La historia del ministro perseguido por un perro y una sociedad patrimonial
Hay un problema cuando eliges para un Gobierno a una persona con una trayectoria destacada en su profesión, pero sin experiencia en política. Qué ocurrirá si tiene que dar cuentas ante un grupo numeroso de periodistas o políticos sobre su actuación, sus antecedentes personales o su patrimonio económico.
La comparecencia del ministro de Ciencia, Pedro Duque, del jueves para hablar de la situación fiscal de dos casas de su propiedad y de su esposa que están registradas a nombre de una sociedad es prácticamente un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas, pero también de que el trabajo de político es más complicado de lo que la gente cree.
Uno de los inconvenientes de entrar en política es la pérdida de privacidad sobre algunos asuntos. Unas declaraciones anteriores de Pedro Sánchez pueden hacer que el patrimonio personal de un ministro se convierta en un asunto de interés público. Eso no quiere decir que ya sea culpable mientras no se demuestre lo contrario.
Una primera necesidad es comparecer cuanto antes si se tiene acceso a la información necesaria. Cada día que pase será más difícil que el anterior. La presión irá en aumento. Duque tardó sólo unas horas en convocar una rueda de prensa. Su equipo y él tomaron la decisión correcta.
El segundo requisito es que el ministro –un ingeniero y astronauta que lleva algo más de tres meses en el puesto– reciba el asesoramiento que necesite, algo que no parece haber ocurrido en este caso. Infundirle confianza –Duque dio muestras claras de estar nervioso–, resumir en este caso los principales elementos de la compra de dos viviendas y de la formación de la sociedad –su explicación fue muy confusa por momentos–, e intentar adelantarse a las preguntas de los periodistas.
No está claro que arrancar con un chiste o de forma ligera sea una buena idea. Habrá quien piense que no te estás tomando en serio la situación. Después de decir que a él “le fastidia bastante hablar de cosas personales en público”, el ministro se arrancó con una anécdota sin mucha relación con el tema de la rueda de prensa: “No es necesariamente un buen día. Pero esta mañana un perro me ha dado un susto corriendo, así que imaginaos el día que llevo”.
Primero, un perro, y luego los periodistas. Vaya día.
El inicio de una comparecencia de estas características es un momento decisivo. Luego se responderá a algunas preguntas, pero el político decide cómo inicia su intervención y con qué información. Por eso, es habitual y lógico leer un texto en el que se explique lo ocurrido de la forma más concisa posible. Que no parezca que no querías hablar de cierto detalle y que sólo lo has hecho porque te lo han reclamado los periodistas.
Improvisar es una mala idea en la mayoría de estos casos. Hay demasiado en juego.
Al poco de comenzar, dijo: “No sé qué más puedo decir”. No lo tenía muy organizado, porque no había contado mucho. Afortunadamente para él, siguió hablando y comentó algo muy relevante: “Me asesoré bien para no facturar en la sociedad ingresos que no fueran de la sociedad”. En ese momento, dijo que los ingresos de los años en que la casa fue alquilada fueron “la única facturación que ha tenido la sociedad”. Está claro que aún le habían quedado cosas importantes que contar.
Brazos levantados al cielo
El lenguaje corporal resulta muy importante. Los nervios hicieron que el repertorio de gestos de Duque no fuera muy convincente. Largas pausas, dudas, ojos muy abiertos con cara de sorpresa, cejas levantadas, los dos brazos alzados... La impresión que daba es que estaba un tanto superado por los acontecimientos o que no tenía muy claras algunas de las respuestas.
Quejarse de que se tiene mucho trabajo no es una gran salida. Antes de entrar en detalle, Duque comentó que el viernes viaja a Bruselas, donde “tenemos que defender la posición de España”. Sí, ese es el tipo de cosas que hacen los ministros.
No hay que salir con excusas o razones que suenen a excusas. “En su momento, el Gobierno estaba promocionando esto. Era la burbuja”. Se encogió de hombros como si dijera: nadie se hubiera resistido a tal oportunidad. No quedó muy claro a qué se refería. Montar una sociedad de este tipo se puede hacer con o sin burbuja. Luego insistió en esa idea. “Ahora no haríamos lo mismo”. Se supone que lo que hicieron fue legal, ¿no?
No improvisar sobre datos básicos de la explicación permite no caer en contradicciones o tener claros conceptos con los que habitualmente sólo están cómodas las personas expertas en estos temas. Lo que ocurrió fue que terminó dando alguna respuesta un tanto contradictoria. “Cada mes o dos meses pasamos un dinero a la sociedad en concepto de que estamos utilizando la casa de la sociedad”. Ese “autoalquiler” es una de las dos dudas sobre la intervención del ministro explicadas en este artículo. Resulta que la sociedad patrimonial no ha facturado ni un euro en los últimos tres años, según sus cuentas.
Le preguntaron por eso en la rueda de prensa. Su respuesta: “Yo entiendo que el contable ha presentado las cuentas todos los años, y todos los años las firmo. Ah, no, no tiene ingresos, vale, sí. No tiene ingresos porque los únicos ingresos que tiene son el dinero que le damos a la sociedad por vivir en ella (en la casa) y los años que estuvo en alquiler una de las viviendas, los años en que realmente tuvo ingresos”.
Cuando la casa estaba alquilada, la sociedad propietaria recibía unos ingresos. Como había dicho él mismo antes, siempre que Duque y su esposa han residido en esa vivienda, la sociedad también ha tenido ingresos aportados por ellos, a diferencia de lo que se sugiere en esta confusa respuesta.
Según la versión dada por el ministro, lo que hizo fue legal y no le sirvió para ahorrarse una gran cantidad de dinero con Hacienda. Las cuentas de la sociedad plantean dudas por la falta de ingresos en los tres últimos años que pueden achacarse a errores. Es posible que su versión habría resultado más clara si la hubiera preparado mejor y ejecutado con menos nervios. El PP lo aprovechará para reclamar su presencia en el Congreso y mantener la presión sobre otro miembro del Gobierno.
Está claro que los ladridos del perro no fueron el mayor problema para Pedro Duque este jueves.