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El PP entierra su ‘giro social’ para exprimir las investigaciones por corrupción contra el Gobierno

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene en la sesión de control al Gobierno del 16 de octubre

Aitor Riveiro

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Un mes. Es lo que ha durado el cacareado “giro social” del PP tras la vuelta del verano. Anunciado en septiembre a bombo y platillo por los portavoces del partido de Alberto Núñez Feijóo, con gran repercusión mediática, la tormenta interna provocada por el fiasco en la ley que permitirá a los presos españoles acumularse penas ya cumplidas en la UE ha obligado al PP reconducir su estrategia para volver a un discurso duro de fin de ciclo alejado de las propuestas sectoriales que, dijeron, iban a dominar su agenda tras un año de legislatura. La imputación del fiscal general por una denuncia de la pareja de Isabel Díaz Ayuso y la casi segura investigación contra José Luis Ábalos en el marco del 'caso Koldo' han allanado ese camino.

El PP llegó durante el pasado verano a la conclusión de que lo más probable es que Pedro Sánchez logre mantenerse al frente del Gobierno. Pese a las enormes dificultades para amarrar la mayoría parlamentaria que le invistió para un tercer mandato, los estrategas de Feijóo dan casi por seguro que habrá Presupuestos Generales de 2025 y, por tanto, legislatura. 

Feijóo actuó hasta entonces bajo la premisa de que Sánchez sucumbiría rápidamente por la imposibilidad de controlar a Junts. Sobre todo porque los tribunales, con el Supremo a la cabeza, han limitado la aplicación de la amnistía y han dejado fuera, de momento, a Carles Puigdemont. 

Pese al evidente enfado del líder de Junts, que va camino de cumplir su séptimo año fugado de la justicia española en Bélgica, la realidad es que el Gobierno no ha perdido ninguna votación vital. La retirada del techo de gasto del orden del día a finales de septiembre tenía como objetivo abrir una amplia negociación con los independentistas catalanes para atar los apoyos a los Presupuestos. 

Lo verbalizó esta misma semana uno de los principales dirigentes del PP, Elías Bendodo. En una reunión a puerta cerrada con cargos provinciales del partido descartó una moción de censura (para la que necesita el improbable apoyo de partidos tan distantes como Vox y Junts o el PNV) y dio casi por seguras las cuentas públicas para 2025. El PP no oculta que tiene interlocución, puntual, con Junts.

El descarte de la moción de censura venía precedido de varios ‘noes’. Algunos fundamentales desde el punto de vista aritmético, como el del PNV. Feijóo insiste desde 2022 en atraer a los ‘jeltzales’ al clásico papel de bisagra con unos y otros que tuvo el nacionalismo vasco de derechas en el pasado. Pero las señales que llegan desde Euskadi son claras: el PNV comparte muchos gobiernos con el PSOE, incluido el autonómico. Y sus relaciones con el PP son pésimas. El portavoz del PNV, Aitor Esteban, llegó a tildar en público de “torpe” a su homólogo del PP, Miguel Tellado. 

Otro de los ‘noes’ más significativos fue el de Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de Madrid, que marca habitualmente la senda ideológica y discursiva del PP, se posicionó esta misma semana en contra de votar con Junts. Lo hizo justo después de que la presidenta del partido catalán, Laura Borrás, abriera la puerta a sumar con el PP e incluso con Vox para echar a Sánchez. Los de Santiago Abascal se sumaron, pero la propia Borrás se autodesmintió a sí misma poco después.

Prioridad: cambiar el relato

Tellado es precisamente el máximo exponente del ala dura de la dirección nacional del PP. Mano derecha de Feijóo desde hace lustros, primero en Galicia y ahora en Madrid, su rol de jefe máximo del grupo parlamentario ha quedado en entredicho no solo por el fiasco de la ley que permite acumular penas a los presos, sino por la reacción a las noticias y la instrumentalización de las víctimas de ETA.

El portavoz del PP tardó más de una semana en pedir perdón por esgrimir un cartel con imágenes de víctimas de ETA en el Pleno del Congreso. Y lo hizo en la radio de Federico Jiménez Losantos con una fórmula que expresaba un arrepentimiento a medias: “Yo he retirado esa foto de mis redes sociales por respeto a las víctimas de terrorismo que se hayan podido sentir ofendidas. Pero la intención de mis actos yo no la retiro, que es enfrentar al PSOE a su propia miseria moral”. Por si quedaban dudas, zanjó: “El PSOE es un partido de miserables, de miserables”.

El supuesto error en la tramitación de la ley está detrás del contragiro argumental del PP, que le ha devuelto a la posición previa de dureza de la que Feijóo quería salir. La oposición se había convertido en el centro de muchas críticas, sobre todo entre los suyos. Y había que cambiar el relato.

Comenzó hace una semana, con la convocatoria extraordinaria de un comité de dirección en domingo solo para anunciar que al día siguiente iban a registrar una querella contra el PSOE. El fundamento: una declaración anónima de un presunto empresario que dijo en una entrevista en ‘The Objective’ haber llevado “bolsas de dinero” a la sede socialista de Ferraz.

El recorrido de la querella va a ser mínimo, ya que la jurisprudencia veta la admisión a trámite de denuncias que se basen únicamente en recortes de prensa. Y en el PP no solo lo saben, sino que les da igual porque su objetivo era lograr titulares, tal y como dijo el pasado miércoles a los periodistas en los pasillos del Congreso un portavoz autorizado de la dirección. Es decir, cambiar el relato mediático. 

El PP tampoco ha dudado en volver a utilizar el Senado para sus propios intereses y, si ya lo hizo con la amnistía, ha vuelto a hacerlo ahora. El presidente de la Cámara Alta, Pedro Rollán, dio por vetada la ley con una votación en el Pleno pese a que la Constitución exige que se presenten enmiendas de totalidad o parciales, algo que no hizo el PP durante las semanas que estuvo la ley en el Senado.

La estrategia no parece que vaya a ser corta. Este mismo viernes, Feijóo advirtió desde Berlín: “Esto no ha hecho más que empezar, el presidente está en un punto de no retorno”.  “La amenaza que más le preocupa al Gobierno es la corrupción que le acecha”, añadió. Y el PP está dispuesto a exprimirla al máximo.

Damnificado: el “giro” social

En su entrevista con el comunicador ultra, Tellado recuperó una frase reciente del expresidente del Gobierno y uno de los principales operadores del ala más dura de la derecha española, José María Aznar. Quien lograra reensamblar a la oposición a Felipe González en los años 90 dijo en plena tramitación de la ley de amnistía una frase que ha quedado grabada: “El que pueda hacer, que haga”.

Y, en palabras del portavoz parlamentario del PP, eso están haciendo ellos. La estrategia recuerda precisamente a la que puso en marcha la derecha política, económica y mediática hace ahora tres décadas para derribar al Gobierno de Felipe González. Alguien que estuvo entonces en la sala de máquinas de la operación, el que fuera director de Abc y luego de La Razón, Luis María Ansón, declaró años después que pusieron en riesgo “la estabilidad del Estado”.

Pero aquella estrategia estaba acompañada de una dura crisis económica que arrastró al Gobierno socialista. Algo que, hoy por hoy, parece lejos de repetirse.

Pero el PP creía haber encontrado cómo atacar al Gobierno de Sánchez por otras vías. La semana pasada decenas de miles de personas salieron a las calles a pedir la intervención del mercado del alquiler y la necesidad de avanzar hacia un sistema que permita conciliar la vida personal y el trabajo se ha instalado en las generaciones más jóvenes.

El PP teorizó la necesidad de abanderar ambas cuestiones, o al menos de entrar en el debate y plantear propuestas concretas. Para resolver el problema del acceso a la vivienda, la derecha recurrió a sus recetas: bajar impuestos y liberalizar suelo. Para mejorar las condiciones laborales de los españoles, tres cuartas de lo mismo: rebajas fiscales y privatizar la educación infantil en sus fases iniciales, entre otras cuestiones.

No todas las medidas planteadas gustaron a todo el mundo e Isabel Díaz Ayuso volvió a dejar claro que no acepta desviaciones ideológicas, ni siquiera aquellas que plantean jornadas de 10 horas para reducir la semana laboral a cuatro días, siempre que las empresas quieran.

Pero esa fase ya pasó. La escalada del ‘caso Koldo’ a ‘caso Ábalos’ y ‘caso PSOE’, la deslegitimación del fiscal general desde el primer día o la investigación contra la esposa del presidente ya estaban ahí cuando en el PP decían a los periodistas con sorna que se iban a “hartar de sectoriales”. Es decir, de propuestas concretas en materias específicas. 

La necesidad ha hecho que el PP vuelva al punto en el que estaba antes de las vacaciones de verano: la hipérbole. Este mismo domingo, la Fundación Denaes, parapeto de Vox, ha convocado una manifestación en Madrid contra el Gobierno. El PP ya ha anunciado que la va a secundar y mandará una representación de su dirección. Pese a la ruptura de los gobiernos autonómicos y las críticas que Feijóo y Abascal se lanzan habitualmente, la unidad de acción entre ambos continúa.

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