Una década de ataque contra la legalización del matrimonio homosexual han convertido en paradójico, polémico y hasta simbólico que Mariano Rajoy acuda a lo que es una boda como cualquier otra. Una boda que, sin embargo, si Rajoy hubiera tenido éxito en su recurso ante el Tribunal Constitucional, su vicesecretario Javier Maroto no podría haber celebrado.
“Espero que este asunto no tenga recorrido mediático. Lo deseo como ciudadano, representante público y miembro del PP”. Tres días antes de casarse, Maroto expresaba su deseo de que su boda quedara como “un asunto doméstico” y no provocara polémica. Pero la historia pesa y la polémica ha surgido hasta dentro de su propio partido, en el que algunos miembros del Gobierno opinaron que era mejor que el presidente no asistiera.
“Que no lo llamen matrimonio” era el mantra con el que el PP trataba de explicar su oposición a la ley promovida por José Luis Rodríguez Zapatero. Los conservadores insistían por entonces en que el problema era el término y no la equiparación de derechos entre heterosexuales y homosexuales que el Congreso aprobó en junio de 2005 con los votos del PP en contra. Solo Celia Villalobos se desmarcó de la disciplina de su partido y votó sí a la modificación del Código Civil.
Desde el equipo de Maroto en Génova se aseguraba este martes que el novio se había enterado “por un medio de comunicación” de que finalmente Rajoy asistiría al enlace junto a su esposa. Las mismas fuentes explicaron que el exalcalde de Vitoria no quería hacer ninguna declaración sobre el asunto ni confirmar o desmentir la lista de invitados. El propio Maroto confesó tener “la cabeza un poco mareada” por el asunto, pero insistió en que ese debate está superado. “Si no hubiese estado de acuerdo con la ley, el PP la habría modificado con su mayoría absoluta. Y si no lo ha hecho es porque considera que esa ley se ajusta a derecho y es asumida y reconocida”, defendió el dirigente del PP.
Cuando el PP presentó el recurso, en septiembre de 2005, lo firmaron 72 diputados. Fueron 22 más de los necesarios. El tribunal no sentenció hasta 2012 que el matrimonio gay respetaba la Constitución. En ese lapso de siete años, la posición de Rajoy fue variando. En 2010, a la pregunta de si mantendría la ley si llegaba al poder aunque el TC la avalara, Rajoy contestó tajante: “No”. La discusión interna sobre cómo se percibiría la iniciativa obligó a Rajoy a asumir personalmente la decisión política: “Entre la ley y el oportunismo político, yo siempre estaré con la ley”
Tres años antes, en abril de 2007, Rajoy tuvo que contestar sobre este tema en el programa Tengo una pregunta para usted. Un ciudadano le preguntó si se sentiría orgulloso de su hijo en el caso de que fuera gay y quisiera casarse. “Si mi hijo fuera homosexual, asistiría a su boda, pero le aconsejaría una unión de hecho”, contestó.
Ángeles Álvarez, portavoz parlamentaria del PSOE en materia de Igualdad, calificó de “impúdico” pero también de “pedagógico” el hecho de que Rajoy vaya a asistir al enlace. La diputada tuiteó lo contradictorio que le parece que el presidente “celebre en público lo que persigue en privado”.
Otra socialista, Trinidad Jiménez, celebró que el presidente “disfrute de las bodas a través de leyes que ha hecho posible el PSOE”. Del PP, el presidente del Congreso, Jesús Posada, declaró que le parece “muy bien” que asista el presidente porque “cada uno va a las bodas de sus amigos que le parecen adecuadas”. Celia Villalobos calificó de “miserable que el PSOE y algunos medios utilicen la boda”. Otro de los invitados al enlace, Pablo Casado, se negó a comentarlo y lo redujo a un “asunto personal”.