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El PP llega a la campaña electoral del 10N con el objetivo que señalan los sondeos de mejorar sus resultados respecto a hace cuatro meses, cuando pisó su suelo histórico. El PSOE llega lastrado por el fracaso de las negociaciones con Unidas Podemos, pero con la confianza de que volverá a ser la primera fuerza. Pedro Sánchez y Pablo Casado comparten un enemigo común, al que ven en caída libre y a quien tratarán de arrebatarle el voto. Ciudadanos está en su peor momento, cayendo por primera vez con fuerza en los sondeos y sufriendo una crisis interna que ha puesto en cuestión el liderazgo de Albert Rivera. Ambos partidos aspiran, además, a que el bipartidismo salga reforzado de esa nueva cita con las urnas tras un ciclo electoral marcado por la fragmentación.
El objetivo del PP en los últimos meses ha sido intentar “reunificar al centro derecha”. Inspirado por su mentor José María Aznar ante la división del espectro conservador en tres partidos (PP, Ciudadanos y Vox), Casado pretendía realizar esa reconstrucción “desde las instituciones” –tras lograr el poder gracias a esos aliados en importantes plazas como la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de la capital o la Región de Murcia–. Su aspiración era encabezar la formación hegemónica del centro derecha, pero el adelanto electoral le deja sin tiempo. El PP asume que no habrá España Suma –que Albert Rivera y Santiago Abascal han rechazado en todo momento– y que tendrá que batirse de nuevo con Ciudadanos y Vox por el mismo electorado.
Fuentes de la dirección popular reconocen que la única manera de evitar un nuevo Ejecutivo de izquierdas era a través de la coalición. “Si no, estamos perdidos”, explicaba un alto dirigente que insiste en que, según los cálculos de Génova, el resultado sería “apabullante” para la derecha con una candidatura España Suma. Al no ser posible, Casado tendrá que luchar por hacerse con la hegemonía del bloque con un Ciudadanos que le pisa los talones (tan solo obtuvo nueve escaños menos el 28A), aunque con la confianza de que recuperará algunos electores que se fueron a Vox.
Para ello, propondrá una campaña de perfil moderado, muy “selectiva”, con actos pequeños sectoriales y “propositiva”, según fuentes conservadoras. Un alto dirigente popular considera que la formación puede rascar votos tanto de Ciudadanos, cuya estrategia final incitando a una abstención a favor de Sánchez a cambio de condiciones descolocó a la dirección del PP, como de votantes “descontentos” con la gestión de Sánchez de su victoria electoral del 28A. En Génova calculan que existen “un millón de indecisos” y que su campaña electoral que comenzará el próximo 1 de noviembre se dirigirá especialmente a ellos.
El objetivo es intentar cuadrar una oferta para descontentos del PSOE que además no moleste ni a Vox ni Ciudadanos, por imposible que parezca.
En el caso del PSOE, Sánchez también irá a por el votante moderado reclamando el voto útil para el partido centenario como garantía de estabilidad frente al “bloqueo” y peleará por el voto de centro que huye de Ciudadanos. En Moncloa están convencidos de que el PSOE mejorará su representación en el Congreso en la repetición electoral y que el bipartidismo se verá reforzado –calculan también un crecimiento del PP– mientras que pronostican un desplome de Albert Rivera, a quien creen que la “desesperación” por esas estimaciones que manejan los partidos llevó a hacer la propuesta de última hora a Sánchez de abstenerse a cambio de unos requisitos que, a juicio de los socialistas, ya se cumplen.
Los socialistas consideran que el portazo de Rivera a Sánchez le pasará factura en una parte de su electorado y que su viraje in extremis “abrió las compuertas de las transferencias” hacia el PP. El PSOE tratará de 'pescar' entre los primeros, aunque en Ciudadanos sostienen que no existe transferencia de voto hacia los socialistas sino que las dudas de sus votantes pueden estar entre ir o no al colegio electoral.
En Ferraz consideran que los meses de Gobierno impulsaron a Sánchez en la izquierda frente a Unidas Podemos, que bajó de 71 a 42 diputados, y sostienen que serán los de Pablo Iglesias los que más castigo sufran en ese flanco, pero no temen un excesivo desgaste en ese espectro para el PSOE. Por eso, la estrategia pasa por ir a por el centro. “¿Por dónde ganas las elecciones? Por ahí, por la izquierda no ganas las elecciones”, reflexiona una líder territorial.
Sánchez, además, será más duro con el independentismo catalán en un momento en el que la sentencia del procés está al caer y ya ha advertido de que aplicará el 155 si la Generalitat “vulnera” la ley. Los socialistas sostienen también que, con el fracaso de la investidura, ha quedado claro que ya no vale el discurso contra Sánchez por sus presuntos pactos con los “populistas, independentistas y filoetarras”, como recordó este jueves José Luis Abalos.
El PSOE ensaya la batalla contra lo que considera un “frente anti-Sánchez” así como la ofensiva contra los demás, especialmente contra Unidas Podemos y Ciudadanos. “El relato está claro: contra los dos partidos nuevos –expresa un destacado dirigente regional–. La gente que empieza a relacionar fragmentación con inestabilidad y bloqueo”. Ahí es donde creen que los socialistas tienen un nicho importante. Y, a pesar de que son conscientes de que el temor al auge de la extrema derecha de Vox “se ha diluido”, sí tirarán de los acuerdos municipales y autonómicos en los que PP y Ciudadanos se han valido de la formación de Santiago Abascal para gobernar tras el 26M.
En esa línea se pronunció Sánchez tras la constatación de la repetición electoral. “Desgraciadamente el partido que se dice de centro liberal nada tiene que ver con el centro, ni con los liberales de Europa y prefiere poner un cordón sanitario a la socialdemocracia y abrazar, como hemos visto en distintos gobiernos autonómicos, a la ultraderecha española”, dijo el presidente en funciones en su comparecencia en la que atizó también a PP y, especialmente, a Unidas Podemos.
A pesar de que Sánchez evita hacer autocrítica y defiende que la opción de otras elecciones antes que un Gobierno inestable era mejor, en las filas socialistas cunde la preocupación ante la visión que los ciudadanos pueden hacer de su gestión de las negociaciones. Todos los partidos han cargado contra él y le acusan de “no intentar pactar”. Además, la estrategia de basar la campaña en conceptos como la estabilidad despierta suspicacias entre quienes temen una bajada de la participación de su electorado. “Fantástico para movilizar al electorado de izquierdas”, ironiza un cargo intermedio del Gobierno sobre el discurso que hasta ahora planea Moncloa.
En el caso de Casado, fuentes de la dirección aseguran que tratará de hacer una campaña “en positivo” sin entrar en conflicto con Ciudadanos y Vox, sus potenciales socios tras el 10N, ni tampoco con el PSOE. Sí remarcarán su mensaje contra Pedro Sánchez, al que consideran como “el único responsable” del bloqueo político.
Ese es el plan inicial, que podría cambiar ya que su equipo se ha especializado en ir virando el tono en todas las campañas desde que llegó a la Presidencia del PP. Así lo hizo tanto en las andaluzas como en las generales y en las autonómicas y municipales. El líder del PP ha tratado de pelear así siempre contra las encuestas y ahora, por primera vez desde que llegó al cargo, éstas muestran síntomas de recuperación, algo que coincide con el desplome de Ciudadanos.
Este es un nuevo giro en la trayectoria del líder del PP, que inició su mandato haciendo virar al partido a la derecha y que tras la debacle electoral de las generales se vio obligado a moderarse, tal y como le exigían algunos de los barones con más peso, como el gallego Alberto Núñez Feijóo o el vasco Alfonso Alonso. El punto álgido de la derechización de Casado llegó cuando en febrero, en un Pleno del Congreso, acusó a Sánchez de ser “cómplice del golpe de Estado en Catalunya”.
Una vez pasadas las elecciones del 28A y el 26M y sus sucesivas derrotas, Casado suavizó el tono a diferencia de Rivera, con quien pugna por el control de la derecha. Como ejemplo, el líder del PP sí acudió a las reuniones con Sánchez en la Moncloa, a diferencia del presidente de Ciudadanos.
La dirección popular está “satisfecha” con la estrategia seguida en los últimos meses y sobre todo con haberse mantenido en el 'no' a Sánchez hasta el final sin haber “entrado en el juego” de la abstención planteado por Ciudadanos: “Nuestro electorado no nos lo habría perdonado”, explica un dirigente de peso de la ejecutiva conservadora.
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