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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La pérdida del PSOE de la práctica totalidad de su poder territorial amenaza a Sánchez a seis meses de las generales

El PSOE perdió casi todo lo que podía perder. Sevilla, Valladolid, Palma, Logroño, Huelva, Murcia y así hasta 15 capitales de provincia de las 22 que gobernaba. Y ejecutivos autonómicos como Extremadura, Aragón, la Generalitat Valenciana, Balears, La Rioja o Cantabria. Es decir, todos a excepción de Navarra, Asturias y Castilla-La Mancha. Un desastre sin paliativos plasmado en el tan temido tsunami azul que consuma, ahora sí, el cambio de ciclo.

Las autonómicas y municipales de este 28 de mayo arrasan con la práctica totalidad del poder territorial que hasta ahora ostentaba el PSOE, que además cayó derrotado de forma clara en el cómputo global tras el recuento general de votos: 6.288.606 (28.11%) frente a los 7.046.560 (31.5%) del PP.

“Recogemos el guante y entendemos el mensaje: debemos hacer las cosas mejor”, valoró la portavoz de la Ejecutiva Federal, Pilar Alegría, que salió a la sala de prensa para una comparecencia sin preguntas en la que comenzó por asumir la derrota y felicitar al Partido Popular.

“No vamos a ocultar que aspirábamos a forjar mayorías de progreso gracias a una movilización del electorado progresista que es claro que no se ha producido”, dijo Alegría. La también ministra de Educación pidió tiempo para afrontar “una reflexión” más profunda en el seno del partido, aunque esbozó algunos motivos de la hecatombe.

Junto a la desmovilización de su propio electorado se refirió a la absorción de Ciudadanos por parte del PP. Y añadió: “Queda claro que muchos de los gobiernos que se tendrán que constituir solo serán posible con la suma del PP y la ultraderecha de Vox”.

“No es lo que esperábamos y tenemos que hacer una reflexión de cara a los próximos meses. Lo que nos queda es seguir trabajando desde el gobierno progresista de España para que el país siga avanzando también en derechos”, concluyó. 

Una derrota nacional

El balance del 28M dibuja justo el escenario que tanto en la Moncloa como en Ferraz se pretendía sortear: una histórica debacle para la izquierda en su conjunto y para el PSOE en particular que, en gran medida, retrotrae al escenario vivido en la primavera de 2011.

Entonces, en plena recta final de la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, la derecha arrasó y logró teñir de azul el mapa de poder local y autonómico de todo el país. Y aquello acabó por convertirse en la antesala de la mayoría absoluta que alcanzó Mariano Rajoy tan solo unos meses después.

Esa lectura en clave de generales sobrevoló la madrileña sede socialista de la calle Ferraz durante toda la noche. Tanto en el Gobierno como en el partido coincidieron en diseñar una campaña electoral con mucho peso del presidente Pedro Sánchez y en clara clave estatal para pinchar la burbuja de un 'efecto Feijóo' que los socialistas llegaron a dar por amortizado. Y ahora no ocultan, por tanto, que el resultado deja a Sánchez al borde del abismo político a apenas seis meses de jugarse la supervivencia en la Moncloa.

Nadie en el PSOE apostaba a que la del 28M se convirtiera en una cita tan aciaga. Incluso con los primeros sondeos conocidos tras el cierre de las urnas había voces en la dirección socialista que se aferraban a un recuento ajustado y a una noche de infarto que acabara dejando alguna buena noticia. Pero no ocurrió.

La principal esperanza a la que se agarraban en Ferraz con los primeros datos del escrutinio consistía en que, aunque el PP pudiera alzarse con un buen ramillete de victorias en número de votos, la suma de las diferentes fuerzas progresistas acabaran posibilitando el mantenimiento de algunas plazas subrayadas como estratégicas.

Poco duraron las expectativas más optimistas y el incesante goteo de batacazos municipales, primero, y autonómicos, después, acabó de perfilar una de las noches más duras de los últimos años en la calle Ferraz. “Es desastroso”, admitían fuentes de la dirección socialista a última hora de la noche reconociendo la incapacidad de pronosticar las consecuencias reales a corto y medio plazo de una resaca electoral que se promete larga.

Pedro Sánchez, que hizo el seguimiento electoral junto a su equipo más cercano desde el Palacio de la Moncloa, no se pasó por la sede de su partido, donde permanecieron reunidos durante toda la jornada los miembros del comité electoral, con Santos Cerdán, María Jesús Montero, Félix Bolaños o Pilar Alegría a la cabeza, junto a otros ministros como la vicepresidenta Teresa Ribera o el titular de Agricultura, Luis Planas.

La clave, ahora, es saber cuál es la lectura exacta de los resultados que se hace en el equipo de Pedro Sánchez. Varios dirigentes del partido coinciden en señalar que la situación es crítica para el conjunto del PSOE por el varapalo que supone una pérdida de poder territorial tan acentuada y con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina. Y por eso nadie es capaz ni de aventurar ni de descartar ningún escenario.

Lo que todo el mundo da por hecho es que el presidente aguantará y que, además, hará lo que esté en su mano para intentar cuantos golpes de timón crea necesarios para evitar el naufragio final. “Ya lo ha demostrado otras veces, puede hacer cualquier cosa”, responden en la dirección socialista cuando se pregunta por la hipótesis de llevar a cabo cambios drásticos de estrategia y de equipos, o incluso de un final precipitado del Gobierno de coalición con Unidas Podemos. “Lo que nos queda es seguir trabajando desde el gobierno progresista de España para que este país siga avanzando también en derechos”, se limitó a decir Pilar Alegría durante su comparecencia.