Se impone el realismo en la calle Génova. Del “fin de etapa” y el “plebiscito nacional”, las elecciones municipales y autonómicas se han convertido ahora sólo en una prueba importante, pero no decisiva para el PP de Alberto Núñez Feijóo. Los populares aspiraban hace semanas a ganar de largo al PSOE en número de votos en las elecciones locales, a duplicar el número de capitales de provincia gobernadas bajo sus siglas y a arrebatar a los socialistas en autonómicas bastiones tan relevantes como Castilla-La Mancha, Extremadura o Valencia.
Esto de puertas hacia fuera. En la interna el entusiasmo se mitiga y los dirigentes más destacados admiten que el desgaste de Pedro Sánchez “puede influir negativamente sobre la expectativa de voto de algunos de sus barones más relevantes, pero no tanto en el cambio de signo político en los ayuntamientos, donde el electorado vota con claves exclusivamente locales”. De ahí que la dirección nacional, que prepara una campaña para mayo en torno a la división interna del gobierno de coalición y los asuntos más polémicos de su gestión como la ley del sólo sí es sí o la reforma de los delitos de sedición y malversación, haya empezado a rebajar las expectativas. Sea táctica o sea temor a que un resultado no demasiado boyante pueda minar el liderato de Alberto Nuñez Feijóo, lo cierto es que se ha impuesto la prudencia en torno a los posibles resultados y que ya casi nadie habla de una “moción de censura” en las urnas contra el presidente del Gobierno.
Será en todo caso la primera prueba electoral que el PP afronte tras el relevo en su liderazgo. En 2019, con Pablo Casado al frente, los populares se quedaron a más de un millón de votos, 2.000 concejales y siete puntos del resultado que obtuvieron los socialistas, que fueron primera fuerza con un 29,26% de los votos en las elecciones locales. Ahora aspiran sólo a ganar en votos en municipales, a sumar mayoría absoluta en Murcia y si acaso a hacerse con el gobierno regional de La Rioja o el de Aragón mientras que ven más abierto ganar el poder institucional en Valencia y ya no mencionan siquiera los gobiernos extremeño o castellanomanchego, donde Fernández Vara y Page se mantienen fuertes en los sondeos.
Lo que se juega la lideresa madrileña
Los datos que manejan los socialistas no atisban, sin embargo, un mapa como el que dibujan las previsiones más optimistas de los populares. En Ferraz no ven en riesgo ninguna de sus principales capitales de provincia y tampoco ninguno de los gobiernos regionales, “ni siquiera el de Aragón”, donde la candidatura a la presidencia autonómica del alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, “no está tirando como esperaban en Génova”, afirma un miembro de la dirección federal del PSOE. La organización tiene sondeos en los que la marca socialista subiría respecto a 2019 en Navarra, Extremadura, Castilla-La Mancha y Canarias. En Murcia, donde las posibilidades son ínfimas para el PSOE, según los cálculos de Ferraz, el PP seguirá necesitando a Vox, “que es donde está más fuerte y donde los de Abascal se comen gran parte del voto de los populares”.
Fuentes de la dirección nacional del PP admiten, por su parte, que ven a la madrileña Isabel Díaz Ayuso en “claro retroceso” y que, hoy por hoy, estaría lejos de la anhelada mayoría absoluta, por lo que la ultraderecha madrileña podría exigir la entrada en el Gobierno que no pidió en 2021, pese a que sus votos fueron necesarios para investir a la controvertida baronesa. Ayuso no sólo se juega en la cita de mayo su continuidad en la Puerta del Sol, sino también mantener un gobierno monocolor y cualesquiera que sean sus aspiraciones en la era post Feijóo.
La única certeza dentro y fuera del PP es que Feijóo es candidato de una sola bala y que si no consigue llegar a la Moncloa en su primer intento, el próximo diciembre, no seguirá al frente de la dirección nacional. Ante ese escenario, el andaluz Moreno Bonilla y su histórica mayoría absoluta del pasado 19-J, estaría mucho mejor posicionado para la pista de despegue nacional que una Ayuso en minoría y que registre una notable pérdida de apoyos electorales el próximo mayo. La contestación social al deterioro de la Sanidad pública madrileña y, sobre todo, la forma en que la inquilina de Sol ha decidido despreciar el problema es un asunto de especial preocupación en la sede nacional de Génova. “La diferencia, sin embargo, con Casado es que Feijóo es un líder que no se inmiscuye ni en la gestión ni en la planificación orgánica de sus barones”, asegura un interlocutor de la dirección nacional. Esto es algo que el presidente nacional ya transmitió nada más aterrizar en Génova a todos los líderes regionales, a quienes prometió que ganarían autonomía en la elaboración de sus listas electorales y en la negociación de sus acuerdos de gobierno.
“No mimetizarse con Vox”
El mismo interlocutor, convencido de que en la calle “se respira mucho antisanchismo, es más optimista ante las perspectivas nacionales de su partido que ante los resultados de mayo, si bien admite que el presidente del Gobierno es ”un hueso duro de roer“ por su acreditada capacidad de resurgir de sus cenizas. Aún así defiende que Feijóo es ”un candidato transversal en lo ideológico“ al que, a diferencia también de Casado, la agenda de Vox no le apartará de su camino ni de su estrategia de intentar pescar en caladero socialista. El gallego entiende, y así lo ha transmitido a su equipo más cercano, que la solución ante el desafío de la extrema derecha ”no es mimetizarse con ella, sino presentar una alternativa más sólida“ y ampliar el perímetro electoral por el centro del tablero.
El objetivo para las elecciones generales pasa por lo que en la sede nacional llaman “hacerse un Moreno” y que no es más que arrancar un notable trasvase de votantes socialistas para las arcas del PP. El presidente de Andalucía, Juanma Moreno, rascó el pasado junio hasta el 17,5% de los votos entre quienes apoyaron al PSOE en 2018, además de un 33% de quienes habían votado a Vox. Los de Feijóo calculan que un 14% de voto socialista (952.000 electores) decepcionado con Sánchez “por sus alianzas parlamentarias” y por lo que consideran “un desgobierno en el seno de la coalición”, podría pasarse al PP. Una cifra que, según el último CIS publicado este viernes, hoy estaría en aproximadamente un 8%, poco más de 500.000 papeletas, Un trasvase que en el PSOE sostienen que se ha ido reduciendo a medida que se ha conocido “la falta de solidez” en Feijóo y que, en los próximos meses, “se reducirá aún más con la acción de gobierno”.
“Un partido transversal y de amplio espectro”
Sea cual sea la transferencia de voto que finalmente se consolide en las urnas, Feijóo quiere un PP transversal y de amplio espectro, esto es “un partido de centro derecha al que la izquierda pueda votar”. Así lo define un popular, conocedor de la agenda del presidente nacional y de sus contactos habituales “con destacados socialistas”, más allá de los que desde años mantiene con el ex presidente Felipe González, a quien el gallego reconoció haber votado en 1982.
El fichaje del vasco Borja Sémper y su regreso a la primera línea del PP con el que Feijóo además del pretendido mensaje de moderación y centralidad está sirviendo al presidente nacional, según fuentes populares, de catalizador “con socialistas rebotados” con Sánchez y descontentos con las alianzas políticas de la coalición de gobierno. El que fuera portavoz del PP en el Parlamento vasco y abandonara la política en tiempos de Casado trata de ampliar el perímetro de acción de un partido que, desde la irrupción de Vox en la escena política, ha abrazado en no pocas ocasiones el argumentario de la ultraderecha y virado a posiciones no homologables con los conservadores europeos. Ahora, confían en el “voto de castigo” a Sánchez y a su coalición con Unidas Podemos por parte del llamado socialismo templado.
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