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El PP estira otro año su estrategia del miedo

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en su escaño del Congreso. / EFE

Luz Sanchis

El partido del Gobierno arrancó 2014 con su secretaria general clamando que era “el PP o la nada”. Mª Dolores de Cospedal aún no miraba de reojo a Podemos sino al partido que acababa de nacer a su derecha y amenazaba con hacerle un roto a base de atraer a sus votantes más conservadores. En pocos meses, el miedo a Vox se convertía en pánico hacia otra nueva formación, la de Pablo Iglesias. Los “frikis que siempre acaban planeando sobre Madrid”, en expresión de Pedro Arriola, habían convencido a más de un millón de ciudadanos en las elecciones europeas del 25 de mayo.

La convención nacional que el PP organizó en Valladolid para inaugurar el año se celebró sin José María Aznar, con la renuncia de Jaime Mayor Oreja y con el sector de las víctimas del terrorismo acusando a Mariano Rajoy de haberse rendido. No se habló de la reforma del aborto que Alberto Ruiz Gallardón había convertido en su razón de ser. El proyecto de ley había supuesto un mazazo que empezaba a asustar a los votantes del PP. La iniciativa se metió en el congelador, se llevó por delante al ministro de Justicia y está aún pendiente de salir adelante para poner trabas a que las mujeres más jóvenes puedan decidir por sí mismas la interrupción del embarazo.

El miedo a los cinco eurodiputados que Podemos obtuvo en el Parlamento Europeo mientras la lista de Miguel Arias Cañete y Esteban González Pons se había dejado ocho escaños y más de dos millones y medio de votos dio lugar a una retahíla de insultos y frases apocalípticas en las que los dirigentes del PP se esforzaron en pintar a Podemos como la encarnación del mal absoluto. Los socialistas también entraron en el juego de a ver quién daba más duro. Averiguar quién había dicho qué sobre Podemos, se convirtió en un juego.

Venezuela, Cuba, corralito, expropiaciones y bancarrota son el efecto Podemos según el PP. La confluencia entre partidos de izquierda y candidaturas ciudadanas para concurrir a las próximas elecciones municipales y autonómicas de mayo serán el examen en el que comprobar una pérdida de poder que señalan las encuestas. El PP teme la posibilidad de un frente popular con los socialistas incluidos.

A ese pánico se ha sumado la convocatoria de nuevas elecciones en Grecia por las posibilidades de Syriza y el espejo en el que se miran Podemos e Izquierda Unida. Rafael Hernando, el nuevo portavoz parlamentario, daba una nueva prueba de su talante al alertar contra el peligro de que pueda suceder en España algo similar de la mano del “comunismo más rancio”.

Amor a la antigua bestia negra

Rajoy y los dirigentes de su partido no pierden ocasión de manifestar lo mucho que echan de menos a Alfredo Pérez Rubalcaba y así se lo dicen a su sucesor al frente del PSOE. La anterior bestia negra para el PP es ahora un político responsable y con sentido de Estado. La promesa de Pedro Sánchez de suavizar la reforma del artículo 135 de la Constitución es la de un hombre “irresponsable”, “sin palabra” y “en manos de Podemos”, según los conservadores. A la vez, la táctica de marear con una futura gran coalición sin entrar en detalles trata de menoscabar la imagen de Sánchez a base de un abrazo de siglas que los socialistas descartan de forma tajante.

Mientras los partidos de la oposición se entregan a las primarias más o menos abiertas y Rajoy mantiene la incógnita sobre quiénes serán los candidatos a las próximas elecciones, él se ha autoproclamado candidato a repetir en las próximas elecciones generales sin necesidad de que en su partido le vote en un congreso. La estrategia de convencer de que cualquier opción que no sea votar PP supondrá el caos convivirá con la de presumir de recuperación económica, crecimiento de empleo, reducción de impuestos y giro en materia de políticas sociales.

Alfonso Alonso es el encargado de trasladar la imagen de un Gobierno preocupado por el efecto que los recortes del PP han provocado en los españoles, especialmente en materia de dependencia y servicios sociales. El nuevo ministro de Sanidad e Igualdad tiene la misión de contestar las acusaciones de insensibilidad por el aumento de la desigualdad y la pobreza, así como el desastroso paso de Ana Mato por el Consejo de Ministros al que puso fin su señalamiento por haberse enriquecido gracias a la corrupción de la red Gürtel.

El principal caso de podredumbre que afecta al PP, el que empezó con la red Gürtel y continuó con los papeles de Bárcenas, está a punto de terminar su instrucción. Una vez apartado Eduardo Torres-Dulce como fiscal general del Estado y preparada la salida de Pablo Ruz de la Audiencia Nacional, el PP ya solo teme el auto de apertura del juicio oral por la financiación irregular de Génova. Hasta entonces, el plan consiste en demostrar que la lección está aprendida, que se han puesto en marcha medidas para atajarla y que el PP es el verdadero adalid. Entre ellas, la ley de Transparencia, el mayor control sobre cómo los partidos manejan el dinero y las exigencias de comportamiento para los altos cargos.

En las bases aprobadas para el futuro programa electoral, el PP llama a “no tirar por la borda el beneficio de los esfuerzos realizados” e insiste en que los sacrificios de los ciudadanos estos últimos años “han valido la pena”. Con la promesa de que la dependencia será la prioridad después de haber expulsado del sistema a más de 25.000 dependientes este año, el PP da por inaugurado el año electoral y “un nuevo tiempo para la política”. En la lista de propósitos, “gobiernos honrados”, “defensa de la verdad” y preocupación por los parados de larga duración y los jóvenes. Para ellos, los demás suponen caos.

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