No era Buckingham, pero podía hacerle sombra. La segunda mayor residencia privada de Londres después del palacio real fue de la familia del presidente sirio Bashar Al Assad, que la compró a través de una sociedad “off-shore”, como adquirió otros inmuebles en París o Marbella. Su poderío no tenía límites.
Al menos eso podría deducirse si se leen con detenimiento las algo más de 140 páginas del auto del juez de la Audiencia Nacional José de la Mata, que propone sentar en el banquillo a miembros de la familia del presidente Al Assad, entre ellos a su tío, Rifaat Al Assad, a sus dos mujeres y a sus ocho hijos.
¿Por qué? Porque ha hecho cuentas y el juez considera que han blanqueado más de 600 millones de euros “depredados” de Siria. Y lo blanquearon en su mayor parte con la compra de inmuebles en la Costa del Sol. Si acotamos más, fue en Puerto Banús, en Marbella (Málaga), donde instalaron la “lavadora”.
Son 14 personas a las que procesa el juez por delitos de blanqueo y de asociación ilícita o pertenencia a organización criminal. Los primeros folios de su auto argumentan su acusación.
Pero el juez se detiene especialmente en uno de los acusados: Rifaat A Assad, el tío del presidente sirio. Al origen de sus recursos económicos dedica el magistrado un epígrafe de su auto.
Y no es de extrañar. Porque en su declaración el acusado llegó a decir que su familia era “una tribu muy grande que tenía terrenos agrícolas y arbóreos”. Su padre y su tío los heredaron, pero finalmente los cedieron a las familias que los tenían ocupados.
Sin embargo, según relata el juez en su escrito, diversos testigos han asegurado que ni los padres ni los abuelos de Rifaat A Assad tenían terrenos. “Eran muy pobres, no tenían nada, ni terrenos, ni bosques, absolutamente nada”, resumen.
Aunque Rifaat Al Assad hubiera tenido algo -aventura el juez- y lo hubiera cedido a las familias que ocupaban los terrenos, está claro que su patrimonio “multimillonario” no podía tener su origen en la familia.
Él lo sabía, y por eso llegó a declarar que el rey Abdallah de Arabia Saudí, con el que consiguió entablar una buena amistad, se hizo cargo de sus gastos e, incluso, le llegó a comprar alguna casa en París y la puso a su nombre.
Requeriría tiempo y espacio reproducir los argumentos con los que el juez rebate esa declaración. Antes de hacerlo, De la Mata enumera las compras inmobiliarias que fue realizando Rifaat A Assad. Lo primero que adquirió en España fueron 244 plazas de garaje en Marbella por 187 millones de las antiguas pesetas.
Solo era el principio. La investigación judicial atribuye a la familia Al Assad 507 propiedades en España por un valor de 695 millones de euros.
Pero no tenía nada a su nombre. Una técnica de “ingeniería societaria”, como la denomina el juez, sustentó durante años la maraña “opaca y enrevesada” de sociedades que ha ido cambiando en el tiempo y que contaban con matrices en paraísos fiscales.
Y todo para dificultar el control de las fuerzas de seguridad, la Agencia Tributaria o el Banco de España.
Rifaat A Assad, insiste el magistrado, era quien supuestamente dominaba todo y a todos los miembros de su familia. Sus propios hijos lo reconocen en las declaraciones por el caso.
Un ejemplo. Uno de sus vástagos, Somar Al Assad, no se corta y afirma que percibe una ayuda anual de su padre de unos 80.000 euros. Suficientes para vivir, ¿no?. Pues no parece. Porque su progenitor le pagaba además el alquiler de su piso en París y su seguro de vida.
No acaba aquí el relato. Este dijo que tenía en propiedad tres pisos en Marbella y que los pagó a toca teja, o sea, al contado, con el dinero que le dio su padre.
Huelga decir que otros cuatro de sus hijos relatan algo parecido. Mientras, su esposa, Line Al Khayer, ha reconocido que su marido le da entre 30.000 y 80.000 libras al mes.
¿De dónde saca Rifaat Al Assad tanto dinero? “Existen, finalmente, muchos testigos y expertos que afirman que el patrimonio de Rifaat Al Assad no proviene en ningún caso de Arabia Saudí, sino de la comisión de delitos”, responde el auto.
Rifaat Al Assad, explica el juez, controlaba el contrabando de mercancías ilícitas a través de la posesión de, al menos, un puerto en Latakia (Siria), y habría tenido el control sobre las plantaciones de cannabis no solo en zona siria, sino en la de Beká, en el Líbano.
“También ostentaba el monopolio del saqueo de arqueología y su venta por distintas partes del mundo”, asegura el juez. Y todo ese control le hacía “prácticamente 'inviolable', tanto él como sus secuaces”.
Las declaraciones de personas próximas al acusado, sobre todo de ex altos cargos del Gobierno sirio y que recoge el auto, dan idea de su fortuna. Un exvicepresidente del país la calculó en nada más y menos que en 4.000 millones de dólares.
Rifaat Al Assad estaba al tanto de todo lo que el pudiera generar riqueza. Una vez, tal y como relató otro testigo, no dudó en trasladarse en helicóptero en cuanto se enteró que en unos terrenos expropiados se habían realizado obras de acondicionamiento y al retirar una gran piedra se descubrió el acceso a una cueva posiblemente de la época romana.
Allí se encontró un gran tesoro arqueológico romano con importantes cantidades de oro y efigies. Todo lo que cabía en el helicóptero se lo llevó ese mismo día. El resto de las piezas, en varios viajes con vehículos militares.
Tenía el monopolio del expolio de antigüedades, como le acusan quienes le conocen. Y en un gran barco navegaba por el mundo para enseñar las piezas a sus posibles clientes. Muchos se las compraron.
Por Sagrario Ortega y Nieves Albarracín.