mundo siguió viviendo en estado de guerra –aunque fuera fría en Europa pero caliente en Corea, Cuba, Vietnam, Afganistán, Irak, Siria–, en una carrera armamentística sin fin.