La crisis humanitaria vinculada a las migraciones que persiguen el destino europeo ha permitido a Pedro Sánchez situarse en primera línea del debate europeo muy poco tiempo después de entrar en Moncloa. El presidente español consiguió atraer todos los focos tras la decisión de ofrecer a España como puerto refugio para el buque Aquarius, rechazado por Italia y con 630 migrantes a bordo.
La decisión española resucitó el debate sobre la necesidad de impulsar en Europa un trabajo común para buscar una solución conjunta al problema, que resulta ser también la posición del Gobierno alemán. Sánchez se garantizó así un papel fundamental en ese debate y esta misma semana, la canciller Angela Merkel le ha reconocido ese papel protagonista. “Creo que España tendría que recibir un poco más de apoyo por parte de la Comisión Europea”, aseguró Merkel este martes tras reunirse con Sánchez en Berlín.
La frase de Merkel podría tener una traslación política medible en millones de euros. La canciller alemana recordó ante la prensa que Europa puso dinero cuando fue Grecia quien tuvo que soportar el peso de las migraciones con rescates masivos en las islas griegas y que ahora España podría requerir una ayuda similar.
Según datos de la Comisión Europea, Grecia recibió en 2014 fondos que hasta 2020 llegarán a la cifra de 561 millones de euros. La aportación europea prevé un mayor gasto en integración de migrantes (322 millones de euros), al que se suma lo previsto para el control de fronteras (214,9 millones de euros) y aportaciones para cubrir gastos policiales (23,3 millones de euros).
La referencia de Merkel a la ayuda que merece España por su papel en el problema migratorio solo puede tener lectura económica: la Comisión no tiene otras competencias en la materia más allá de aportar fondos para la gestión del problema.
La posición de España en Europa es fundamental en un momento en el que Alemania atraviesa un debate interno sobre la gestión del problema migratorio que amenaza el futuro político de la propia Merkel. El presidente español no ha dudado en agradecer el papel de Alemania y devolver el favor al solicitar que Europa atienda también de manera común el problema al que se enfrentan los países calificados como destinos secundarios, aquellos países en los que procuran instalarse los migrantes que llegan por el Sur de Europa.
Horst Seehofer –ministro alemán del Interior y líder de la CSU, el partido de Baviera aliado de los democristianos de Merkel–, ha desafiado a la canciller y amenazado con expulsar a los refugiados que hayan entrado a Europa por otro país. Seehofer busca proteger los intereses de su partido en las elecciones regionales dentro de unos meses frente a la amenaza de la ultraderecha de la AfD, pero puede acabar destituido por Merkel por querer imponer su propia política migratoria. Eso podría provocar unas nuevas elecciones nacionales e incluso la ruptura de la coalición que la derecha alemana ha mantenido durante décadas.
En este contexto, Sánchez se ha convertido en una pieza muy útil para Alemania. Merkel necesita una solución europea que los rebeldes como Seehofer se vean obligados a aceptar. El presidente español no ha dudado en aprovechar la oportunidad para tener una rápida entrada en la mesa donde se reúnen, no siempre con éxito, los principales dirigentes europeos.
La incógnita de Marruecos
Merkel quiere además que el presidente español pueda representar a la Unión Europea en la búsqueda de soluciones con países de tránsito como Marruecos. Según la canciller alemana, los países que tiene relaciones preferenciales con estados africanos deberán hacer valer su diplomacia: “Podemos repartirnos la responsabilidad entre los jefes de Estado de la UE”, ha dicho Merkel.
Mientras preparaba su encuentro con la líder del Gobierno alemán, Sánchez ha enviado a Marruecos a su ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, para buscar las primeras soluciones urgentes con la monarquía alauí. Se ha extendido la sospecha de que Rabat ha relajado en las últimas semanas el control de sus costas, lo que ha hecho posible un aumento de las llegadas de cayucos con centenares de extranjeros a Andalucía y Canarias.
Entre el sábado y el domingo pasados, Salvamento Marítimo rescató a 830 personas de 38 pateras en el Estrecho de Gibraltar y el Mar de Alborán. El lunes, la cifra llegó a 671.
Al igual que con Alemania, la agenda sobre el problema migratorio ha sido básica en el primer encuentro celebrado en París entre Pedro Sánchez y Emanuele Macron. “España está inventando la diplomacia humanitaria”, asegura un dirigente próximo al presidente. El propio Sánchez ha asegurado durante su encuentro con Merkel que su trabajo se basa en la convicción del “desafío humano que representa” para el que son necesarias “enormes dosis de responsabilidad”.
París ofreció a España ayuda en el caso del Aquarius, una oferta nada espectacular desde un punto de vista práctico, pero valiosa en términos políticos. Era una forma de confirmar que la decisión de Sánchez tenía algo de excepcional y merecía ser apoyada.
También servía para desmentir las primeras acusaciones del Gobierno italiano, que ha tachado a Francia de insolidaria por haber dejado sola a Italia ante la llegada desde Libia de centenares de miles de refugiados y migrantes en los últimos años.
La Francia de Sarkozy, junto al Gobierno británico de Cameron, jugó un papel decisivo en el final de Gadafi con el apoyo militar a los grupos que derrocaron al dirigente libio. El vacío de poder posterior convirtió a Libia en un país sin Gobierno y en el que las milicias y grupos criminales se han lucrado con el tráfico de inmigrantes. Roma cree que en el caso de Libia los franceses son responsables del desastre y que les ha tocado a ellos pagar la factura.