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CRÓNICA

Dónde está PerroSanxe cuando se le necesita

Sánchez en un acto del PSOE en Madrid el 25 de noviembre.
4 de diciembre de 2023 22:17 h

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Hay que avisar a Pablo Motos para que vuelva a invitar a Pedro Sánchez a El Hormiguero. El presidente necesita volver a dar una buena tunda al presentador para ponerse en forma. Es un sparring muy agradecido. Lo necesita si continúa dando respuestas desganadas a las preguntas sobre la ley de amnistía y la figura del verificador internacional. Lo que no tendrá mucho impacto es reciclar los argumentos que ofreció cuando aprobó los indultos. No es que fueran malos, pero ese bono de regalo ya lo consumió.

En una entrevista en la Cadena SER, ofreció respuestas algo desganadas y repetidas. “Puede facilitar la negociación, tenemos que abordar la convivencia y superar la situación de 2017”, dijo sobre ese verificador, el diplomático salvadoreño Francisco Galindo. ¿La convivencia otra vez? Sánchez ya dijo en la campaña de julio que Catalunya vivía una situación de normalidad –entre otras cosas, gracias a los indultos– que no tenía nada que ver con el drama de 2017.

La última encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), dependiente de la Generalitat, lo venía a confirmar hace dos semanas al mantener la ventaja de más de diez puntos de los contrarios a la independencia, además de prever la victoria del PSC en las próximas elecciones autonómicas y la pérdida de la mayoría absoluta para los independentistas. Es decir, el hecho de que ERC y Junts resulten imprescindibles en el apoyo parlamentario al Gobierno de coalición no ha cambiado de momento la tendencia a la baja en las urnas de esos dos partidos.

Es fuera de Catalunya donde vender la amnistía y la negociación con Carles Puigdemont resultará más complicado. “Es un paso que va a fortalecer a la democracia española. No lo veremos a corto plazo, pero sí a largo plazo. Y sé que no voy a contar con el aplauso de la mayoría de la ciudadanía”, admitió Sánchez. Prometer cosas a largo plazo no es necesariamente un error, como tampoco lo es la reacción de un votante que piense: vale, cuando lo vea, me lo creeré.

Se echa a faltar algo de cruda política de los hechos. Plantear a la gente que si Puigdemont no te gusta, siempre te puedes quedar con Abascal. Ese es un argumento con menos poesía, pero más contundencia. La mayoría viable para la izquierda es la que es. Cualquier otra alternativa está fuera de la realidad en estos momentos. ¿No dicen que son los ciudadanos los que deciden con su voto quién debe gobernar un país?

Los socialistas vendieron su acuerdo con Junts como si fuera un pacto para toda la legislatura. Ese es otro argumento que no ha resistido muy bien el paso del tiempo. Ahora, el partido de Puigdemont fía el buen estado de las relaciones a la reunión mensual que celebrarán ambos. Las reuniones de seguimiento de un pacto son algo normal, pero no es exagerado afirmar que Junts no es un aliado como ERC o Bildu. Con ellos, todo es nuevo.

La identidad del verificador era uno de los elementos menos polémicos en teoría. Junts quería que fuera extranjero y complacerles no parecía el mayor obstáculo. Es una forma de vender a sus bases que ellos son mucho más listos que los de Esquerra. Como los de Junqueras intentarán lo mismo, es probable que terminen volviendo loco al PSOE. El propio Sánchez tuvo que reconocer hace unos días que quizá más adelante no sea necesario, pero de momento no se puede decir que haya mucha confianza entre ambos partidos. “Yo, honestamente, no la tengo completa ni total”, dijo.

Yolanda Díaz incidió el lunes en esa idea. “El Gobierno de España no ha nombrado un intermediario ni un mediador”, dijo en La Sexta. Los que se reunieron en Ginebra son dos partidos políticos, “no el Gobierno”.

Todo eso son tonterías para el Partido Popular, que entró en combustión cuando supo que el verificador era salvadoreño. Lo vio como una afrenta nacional, una “humillación insoportable”, en palabras de Alberto Núñez Feijóo. Denominó al diplomático “experto en guerrillas”, aunque en su currículum profesional lo que destaca es su vinculación con ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, de la que ha sido representante en varios países. No tuvo una intervención directa en los procesos de paz de su país o de Colombia.

No se sabe si el PP hubiera estado tan agresivo en caso de que el elegido fuera belga o suizo. ¿Pero El Salvador? Sólo les faltó decir que vaya cutrez de país. Si llega a ser africano, la que podrían haber montado. Obviamente, el conflicto catalán no tiene nada que ver con las guerras civiles de Centroamérica en los ochenta ni con las negociaciones de paz de Colombia. Nadie ha dicho nada de eso, tampoco los independentistas, que presumen de que su reivindicación siempre ha sido pacífica.

Como en esta nueva legislatura hacer referencias despectivas en los ataques va a conceder puntos en el PP, Borja Sémper sumó unos cuantos y dijo que esos contactos iban a ser “monitorizados por un señor de El Salvador”. Qué deshonor. Un país de seis millones de habitantes que no ha sido nunca un imperio. Cómo se atreven. “La opacidad se suma a la ignominia”, dijo Sémper. Miguel Tellado va a tener que aplicarse para superar ese nivel de desprecio.

Es obvio que el PP cree que esta intervención de un diplomático extranjero en un asunto de la política española es vergonzosa. Sobre el hecho de que se esté vulnerando la Constitución con el actual CGPJ, que acaba de cumplir cinco años desde el momento en que debía haber sido renovado, no parece tan alarmado.

Sémper volvió a ofrecer la respuesta de su partido a esta flagrante ilegalidad: así seguirá el tiempo que sea necesario hasta que el PSOE acepte cumplir el programa electoral del PP, que consiste en cambiar el sistema de elección de los vocales del Consejo con una reforma de la ley orgánica de 1985. 

Es el equivalente a poner un lazo en el cuello del Tribunal Supremo y decir: si no haces lo que pido, seguiré apretando. En el Supremo, 23 de sus 79 plazas de magistrados están pendientes de ser ocupadas, un 30% de ellas. El porcentaje seguirá aumentando cuando más jueces se jubilen. 

El PP está menos preocupado por esa perspectiva que por la nacionalidad de ese verificador que se han inventado el PSOE y Junts.

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