Hay reuniones presenciales y videoconferencias y sobre todo teléfonos que no dejan de sonar: las líneas siguen abiertas pero el acuerdo para el frente amplio de la izquierda todavía se resiste cuando quedan apenas cuatro días para llegar al límite que fija la ley para registrar las coaliciones, dos si se atiende al plazo que fijó la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
Los equipos mantienen casi completo mutismo sobre lo que se negocia puertas para dentro y la quincena de partidos que podrían integrar las futuras listas de Sumar y dar opciones al espacio progresista para dar la batalla contra la derecha el próximo 23 de julio. Cuando ha transcurrido una semana después de la primera toma de contacto, sobre la mesa perviven diferencias que retrasan el acuerdo y que si no se desbloquean amenazan con enquistarlo en las próximas horas: cuando las reuniones empiecen a abordar temas cruciales como las listas, el reparto de recursos y el diseño de la campaña.
Mientras el jefe de gabinete de Yolanda Díaz, Josep Vendrell, pilota las conversaciones con los negociadores del resto de partidos, Sumar ha avanzado un primer nombre de lo que será el futuro equipo de campaña de la coalición, el exdiputado de Podemos Pablo Bustinduy. “Cada día somos más. Hoy hemos tenido la suerte de anunciar que contamos con una persona honesta, inteligente y comprometida con nuestro país como Pablo Bustinduy. Se lo quiero agradecer”, ha dicho Díaz en el foro 'Fondos Europeos III: España, por el liderazgo global en economía verde y digital', organizado por elDiario.es. “La gente de nuestro país nos está esperando. Estamos trabajando sin descanso para dar tranquilidad y certeza a la sociedad española. Sumar no es solo un acuerdo entre partidos, sino que es un nuevo proyecto para recuperar el futuro para nuestros hijos e hijas”, ha sostenido la ministra.
Es previsible que durante los próximos días continúe el goteo de fichajes que den un paso adelante y se suban al barco de Sumar. Desde el equipo de Yolanda Díaz se ha buscado que sean dirigentes incontestables, que gozan de gran crédito en el espacio, como es el caso de Bustinduy, un experto en política internacional que se alejó de la primera línea en 2019 y no presenta cicatrices de las luchas internas en el grupo confederal. De entrada, el nombramiento de Bustinduy para integrar el equipo de campaña de Sumar ha sido un gesto bien recibido tanto en sectores de Podemos como de Más Madrid. Fue cercano a las tesis errejonistas y salió de Podemos tras la creación del partido del exfundador. La profundidad intelectual del exdiputado y antiguo asesor de Pablo Iglesias es un activo que han sabido valorar en su anterior formación.
En las últimas horas ha surgido un nuevo frente de pugna. Los comuns (Catalunya en Comú, el espacio que lidera Ada Colau) han asegurado este martes que Podemos está amenazándoles con negociar una coalición en Catalunya con Esquerra Republicana si no hay acuerdo con Sumar. Fuentes de los comuns aseguran haber recibido “con sorpresa” que desde Podemos se les haya trasladado que, paralelamente a la negociación con Sumar, “también están negociando con ERC para presentarse con los independentistas a las elecciones generales”. ERC lo niega. La noticia se conoce después de que Iglesias afirmara este lunes en la Cadena SER que los comuns habían pedido el veto de Podemos en las listas de Catalunya para las generales.
Los tiempos
El adelanto electoral decretado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras la debacle que supuso para la izquierda el 28 de mayo ha acortado al máximo los tiempos, aunque no está claro si el escaso margen hasta que expire el plazo de presentación de las coaliciones este viernes va a ser un escollo insalvable tras meses de conversaciones o si por el contrario puede actuar de catalizador para lograr un acuerdo en tiempo récord. En todo caso, quedan horas o días para buscar encaje dentro de Sumar a una quincena de partidos con tradiciones políticas diferentes, estilos políticos diferentes, gérmenes diferentes y también con heridas emocionales cruzadas, como las que separan a Podemos de su escisión, Más País, de Íñigo Errejón.
El primer día marcado en rojo en el calendario es el miércoles: la mayoría de partidos coinciden en que no es conveniente apurar las fechas hasta la medianoche del viernes, como ocurrió en las autonómicas andaluzas del 2022, cuando Podemos se quedó fuera de la coalición porque el resto de partidos no llegaron a tiempo para incluirlos en el registro.
Nadie quiere repetir ese escenario. No solo por los riesgos comprobados que entraña sino porque muchos de los partidos que componen la coalición deben por estatutos refrendar los acuerdos en una votación de su militancia. Descartadas unas primarias del conjunto del espacio, esta consulta es la única forma de legitimidad democrática a la que las diferentes fuerzas pueden someter el eventual pacto.
El peso de los partidos
La falta de consenso sobre lo que pesa cada partido dentro de la coalición es la primera barrera que se ha de superar. Muchos de los partidos que quieren integrar la coalición consideran que Podemos ha perdido la hegemonía de la izquierda y se remiten a los resultados del 28 de mayo para argumentar su tesis. Más Madrid y Compromís han sostenido en los últimos días que la desaparición del partido de Ione Belarra en Madrid y Valencia les otorga de alguna manera un liderazgo fáctico dentro de la coalición.
En Podemos, al menos por lo que ha manifestado su ex secretario general, Pablo Iglesias, asumen que son otros partidos los que ostentan esa hegemonía dentro de la coalición y de las negociaciones. Si bien sostienen que las autonómicas y municipales no son una medida exacta del peso nacional de los partidos, aceptan que el varapalo electoral ha sido duro, pero reivindican su valor como el partido que ha logrado, en menos de diez años, llevar a la izquierda al primer gobierno de coalición desde la Segunda República. “Tenemos un papel determinante para el futuro que viene”, ha defendido todavía este lunes la portavoz del partido, Isa Serra.
Listas
Y ahí siguen las conversaciones. En caso de acordarse un reconocimiento mutuo de cada de una de las partes, el resto de asuntos de la negociación pueden decantarse con mayor agilidad, pero sin ese consenso previo, asuntos como el de las listas se pueden enquistar. En 2019, por ejemplo, el consenso entre las diferentes fuerzas de Unidas Podemos (Podemos, comuns, Izquierda Unida, Alianza Verde) fue que el liderazgo lo asumía el partido que entonces lideraba Pablo Iglesias, que se llevó los puestos de salida en la mayoría de las circunscripciones donde la coalición tenía opciones de sacar escaño.
En Madrid, por ejemplo, se hicieron con cuatro de los cinco primeros puestos. Izquierda Unida encabezó las listas en Málaga (lideraba Alberto Garzón), Pontevedra (donde concurría Yolanda Díaz) y se reservaron segundos puestos en A Coruña, Málaga o Valencia. Los comuns (una coalición que a su vez integra a varios partidos como Catalunya en Comú de Ada Colau, Esquerra Unida o el propio Podemos) se llevaron todos los puestos de salida en Catalunya y Juantxo Uralde, de Alianza Verde, encabezó la lista de Álava.
Ahora el rompecabezas es más complicado. En Madrid o Valencia (donde hace cuatro años Podemos y Más Madrid o Compromís se presentaron por separado), la concentración de líderes es grande, pero el número de puestos que la izquierda podría sacar, no tanto. Por ejemplo, en Madrid viven todos los ministros, pero también diputados como Íñigo Errejón, que podría liderar la cuota de Más Madrid. La pasada legislatura la encabezaron en la ciudad Iglesias, Irene Montero, después Enrique Santiago, de Izquierda Unida, y luego otros dos puestos para Podemos. En Más País fueron entonces Iñigo Errejón e Inés Sabanés.
El encaje se complica además porque presumiblemente la líder de Sumar, Yolanda Díaz, también irá presumiblemente en la candidatura madrileña y no es descartable que quiera visualizar en el segundo puesto a una persona de su máxima confianza, lo que aprieta aún más la contienda por las listas en Madrid. El conjunto del espacio sacó en esta circunscripción siete escaños.
Vetos
La conversación sobre las listas lleva otra aparejada. En los últimos días, varios líderes de diferentes fuerzas han dado un paso al costado. Inés Sabanés primero, al frente de Equo, después la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y finalmente Alberto Garzón, de Izquierda Unida, han anunciado que no concurrirán en las listas y por lo tanto despejan el camino para otros liderazgos tanto en sus espacios políticos como en la coalición incipiente. Pero la decisión de estos perfiles ha abierto también el debate público, al interior de los partidos y también en la prensa o las redes sociales, sobre si ese camino lo deberían tomar figuras como Irene Montero o Pablo Echenique.
Este lunes, Pablo Iglesias planteó que esa era su sensación: que había personas en diferentes espacios orbitantes alrededor de Sumar que estaban imponiendo vetos sobre figuras como Montero. El debate se ha extendido entre otros dirigentes. Dos mujeres de Izquierda Unida que forman parte del gabinete de la ministra de Igualdad se mostraron en contra en sus redes sociales este fin de semana, si bien de forma velada, de que se impongan este tipo de vetos a figuras como Montero. Diversas fuentes conocedoras de las negociaciones sostienen que esto no ha estado sobre la mesa en las negociaciones y atribuyen que este asunto esté flotando en las conversaciones más a especulaciones que a planteamientos concretos de determinadas personas o partidos políticos.
Este lunes, los portavoces de Podemos sostuvieron que “los vetos son intentos de torpedear los acuerdos y la unidad”. Pero fuentes del partido han trasladado que los vetos en la negociación ahora mismo no son personales sino los que quieren imponer Compromís o Más Madrid en sus respectivos territorios. Los primeros, sostienen esas fuentes, no quieren diputados de Podemos en sus listas y los de Mónica García relegan a la formación de Belarra a un “puesto de tercera fila”. Pablo Iglesias ha ido un poco más allá este lunes en Hora 25, en la Cadena Ser. “No es que estén vetando a puestos de Podemos, es que están diciendo que van solos”, ha dicho sobre una situación que también extiende a los comuns en Catalunya.
Recursos y visibilidad
El tercer punto de fricción tiene que ver con el reparto de recursos que acarrea la entrada en las instituciones, bien por la vía de subvenciones, bien por la vía del Parlamento, donde cada parte de la coalición tiene asignada una parte dedicada a contrataciones. Este aspecto es especialmente relevante para partidos como Podemos, cuya salida de las instituciones autonómicas les puede suponer un importante agujero económico. De entrada, el partido tiene que devolver cientos de miles de euros en microcréditos por los objetivos no cumplidos en la campaña.
Y hay un segundo elemento relacionado con esto que es la visibilidad de cada espacio en la campaña. Tanto en la propia papeleta electoral, en el nombre de la coalición o en las publicidades que de cara a la campaña se vayan generando. En la actualidad, Unidas Podemos es la coalición tipo, pero integra a la rama catalana En Comú Podem, a la gallega Galicia en Común y además supone la fusión de Izquierda Unida en la palabra Unidas a nivel nacional. Todo esto también tendrá que cerrarse en las conversaciones.
Estrategia política
Los principales partidos han planteado en algún momento, antes o durante de las negociaciones, que la estrategia política, el diseño de la campaña o la comunicación política son elementos con los que cada parte debe sentirse cómoda. En algunos partidos como Más Madrid no gustó nada la campaña de Unidas Podemos con la colocación de lonas o con un discurso que entendían contraproducente. Compromís ha planteado que los ejes de la campaña en su región estén relacionados con la agenda valenciana y el proyecto Drago, que también ha iniciado conversaciones, del ex ‘número tres’ de Podemos, Alberto Rodríguez, plantea como requisito la “obediencia canaria” para integrarse en la coalición con garantías.
Diferentes velocidades
Hay un último aspecto que dificulta la negociación: el punto de partida de cada fuerza en el cosmos Sumar. Es lo que se vio en el polideportivo Magariños, en abril, en el lanzamiento de la candidatura de Díaz a las generales. En ese acto estuvieron todas las fuerzas que pretenden integrarse en Sumar excepto Podemos, pero tampoco todas esas fuerzas se han involucrado de la misma manera en la articulación de la plataforma, del movimiento ciudadano o de la coalición. Por ejemplo, Izquierda Unida es un puntal de Sumar, la organización que desde el principio ha puesto a disposición su capilaridad territorial y sus cuadros para la construcción del proyecto. Yolanda Díaz ha contado también casi desde el principio con los comuns de Ada Colau para su articulación. Otro de los partidos con los que cuenta Díaz para su plataforma es Verdes Equo, que incluso ha ofrecido el apoyo del Partido Verde Europeo a Sumar. En septiembre, está previsto que la formación europea brinde su apoyo a la vicepresidenta segunda en una cumbre en Madrid.
A partir de ahí el dibujo se difumina. Compromís y Más Madrid han mostrado su voluntad de unirse pero sus planteamientos de partida imponen más problemas para la integración de la coalición. También están dentro de la órbita de Sumar partidos de componente más territorial como la Chunta Aragonesista, Iniciativa del Pueblo Andaluz, el citado proyecto Drago, o los navarros Batzarre, que ya formaron parte en su momento de Unidas Podemos. Y después está Podemos, el principal partido de la coalición, al menos por la relevancia que ha impuesto a la izquierda en la historia reciente y también porque es el partido sobre el que más dudas penden de si finalmente se integrará.
Esto hace que haya negociaciones a diferentes velocidades. Acuerdos que discurren a una velocidad más ágil que otros y que pueden plantear diferentes escenarios. Si Sumar alcanza un acuerdo con Izquierda Unida, por ejemplo, puede desencadenar movimientos en distintos sentidos en las conversaciones con el resto de partidos. Para la confección del puzzle final, donde cada pieza cuenta, es previsible que varios partidos exijan ver cómo quedan los demás en el reparto antes de dar el sí definitivo.